Por Bladimir Ramos.-
La coherencia local desde la consideración de Cubo (2007:153) es una propiedad del discurso que puede definirse como las relaciones semánticas que se establecen entre las oraciones sucesivas de un texto. Los lectores no procesamos una microestructura, es decir, la estructura formada por dos oraciones completas, sin intentar establecer entre ellas una relación de coherencia. Por el contrario, intentamos relacionar fragmentos de la nueva oración con elementos de la oración ya procesada, aplicando estrategias de coherencia local.
Por lo antes mencionado, se puede decir que las estrategias microestructurales son aquellas que buscan encontrar la relación que existe entre una oración y otra; sea desde el punto de vista de la oración que precede o la que sigue delante. La interrelación de ambas oraciones encierra dentro sí una implicación semántica que nos permite ir comprendiendo la intención comunicativa del conjunto de estas y, por ende, de los párrafos que van formando hasta lograr gestar un texto que, del mismo modo, gracias al conjunto microestructural mencionado, formará el macroacto global de dicho texto.
El hecho es que respecto a las relaciones entre oraciones,
en términos generales, puede afirmarse que una secuencia de oraciones es coherente si tales oraciones denotan hechos que están relacionados en algún mundo posible, tal como se ha afirmado anteriormente. Las relaciones entre oraciones o entre constituyentes de oraciones son relaciones de significado, es decir, relaciones vinculadas con los conceptos que se expresan (relaciones intencionales) y relaciones referenciales, es decir, relaciones vinculadas con los objetos que se denoten (relaciones extensionales). Además, existen relaciones de significado o intencionales cuando una oración es seguida por otra que la implica o la cual implica. Por ejemplo: Luís fue a Las Leñas el domingo pasado. Se levantó de madrugada. En a. la primera oración implica la segunda, la segunda es una especificación, en el nivel bajo de descripción, de la primera. Consigna un dato particular relacionado con la ida de Luís a las Leñas. (Cubo, 2007:152).
¿Qué supone todo esto? Implica que las oraciones deben guardar cierto parentesco en cuanto al desarrollo de su intención comunicativa se refiere. Es decir, una oración debe preceder y seguir la intención comunicativa de su homóloga. El hecho, cosa u objeto del que se esté hablando debe ser concretizado y proseguido por una secuencia de oraciones para que se pueda hablar de coherencia local. Esa consecución lineal de relación proposicional no solo tiene que ver con la relación de conceptos, que habla de la significación textual de la oración, además debe guardar una relación referencial y ello supone un vínculo con un mundo posible manejado por el contexto comunicativo que se esté compartiendo en la situación de comunicación en uso.
El ejemplo que se da más arriba dice: Luís fue a Las Leñas el domingo pasado. Se levantó de madrugada. Es evidente que la primera oración engloba la segunda y que la segunda complementa el dato de la primera; o más bien, la intención con que fue elaborada dicha proposición. En lo relativo a la relación de significado que existe de manera textual, basta con tener un mínimo conocimiento de los constituyentes gramaticales de una lengua para entender que una persona llamada “Luís” fue a algún lugar, y que eso ocurrió una semana anterior. El manejo de categorías formales como determinantes, sustantivos, y verbos nos facilita esos datos y, por tanto, nos habla de una semántica local de dichas oraciones y de las relaciones vinculadas con los conceptos que se expresan.
Ahora bien, en lo relativo a las relaciones referenciales, lo primero es que se dice que Luís fue a algún lugar, la señal paratextual que nos habla de ese lugar es la mayúscula, es decir, Las Leñas. En la especificación del lugar entra en función la relación que debe guardar la oración en lo que respecta a las relaciones vinculadas con los objetos que se denotan. Eso porque quien lee la oración debe conocer la ubicación de ese lugar para desarrollar los esquemas mentales que impulsan a que se realicen inferencias que hablen de los mundos posibles de la oración en cuestión.
Esto quiere significar que, por la precisión o acotación de que Luís fue el domingo a Las Leñas, nos imaginamos que Luís tiene algún trabajo que le ocupa toda la semana y que es solo el domingo que tiene libre para recrearse. Esa información está de manera implícita y permite ser inferida por el manejo del contexto en que se dio la oración. Además, hay otro marco referencial que permite inferir la mencionada oración, y es el hecho de que Luís se levantó de madrugada, lo que nos dice sin decírnoslos y que lo completamos por el manejo de los elementos referenciales del discurso, que Las Leñas es un lugar que queda muy distanciado de donde vive Luís.
Como puede notarse, para la formación de una oración deben tomarse en cuenta aspectos relacionados con los conceptos y su respectiva adecuación armónica para que pueda desarrollarse una intención comunicativa satisfactoria y sin ambigüedades, pero además vinculante de los elementos referenciales porque es lo que permitirá que se dé la creación de mundos posibles a través de un proceso inferencial.
No se puede crear una oración que no guarde ninguna relación de dependencia con la que le precede o sigue porque eso más que crear una coherencia local crearía una construcción agramatical; y claro, ya hay que comenzar a hablar no solo de una construcción agramatical desde el punto de vista morfosintáctico, sino también de una construcción areferencial y de contexto retorcido o alejado del objeto que designa la realidad social de la que se habla en el enunciado u oración. Es decir, si decimos: Hoy vamos a Pedernales. Las cortinas están muy hermosas porque más tarde comeremos ahuyama. La situación de comunicación que existe entre ambos enunciados discrepa semánticamente hablando y eso no permite que se identifique la intención comunicativa por la distorsión contextual, referencial y conceptual que posee una oración de esta envergadura.
Contrario a la emisión “tal vez yo hablo poco, pero hablo mucho” expresada por el presidente Danilo Medina (2018) que, aunque algunos quieren verla como una redundancia y de carácter retorcida, hay que ver el contexto en que fue expresada. Se debe tomar en cuenta el referente posterior de ese enunciado para poder ver que de esa proposición se desprende una macroestructura semántica local que de por sí, por los aspectos pragmáticos del lenguaje, permite inferir unos implícitos contextuales y eso justifica y hace posible la emisión de lo dicho. Es el contexto lo que dirá todo, “yo hablo poco, pero hablo mucho”, puede que haya una información anterior, como que ha trabajado en obras, y esas obras sean las que hablan mucho.
En ese sentido, el segundo verbo «hablo» hace la función de elemento catafórico del discurso, como dije refiriéndose a que no habla mucho en la televisión, pero que sus obras lo hacen por él, y es desde ese punto de vista, que se justifica e incluso no se puede ver como una oración superflua. Repito, es el manejo del contexto y la pragmática. Hay que tener conocimiento del último enfoque de la lingüística, que es el textual, para entender esto, es decir salirse de la gramática estructuralista de Saussure, enfocado en la estructura de las palabras, o sea, enseñar la lengua atendiendo a categorías formales como verbos, determinantes, sustantivos y otros, pero también hay que ver la lingüística más allá del enfoque generativista de Chomsky, enfocado únicamente en las oraciones, como es el caso del análisis de la oración aludida en líneas anteriores. Lo que sí trasciende es ver la emisión de la oración desde el contexto donde se produjo para de esa forma reconocer las implicaturas pragmáticas, y eso solo puede verse cuando analizamos las oraciones, emisiones, los textos, desde el punto de vista de la ciencia del texto, o lingüística textual.
Lo mismo ocurre con la expresión “yo quería decirte” hay quienes dicen que esa construcción sintagmática está mal construida haciendo correcciones infantiles como, ¡y ya no quiere decirme! Ocurre que si por ejemplo, estamos en un salón de clases y queremos tener alguna participación frente a algún tema que se esté tratando y para que se nos conceda el turno levantamos la mano y en ese momento no se nos da la oportunidad, cuando el profesor nos dé el chance de participar es correcto decir yo quería decirle; eso porque esa emisión de quería decirle guarda unas implicaturas pragmáticas que omiten informaciones como: hace un rato cuando levantaba la mano para participar quería decirle que eso ocurre por tal razón, pero no lo hice porque en ese momento otro de mis compañeros tenía la palabra y no quise ser inoportuno. (Aclaración originaria del maestro Bartolo García Molina).
Toda esa información en un contexto como el mencionado queda dejada por dicha en la emisión “yo quería decirle” y, como se dijo, por las implicaturas pragmáticas y contextuales, permite ser inferida y de esa forma nos evitamos explicar toda la implicatura de por qué en ese momento no dijimos lo que queríamos decir. El hecho es que, sostener que se quería decir algo no quiere significar que ya no se quiera decir, sino que más bien, se quieren dejar por dichas con ello unas informaciones inferenciales que tuvieron que haber incidido para que no se dijera en el momento en que se quería decir lo que se dice. De modo que la corrección a modo de burla que se hace sobre la emisión “yo quería decirle” relacionada con ¡y ya no quiere decirme!, no tiene ninguna validez en términos pragmáticos del discurso.
El manejo de las relaciones referenciales es de suma importancia si se quiere analizar la relación que guardan las oraciones y con ello identificar su acto de habla ilocutivo, ya que en palabras de Cubo (2007: 153) una secuencia de oración es coherente si las oraciones denotan hechos que están relacionados en algún mundo posible__ el mundo de lo real o algún mundo alternativo, como los que se representan en los cuentos maravillosos o en la ciencia ficción__. Estas relaciones entre hechos frecuentemente son condicionales. Un hecho es posible en relación con otro, o probable, o condición necesaria para que el otro hecho se produzca; o un hecho es la consecuencia posible, probable o necesaria de otro hecho. El tiempo, el lugar y el mundo posible en que los individuos a los que se hace referencia pueden ser idénticos, como con mucha frecuencia, en una secuencia de oraciones, aparecen manifestados por los pronombres, formas especializadas en el establecimiento de relaciones referenciales.
Hay que tener en cuenta que el entendimiento microestructural o de coherencia local no solo amerita del manejo conceptual de las categorías que componen a la oración. Es decir, no solo incide en ello las informaciones textuales y las mismas referenciales. Además, para su respectiva comprensión es necesario que se tenga un conocimiento enciclopédico y eso supone un vasto constructo cognoscitivo de las cosas que nos rodean o del mundo. Esos conocimientos, recuérdese, se recuperan de nuestra memoria episódica. De modo, que para el entendimiento certero de las secuencias de oración no basta con conocer la coherencia de significado y referencial, además hay que conocer el contexto en que se dio y haber tenido una experiencia directa o indirecta respecto al campo de conocimiento que se esté abordando en la oración que se intenta comprender.
Es por las razones mencionadas en el párrafo anterior que se afirma que,
Hay que tener en cuenta que la coherencia local no actúa sola, sino que, además, se define en relación con la coherencia global del discurso. En el procesamiento de un texto, el conjunto de referentes centrales, como personas u objetos; el conjunto de predicados se organizará de acuerdo con algunos predicados mayores, como macroacciones o macrosucesos; las propiedades de los individuos se agregan a algunas propiedades globales, y así sucede con todos los elementos de una microestructura. De manera similar, las secuencias de acciones o sucesos tendrán objetivos globales y motivaciones globales. Y finalmente, también habrá una unidad de tiempo, de lugar y de mundo posible para esas acciones o sucesos y sus participantes individuales. (Cubo, 2007: 156).
Otras estrategias que podrían ayudar a comprender la microestructura y con ello la intención comunicativa de cada oración y secuencia de esta, lo constituye el manejo y uso de los elementos: catafóricos, anafóricos, endofóricos y exofóricos del discurso. Estos elementos sirven de estrategias microestructurales porque, por ejemplo, la anáfora y la catáfora son dos procedimientos de cohesión textual, o sea, que se emplean con el objetivo de no redundar y tener que repetir significantes de manera superflua. Estos dos elementos lingüísticos resultan ser interesantes. Lo anafórico se refiere a un algo que está presente antes en el discurso, por ejemplo, la mochila azul es la más bella, ella es la que tiene Isaura. Ese “ella” hace la función de elemento anafórico al sustituir mochila azul por el pronombre ella.
En cambio, el elemento catafórico se refiere a una creación de carácter lingüístico que hace alusión a algo que se dice o aparece en el texto más adelante, por ejemplo: Le dije a Adrián que estudiara. La referencia endofórica, por su parte, tiene que ver con la relación asociativa que se da entre diversas emisiones lingüísticas, es decir, es el volver a retomar un punto que previamente se había tratado en el texto, al contrario de los elementos exofóricos que hace alusión a esas condiciones extralingüísticas que por su naturaleza están fuera del texto, pero que por los aspectos referenciales del discurso tiene su incidencia a la hora de asignarle o identificar la intención comunicativa del texto.
En palabras de Cerny (1998:393), el término anáfora, en gramática, sirve para designar las palabras deícticas, que sustituyen a otras expresiones usadas en la parte anterior del texto. Así, p. ej., en la oración él tendrá que hacerlo, solo que sigue después de las oraciones que contienen informaciones sobre las personas y actividades respectivas, los pronombres (él) y (lo) constituyen un ejemplo típico de anáfora, ya que sustituyen al agente concreto de la acción (p. ej. José, Francisco, Alejandro) y el objeto, acontecimiento o fenómeno respectivo (p. ej. historia de la literatura latinoamericana, merluza a la romana, paternidad). También el verbo hacer, de significado bastante amplio, tiene carácter en gran medida anafórico, ya que sustituye aquí los verbos más especializados (escribir, preparar, reivindicar). El ejemplo demuestra claramente qué importancia tienen también para la LT los factores pragmáticos de la actividad de lenguaje, tales como el contexto, la situación, etc. Sin ellos, apenas sería posible interpretar la oración mencionada, ya que por sí sola puede tener un número ilimitado de significados eventuales.
Dice Roa (2017:47) que desde la lingüística del discurso se asumen las denominaciones anáforas, catáforas y exóforas para hacer referencia a los marcadores que establecen regresión temática, progresión temática y relación intertextual, respectivamente. Para este autor las relaciones anafóricas son empleadas por el hablante para hacer alusión a un enunciado ya emitido en su propio discurso. Por ejemplo, las expresiones: por lo anterior, lo precedente, lo mencionado anteriormente, como dije en líneas de apertura, entre otras, permiten que el enunciatario haga alusión a una información dicha con anterioridad para dar más solidez a los argumentos que presenta.
Así mismo Roa (2017:47) sostiene que las relaciones catafóricas indican que existe una información subsiguiente a lo leído. Esos marcadores expresan progresión del tema que se está analizando. Algunos ejemplos de catafórico son los siguientes: En lo adelante, por consiguiente, lo que sigue es, a continuación, entre otros. Del mismo modo, este autor apunta que las relaciones exofóricas establecen relación con otros textos, a los cuales se puede estar citando de forma directa o indirecta. Por ejemplo, el autor pudiera emplear expresiones como la siguiente: Como decía Napoleón, según Umberto Eco, citando a Benavides, y así sucesivamente.
Se puede decir, a manera de síntesis, que la comprensión de la coherencia local o de la microestructura requiere de la puesta en funcionamiento de elementos en uso del lenguaje relacionados con las marcas textuales, referenciales y enciclopédicas del lenguaje. Solo cuando se dominan y se ponen en práctica esas estrategias de comprensión microestructural, logramos conocer todo el entramado de actos de habla ilocutivos que crea cada una de las oraciones del texto, y con ello el macroacto de habla de los párrafos que forman las oraciones hasta llegar a asignarle una macroestructura semántica global al texto que analizamos.
El autor es licenciado en filosofía y letras, tiene una maestría en lingüística aplicada y actualmente cursa la maestría en literatura.
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