Son numerosos y variados los hilos ideológicos utilizados magistralmente por el sistema capitalista, sobre todo en su versión neoliberal, a los fines de embaucar y arrastrar hasta las patas de los caballos (como dice la expresión de la cultura popular), a una importante porción de la población, permitiéndole legitimar todas o casi todas sus diabólicas acciones inhumanas.
Con el frecuente empleo de frases (aparentemente inofensivas y hasta muy tiernas) se va vertiendo muy sutilmente, gota a gota, en la conciencia de cada sujeto la ponzoña ideológica producida por el capitalismo neoliberal, para luego llegar al engaño de fondo, teniendo bien claro su objetivo de continuar eficientizando el proceso socializador de los costos de producción, pero privatizando las ganancias, que implica la concentración de riquezas en una minoría cada vez más reducida y parasitaria.
Veamos (entre muchas frases) una con su correspondiente carga ideológica: «Para uno salvarse tiene otro que joderse». Qué manera más inteligente y al mismo tiempo depravada de promover y apadrinar en la psicología individual y social el egoísmo, la competencia desleal y el sálvese quien pueda, materias primas ideológicas del neoliberalismo que siempre está persiguiendo, entre otros propósitos, la privatización de todos los servicios esenciales de una nación.
No es cierto que para una persona poder disfrutar de sus naturales y constitucionales derechos, o llegar alcanzar una meta (apelando a su competencia cognitiva y sus habilidades físico-mentales) deba la maldad que transitar necesariamente por su memoria, recurriendo a la praxis de estropear a otro u otros. Ese es el pernicioso metamensaje de esa frase que poco a poco va dejando sus huellas en la sociedad, exponiéndola (similar a un niño ingenuo) a las peligrosas toxinas de la mentira, la manipulación y la simulación.
El gran timonel de la revolución China, Mao Zedong, señaló: “En la sociedad de clases, cada persona existe como miembro de una determinada clase, y todas las ideas, sin excepción, llevan su sello de clase”. Por tales razones, cada frase que encuentre hay que interrogarla, desnudarla, porque detrás de la envoltura se esconde el contenido, que no siempre son rítmicos.
Esos sustratos ideológicos que muchas gentes no llegan a percibir, trabajan incansablemente como las células malignas en el cuerpo humano: de forma silenciosa, persistente y agresiva, ya que conspiran contra la buena salud de una sociedad, al tiempo de entregar su indefensa masa trabajadora a los señuelos de la demagogia y el clientelismo político como electoral.
Lo extraño y peligroso es que la tanta repetición de esa y otras mentiras y el gusto que muchos hacen de ellas por su utilitarismo, provoca que a veces tome la forma de una verdadera o aparente epidemia colectiva. ¡Cuidémonos todos que transitamos por un campo (modelo de sociedad) sembrado con muchas espinas venenosas!