También hoy he tenido un cierto rifirrafe con un vendedor callejero, vendía mangos y aunque aún no es temporada ni están en plena sazón me apetecía llevarme tres de ellos para tres nietos a quienes les gusta mucho este tipo de fruta.
Lo sé siempre ¿A cómo van? A uno por cuarenta pesos y tres por cien. Bien, deme tres. Escoja. Y así lo hice, elegí dos mangos que se veían bien, con buen tamaño y color, y al tomar el tercero, me lo quitó de la mano y me puso otro que tenía ¨en parte atrás del carrito¨ mucho más pequeño y que no lucía igual de sano que los otros dos anteriores.
Yo protesté pues los quería todos iguales y el ¨manguero¨ me dijo que él los compraba ligados (dos buenos y uno malo) y los vendía así también, ligados.
A mí me salió de inmediato el mal humor de anciano harto mil veces de ser engañado de mil maneras y le respondí que los cien pesos que le iba a dar a él eran todos buenos e iguales, que no había ni la tercera parte, ni uno solo, de ligado.
Como podrán imaginarse la venta no se produjo, me fui y el vendedor siguió en voz bien alta con su rosario de reproches.
Ustedes tal vez dirán que soy tacaño o como decimos por aquí, mal genio por añadidura, pero por haber tanto permisivo es que hay tanto abusador, ya sea en cosas grandes como contratos de minas y carreteras o en minúsculas como unos simples mangos.