Al iniciar este artículo hago mención de lo que dijo: Alejandro Dumas *La esperanza es el mejor médico que conozco* al querer realizar cualquier proyecto nos llenamos de ella, es decir de la esperanza.
Ella es una virtud teologal, pero también es un valor, una actitud humana ante los bienes que aún no posee, pero que desea alcanzar. La esperanza, como virtud antes las realizaciones futuras, sobre todo las más deseadas y difíciles de lograr.
En la antigüedad los filósofos, es decir, los romanos le dedicaron un templo en Roma en el Foro que llamaban **Olitorio**, lugar donde se vendían las verdes hojas de los árboles simbolizan la esperanza de los frutos que en fechas próximas se van a cosechar, por eso colocaron en ese lugar un templo a la diosa Esperanza.
Contar este hecho histórico como muestra de que la esperanza se debe mantener en todo y para todo lo que se realice en la vida. La esperanza nos llena el alma de seguridad, de certeza de aquello que tanto ansiamos y soñamos lo lograremos. Las personas somos extendidos y proyectados a lo largo del tiempo y aunque el signo más evidente de madurez mental y psíquica sea vivir plenamente el presente de cada día sin que nos preocupe ni el pasado que ya no es ni el futuro que tampoco es, la cruda realidad es que el ser humano se mueve constantemente entre el pasado y el futuro, entre la causalidad y la finalidad.
Todo lo que hace, lo que soy y lo que tengo en estos momentos tienen una causa eficiente en lo dicho anterior: si tienes hijos, si soy madre o padre. Esposo o esposa es porque antes te casaste y formaste un hogar. Si entiendes temas pedagógicos, filosóficos, psicológicos, éticos es porque antes hiciste los estudios pertinentes. ¿Qué quiero decir con esto? que mi vida, tu vida y la de todos está regulada de alguna forma por el después. Donde quiera que damos un paso o hacemos una gestión es siempre con una finalidad, hasta cuando decimos que estamos haciendo algo simplemente por pasar el tiempo, por nada; también el ocio y el empleo es un fin.
Toda actividad humana es gestada desde el pasado por causas eficientes y se proyecta hacia el futuro por causas finales. ¿Dónde situaríamos entonces la esperanza? en la línea del después, de la finalidad, de aquello que deseamos conseguir y todavía no lo hemos logrado. Todos necesitamos, de la virtud de la esperanza pero de manera más primordial y directa, el niño, el adolescente, el joven, ya que en esta etapa hacia el futuro de la vida, el ser humano no está completo, es un proyecto y necesita ser orientado hacia el futuro. Es el momento de educar para aprender, conocer y dominar ese futuro, o lo que es lo mismo de educar para la esperanza.
¿Quién debe educar para la esperanza? ¿Cómo se educa para la esperanza? Los padres y educadores son por oficio los encargados de educar para la esperanza, pero no podremos si nosotros mismos no somos ejemplo de esperanza, si nuestra vida no es un proyecto de esperanza si nuestra actitud mental no es positiva. El educador, el formador de corazones intrépidos, henchidos de ilusión y de esperanza, llenarse de ella y sentirla y vivirla a raudales en el día a día con sus estudiantes.
Finalizo este artículo con la frase siguiente: *Si eres capaz de imaginar algo, también eres capaz de convertirlo en realidad.*
Dra. Luz Minerva Jerez, docente de la Universidad Católica Nordestana (UCNE)