Querida vaca, lo de enamorada no me refiero a tí, sino a tu dueño, porque las vacas no se enamoran, porque son vacas. Pero tu dueño habla tanto de tí. Explica con ternura la forma en que te bañas, con champú regular que huele bien, los días que te lleva al doctor veterinario, el spray que te compra para la higiene de tu vulva, el cepillo con que limpia la piel de tu cuerpo y el pequeño toque de perfume de mujer cerca de las tetas.
Según él, lo que más le gusta de ti es que te conoció Vaca, sigue siendo vaca, no como su primera esposa que amanecía encarada, la cabeza llena de rolos, se metía al baño y duraba largo tiempo hablando por el celular y yo esperando turno porque hay un solo baño y si le toco, se encojona, me azara el día.
Y seguía diciendo Mi carro en la pequeña marquesina está delante del carro suyo.
Tengo que esperar que lo mueva, llego tarde al trabajo, hasta un día que mi jefe, mi socio y compadre me preguntó, por qué siempre llega tarde y le conté todo, hasta los días de semanas que mi mujer cambia de cama, para no hacer el amor conmigo por puro celos.
Cuando llego tarde en la noche del trabajo cansado, hacer la cena y ver un juego de pelota y recibir llamadas de mi jefe que me repite por varias veces: en su vida. usted no encontrará una mujer como la comadre, de lo contrario, busque una vaca o una monja.’’
Querida vaca, la esposa del jefe es bella, inculta, grosera, joven, puta, haragana, gastadora.
Vive su madre con ella, los domingos le gusta jugar bingo con sus amigas ricas, escuchar bachata, reggaetón y tomar cerveza alemana con algunos cigarrillos y cada dos meses de fin de semana en un hotel de los llamados caros.
Y mi jefe sólo dice: ella cambia cuando madure. Ella tiene 40 años y mi jefe 55, tienen tres hijos que miden seis pies y algunas pulgadas, pero no sirven para nada, sólo duermen, comen y juegan todos los disparates que tienen en el celular, para esto no se cansan y el más grande tiene los ojos azules, no es gordo, parece un artista, pero camina con un swing que parece del otro lado. Pero mi jefe dice que él cambia cuando madure y ya tiene 20 años.
Mi querida vaca, te repito, lo que más me gusta de ti es que naciste vaca, sigue siendo vaca y morirás siendo vaca. De tí no espero que madures, no quiero que cambies como decía mi jefe de su mujer e hijos. Cuando te llevo al campo me gusta que los toros se te acerquen y hasta te hacen el amor y me alegro al verte porque confirmo que eres una vaca. Eso es lo que quiero.
A mis amigos que escuchen la canción que dice: quiero a alguien que me quiera como soy, que no quiera cambiarme y me ame, sólo como soy. Que no intente cambiarme.
A mis amigos que sueñan que sus neuróticas mujeres maduren y cambien.
Que se busquen una vaca, como la mía y no tienen que esperar nada que no sea ser vaca. Atentamente,
Manolo Bonilla,
Un toro feliz.