Querida caja que me envían desde Estados Unidos, lo que más me gusta de mis cajas es que nunca se roban nada, porque vienen llenas de amor, la gente no le interesa robar amor, no es porque le sobra, sino porque no le importa que una de las cajas vino un pantalón con el mismo color azul del pantalón que le robaron al cantautor cubano, Silvio Rodríguez que le escribió una canción que se llama: Mi unicornio azul y mi sorpresa fue que en mi pantalón los bolsillos estaban llenos de besos de mis hermanas y mis hermanos.
Querida caja, cuando mi hija Paloma cayó en silla de ruedas, mi tristeza fue más profunda que el fondo del mar, solo sentí alivio cuando escuchaba la canción de Alfonsina y el Mar cantada por Luchy Vicioso o Mercedes Sosa, por la blanda arena que lame el mar, su pequeña huella no vuelve más, un sendero solo de pena y silencio llegó, hasta el agua profunda, sabe Dios qué angustia te acompañó, que dolor viejo calló tu voz.
Pero tú mi querida caja, no solo está hecha de cartón, si no de sentimiento, de fe, de apoyo, de creencia y sobretodo de amor, mis cajas me recuerdan la canción de los Guaraguaos, las casas de cartón, sus letras dice, hoy es lo mismo que ayer, en un mundo sin mañana; pero yo resistiré, usando mis cajas de cartón bajo la lluvia, bajo el sol, bajo la luna; porque están hechas de amor y como dice la canción, yo resistiré para seguir viviendo; soportaré los golpes y jamás me rendiré y aunque los sueños se me rompan en pedazos, resistiré.
Querida caja de New York, quien eres tú que tranquilizas mis emociones, que me alejas de los puentes del suicidio y me acercas más a la vida. Quién eres tú que de repente apareces en mi vida haciendo revivir ilusión perdida que hace ya tiempo, adormecida dentro de mí y cuando abra mi caja profunda y grande pongo la canción de Facundo Cabral, este es un nuevo día para empezar de nuevo, para buscar el Angel que me crece los sueños para cantar, para reír, para volver a ser feliz, sí señor.
Mi querida caja de New York, cuando todo se reparte, entre mis hermanas y mi mujer, no voto la caja, utilizo los cartones para construir las ciudades que en mi utopía revolucionaria me hacía creer que era posible, pero los líderes reales ya están muertos, solo quedan los falsos líderes de mi caja de cartón. Pero no todo está perdido deje una caja llena de esperanza para ser abierta, todos juntos en Navidad.
Atentamente,
Manolo Bonilla