Un deudor cansado de trabajar con bajo salario y hastiado de pagar intereses por un préstamo mal tomado, y encontrándose desahuciado y sin esperanza como se encuentra la mayor parte del pueblo dominicano, negoció con su acreedor, su vida por el pago. Y dicho acuerdo consistió en que el acreedor enterraría al deudor en un cementerio de la ciudad.
El velatorio se haría público y el desfile hacia el campo santo también. Todo fue bien planificado, el velatorio sería simulado, pero, el enterramiento sería de verdad, con dicho acuerdo, el préstamo sería saldado y el deudor terminaría por permitir que lo enterraran vivo.
El velatorio se hizo con normalidad, el supuesto muerto hizo un buen papel en el ataúd, no hizo ningún movimiento, y todo el mundo creyó que se trataba de un muerto, aunque hay que decir, que su palidez y su semblante producto de la miseria en la que vivía lo hacían aparentar una persona muerta.
Terminado el velatorio, el enterramiento comenzó como de costumbre con una hilera de gentes y de vehículos, cuya cantidad va a depender del nivel social del difunto, del dinero que haya dejado y de la importancia social en la que se haya desenvuelto.
Todo iba bien, sólo que al paso del entierro, el deudor, y supuesto muerto, se movió por los movimientos del ataúd en manos de los cuatro hombres que lo cargaban, y un señor sorprendido al ver que iban a enterrar a un hombre aun vivo, preguntó: ¿Por qué van a enterrar a ese hombre vivo?; y un amigo del prestamista estafador respondió: que era un acuerdo hecho con él, porque debía un saco de arroz descascarado y no lo quiso pagar ni tampoco tiene para pagarlo. Y el señor dijo, condolido: pues yo pago el saco de arroz, para que no lo entierren, solo que el saco de arroz está en cáscara. Y el supuesto muerto deudor, al escuchar la oferta dijo, qué si estaba descascarado, y en seguida, el donante del saco de arroz le respondió, diciéndole: que solo lo tenía que descascar, y entonces, el supuesto muerto dijo: no, no acepto, yo no trabajo, ni pago, mejor que se siga el entierro, y en seguida, el ataúd le dijo al supuesto muerto a sabiendas de que el enterramiento era inevitable, acotéjate que el camino es largo.
Pues parece, que en el país, el camino será más largo que lo que se tenía previsto y tal vez el final de dicho camino sea tan triste como fue el fin del camino que señala el cantautor dominicano Camboy Estevez, cuando señala en una de sus estrofas: “Esta calle al final tiene su nombre”.
Iniciamos hace cientos de años a instalar en el país un sistema energético, y a esta altura no hemos podido eliminar la oscuridad en el camino, traspasamos dichas empresas al sector privado con el argumento de que se capitalizarían dichas empresas, quince años después, el país apagado, el sistema deficiente, déficit financiero, subsidio eléctrico, deuda impagable y todo el sistema semiparalizado y semiapagado, y sin ningún tipo de posibilidad de que se pueda plantear para el futuro cuándo llegaremos por un camino iluminado.
Llevamos años instalando un sistema de justicia en todo el país, introducimos códigos nuevos, invertimos grandes cantidades de dinero, se ha hablado, se han reformado, se han creado tribunales nuevos, y al final del camino más muertos, 2,200 asesinatos promedios al año, no sabemos qué hacer con los robos ni con los que roban, no tenemos planes ni con los muertos ni con los que matan, no sabemos aplicar la ley con drasticidad, y ya el Banco Mundial en el año 2000 publicó una obra relacionada con el crimen en el que plantea que una de las soluciones a la ola de crímenes es la aplicación de la Ley con Drasticidad.
En el sistema educativo dominicano, figuramos entre los países más atrasados del área, unos 15% de la población iletrados y otros 15 % de la población analfabetos funcionales.
No producimos drogas, sin embargo no hayamos que hacer con la alta cantidad de toneladas que llegan al país, y con el consumo ni hablar, el Presidente saliente dijo que había 30,000 puntos de drogas en el país,y de la pobreza ni hablar, el 85% de la riqueza del país está en manos del 15 % de la población y a la inversa, que el 15 % de la riqueza está en manos del 85 % de la población, lo que se traduce a una pobreza extrema generalizada.
Pues parece, que en los diferentes renglones y servicios básicos del país, el camino será más largo que lo que habíamos planificado, por suerte, que al no poder llegar por el camino planificado, nos queda otro, el de Jesús, cuando dijo: “Yo soy el camino, yo soy la verdad y la vida”
Nota: Pos scritum, y lo que no estén dispuestos a trillar por el camino que trazó Jesús, entonces imiten al ataúd, diciéndole al muerto: “ACOTÉJATE QUE EL CAMINO ES LARGO”.
Isidro Martínez Ureña es abogado y ex fiscal de Duarte.