Las finanzas personales son motivo de conversación en cualquier escenario de la vida cotidiana y no falta quien opine de manera tajante con respecto a no usar tarjetas de crédito o no tomar crédito o “coger prestao”, como se dice en el argot popular, por considerarse una mala práctica, pero en mi opinión la esencia está más en la combinación entre la procedencia del dinero y el destino que le damos al mismo.
El destino de nuestros dineros puede ser disímiles, pero se pueden agrupar en varias grandes categorías como son: hogar (comida, electricidad, alquiler, agua, teléfono, etc.), salud (medicamentos, seguro médico, gimnasio), educación (colegio, universidad, maestrías, etc.), esparcimiento (vacaciones, viajes, hoteles, conciertos), lujos (joyas, obras de arte, yates, autos de colección, moda), financieros (hipoteca, letra de un vehículo, certificados, préstamos de consumo, participación accionaria, ahorros)
Parte de las categorías descritas anteriormente son considerados “gastos” en su totalidad, o sea no retornan con el tiempo, sin embargo algunas pueden considerarse “inversión” aunque no siempre, como es el caso del gimnasio considerado una “inversión en salud”, si se usa en ese sentido y no para “estar a la moda” y reunirse con el grupo que marca las tendencias del momento , la “inversión en educación” puede retornar con creces, cuando se estudia lo que se va a ejercer o si se hace de manera tal que realmente se adquieran habilidades y conocimientos de manera consciente para ser aplicados o utilizados, también hay “lujos” que se utilizan para perpetuar el valor del dinero y protegerlo de la devaluación, por tanto es otra forma de invertir de manera segura, tal es el caso de las joyas, las obras de arte auténticas, etc., pero en este caso para llegar a este nivel tienen que estar resueltas las necesidades básicas y el flujo de efectivo garantizado que permita “congelar” esas sumas de dinero en esos objetos prescindibles.
El uso financiero del dinero nos puede proveer un vehículo, una vivienda, enseres del hogar, entre otras muchas cosas, necesarias o no, útiles o no, pero el crédito de consumo se ha convertido en una herramienta de fácil acceso para “mejorar” los niveles de vida en algunos casos, en otros casos para “traumar” la vida de quien lo utiliza, porque si bien es sabido que permite “dar un salto” y anticipar beneficios que, de hacerlos por la vía del ahorro, tomaría años en lograrlo, es muy importante tener en cuenta la capacidad de endeudamiento que se tiene, cuánto destinar a compromisos financieros sin descuidar el flujo de efectivo para las actividades cotidianas, lograr este equilibrio es el gran reto, analizar en qué se invierte, qué ahorro proporciona y en qué tiempo se “libera” de esa carga es otra de las claves.
Ahora bien, es sustancial no perder de vista lo importante, no se pueden comprar “rosas a crédito” a nos ser que su negocio sea vender rosas y pueda recuperar su inversión con un margen que le cubra el costo financiero, los gastos de traslado, mantenimiento y mermas, porque si la compra es por puro placer y para ello se tiene que acudir al crédito entonces mucho antes, pero mucho antes, las rosas se marchitaran sin dejar a cambio más que un efímero momento de placer que solo se lo puede permitir quien pueda prescindir de la suma que importan las rosas. Y es ahí donde el consumidor debe pararse a reflexionar y no justificar la compra con el “yo me lo merezco”, “yo trabajo mucho”, “un día es un día”, porque queda literalmente “colgado” y dependiendo de un crédito que se convierte en una bola de nieve que va creciendo y que nada tiene que ver con la satanización de las tarjetas de crédito o de un préstamo “malsano”.
Hay que aprender a ahorrar y hay que aprender a utilizar las tarjetas de crédito y débito que son herramientas que, de utilizarse correctamente, brindan muchos más beneficios que prejuicios. La educación financiera debe ser algo a asumir de manera responsable y no descartar el uso de herramientas de esta índole porque no se conocen. José Martí, el apóstol de la independencia de Cuba narra una deliciosa anécdota, (y parafraseo) … cuenta que un hombre se tiró al agua para aprender a nadar y por poco se ahoga, al salir del agua juró -¡no volveré a entrar al agua hasta que no sepa nadar!- esta pudiera ser la actitud de alguien a quien le ha ido mal en sus avatares financieros.
El movimiento cooperativo tiene como uno de sus objetivos primordiales contribuir a esta educación, a ayudar a sus miembros a organizar y sanear sus finanzas, animar a ahorrar y que aprovechen la sinergia que como comunidad sin fines de lucro fomenta. Dar una mano solidaria y alertar cuando haya peligro de que uno de sus socios decida ¡tomar “rosas a crédito”!