Aprender a leer es un proceso que implica simultáneamente aprender a descodificar en todas sus etapas: atención, relación, integración, comparación, razonamiento y todo lo aplicable a las características del texto.
Esto tiene por finalidad reconstruir el significado ya que si no se agotan esas etapas la lectura se convertirá en algo poco deleitable.
La lectura es una relación que se establece entre el lector y el texto “una relación de significado que implica la interrelación entre lo que aporta el texto y lo que aporta el lector, de manera que pueda así construir un significado nuevo.
Esto facilitará una adquisición cognoscitiva del lector en sus competencias comunicativas sobre las formas y uso de la lengua en las diversas funciones de su contexto social y cultural.
En esta perspectiva el lector aportará el razonamiento y logrará reconocer las diferentes situaciones que se presentan en el texto.
La lectura como actividad lingüística cognoscitiva implica una relación necesaria en la cual interactúan texto y lector.
La construcción activa por parte del lector conlleva a una representación mental del significado del texto que estará determinada en gran medida por el conocimiento previo del lector.
Es decir, que cuanto mayor es el conocimiento previo del lector, mayor es la probabilidad de conocer el contenido y de que haga las inferencias adecuadas mientras lee y construya significados correctos en el sentido de una aproximación a lo que el autor quiso transmitir o decir.
El acto de lectura no es un simple proceso de conocimiento, es una experiencia que compromete al individuo en todos sus órganos sensoriales tanto en sus aspectos individuales como colectivo.
El placer de la lectura constituye una doble satisfacción: la estimulación de la imaginación y la plenitud cognitiva que requiere atención especial y peculiaridades personales de recepción e interpretación.
La lectura es una actividad personal que amplía constantemente los conocimientos del lector porque en ella se procesan todo tipo de recursos lingüísticos que se reflejan en las relaciones sociales y en el desarrollo comunicativo. Aquí se puede aplicar la frase “oíd hablar a una persona y sabréis si lee”.
Una máxima establece que “Quien lee un libro tiene una palabra para su vocabulario, quien lee mil libros tiene mil palabras para comunicarse”.
En mi labor docente aconsejo a los estudiantes la lectura en voz alta de manera que pongan de manifiesto las experiencias externas de la actividad intelectual ya que una lectura silenciosa no permite el desarrollo crítico, analítico y lexical de lo que está escrito, mientras que una lectura en voz alta estimula que un estudiante que no tiene hábitos de lectura sienta simpatía y deleite por la misma y mejorará entonces el proceso de aprendizaje cada día de lo simple a lo complejo reflejado en todas las áreas del saber.
La autora es Profesora de Lengua Española en el liceo Juan Pablo Duarte y en la escuela Eugenio Cruz Almánzar, con maestría en Lingüística Aplicada a la Enseñanza de la Lengua Española.