Leia, despertó con un rayo de sol que entraba desde su ventana.
Escuchaba a su padre gritarle desde la fría cocina. Su voz, recorría todo el pasillo hasta su cuarto, la casa siempre se sentía como si fuera un cementerio, era sombría, solitaria y triste. Leia, estaba agotada todo el tiempo, tenía tareas, deberes y compromisos que cumplir; estaba sola, su padre era un alcohólico y su madre falleció hace varios años, su vida era miserable.
Esa mañana, el día se tornó nublado. Leia se preparaba para ir a la escuela como de costumbre tomando su mochila y su abrigo, ella nunca desayunaba, siempre trataba de evitar a su padre, él siempre la golpeaba y la culpaba por la muerte de su madre… saliendo de su casa un chico la esperaba en la puerta.
– ¡Buenos días!
El chico era un magnate, su piel era blanca como la porcelana, sus ojos marrones como la miel y su cabello era suave al igual que una pluma…
– Hola.
– ¿Por qué no tomas un paraguas? se avecina una tormenta…
Leia solo lo ignoró y continuó su camino, vivía en un sendero por las montañas, nunca se apreciaba la luz del sol por el camino, pero ese día fue diferente. Mientras se dirigía a la escuela, la seguía y nunca desistió a ella. Ese chico siempre estuvo ahí, de hecho, él era su vecino y siempre tuvo el pensamiento de que Leia era un misterio, ella nunca sonreía, nunca tenía expresiones, nunca se le vio feliz era como un cuerpo sin alma. Siempre estuvo triste, hasta que ese día se dieron cuenta del porqué.
Mientras caminaban, él seguía tras de ella en silencio, en el fondo del sendero se podía ver un destelló de sol, no muy grande pero ahí estaba, cuando pasaron por el camino ella paró repentinamente espantando al chico, él se sorprendió al observarla tomando el pequeño rayo de sol que iluminaba el camino, él nunca la había visto disfrutar de algo, pero en ese momento ella se sintió libre, Leia tenía una hermosa piel blanca, una oscura y larga cabellera y unos ojos verdes como los de un valle, pero ella tenìa un defecto extraño, su sombra nunca se reflejaba, era como si no existiera. Él estaba atónito porque nunca la vio de esa manera, solo la observaba desde la ventana de su casa, sea leyendo un libro o estudiando.
El solo se quedó parado viéndola disfrutar del sol con tanto placer, era como un paraíso para sus ojos. De pronto escuchó una voz…
– ¿La ves?
Estaba sin palabras por apreciar todas las marcas que tenía ella en su rostro, pero aun así para él, era más que hermosa…no escucho la pregunta.
– ¡Marcos! ¿La ves?
– ¿Desde cuándo sabes mi nombre?
– Eso no importa… ¿La ves? Mientras Marcos preocupado le pregunta.
– ¿Ver qué?
– Mi sombra… la perdí cuando mi madre murió hace muchos años y nunca la volví a encontrar, siempre me he sentido como un cuerpo sin alma, deambulando por los caminos, esperando a que ella me encuentre o buscando un torso de libertad o felicidad.
– ¿Marcos, quiero hacerle tres preguntas?
– ¿Sí?
– ¿Por qué siempre me sigues? ¿Por qué quieres ser infeliz estando a mi lado? ¿Por qué quieres ser tan miserable?… sabes, aunque no lo creas te he observado y eres un chico tan lleno de energía, felicidad, humildad… eres bueno y aún no entiendo porqué te fijas en alguien que simplemente es un cadáver.
– Leia, me subestimas mucho, las cosas no son como aparentan ser, yo soy así porque a pesar de las cosas malas o buenas que pasen, la vida siempre tendrá un motivo para mí, y es mejor despertar con una sonrisa a no volver a despertar nunca, y si todos estos años desde que te mudaste al lado de mi casa y desde la muerte de tu madre estuve cerca de ti, sea escondido u observándote desde lejos, es porque no puedo dejarte sola, siento que debo de cuidarte…
– No tienes por qué tenerme lastima, yo puedo cuidarme sola…
– No es lastima… solo quiero estar para tì y que tú me dejes estarlo.
– ¿Y por qué debería dejarte hacerlo?
– Porque así podría ayudarte a encontrar tu sombra.
Ella lo vio detenidamente, sintiendo un pequeño latido en su corazón, pensando en que si esto sería una buena idea o no, y solo le respondió…
– Haz lo que quieras.
Leia continuó su camino, mientras él seguía detrás, cuando caminaba una gran sombra se veía pegada a la de él, era enorme y con cadenas que con cada movimiento intentaban romperse, pero era muy difícil, la gran sombra estaba atrapada a un pasado lleno de dolor y sufrimiento.
Eran las 10:30 de la mañana, ella seguía en sus clases de matemáticas; se quedó dormida a los diez minutos después que empezó la clase, no fue una buena noche, ya que su padre entraba todas las noches a su cuarto para golpearla y recordarle la muerte de su madre.
Tocaron la campana de salida a las 12:30 meridiano, empezó a llover a cántaros, ella seguía totalmente dormida. Su maestra la despierta con un fuerte golpe de un libro al caer; fue a propósito. Ella se levanta y recoge sus útiles, cuando está de camino a la salida, se dió cuenta de que estaba lloviendo – ¿Por qué no traje un paraguas? – fue en lo único que pensó.
Sale caminando bajo la lluvia, mientras caminaba siente unos pasos cerca de ella, se dió la vuelta y no vio a nadie en los alrededores, volteó de frente y siguió su camino como si nada hubiera pasado… mientras caminaba volvió a escuchar los pasos, volteó repentinamente y observó una sombra de una mujer, encadenada y sufriendo… se quedó helada, no podía moverse, volteo nuevamente y vio a Marcos detrás de ella.
– ¡Leia! ¿Estás bien? ¿Me escuchas?
Se quedó atónita, no creía lo que acababa de ver, su cuerpo no respondía a nada, ella y Marcos estaban empapados, él la tomó de los hombros y la levantó llevándola hasta un árbol para recostarla… continuaba sin creer lo que vio.
– Era yo…
– ¿Qué dijiste?
– Esa sombra, era yo… Esa sombra encadenada, tratando de liberarse era yo y justamente apareció cuando tú apareciste, ¿Por qué? ¿Por qué puedo verla cuando tú estás?
Esperaron a que la tormenta cesara para continuar el camino a casa, se le hizo un poco tarde; su padre odiaba que ella llegara tarde, cuando se le hacía tarde ella entraba por la puerta trasera para así evitar hacer ruido y despertar a su padre.
Llegó a su cuarto, aún seguía algo mojada por la tormenta, su cabeza no paraba de dar vueltas pensando en esa peculiar sombra – ¿Seré esa en verdad? – ¿Por qué solo la pude ver con Marcos? – ¿Por qué estaba encadenada? – tenía muchas preguntas…preguntas sin respuestas algunas.
Leia trata de tomar una siesta, pero no consigue el sueño por los ruidos que provienen de su ventana, era Marcos lanzando piedras hacia la venta, ella se levantó aturdida, con miedo por lo que había visto antes… se asoma a la ventana y lo ve.
– Marcos, ¿Qué haces aquí y a esta hora de la noche?
– No puedo dormir, desde lo que pasó esta tarde me he sentido aturdido… ¿Puedo subir?
– Estás loco Marcos, vete a tu casa y no molestes.
– Por favor, Leia…
Ella solo lo ignoró y cerró la ventana, pero cuando estaba acercándose hacia la cama algo le dijo para; volvió a sentir algo extraño en el corazón. Volvió hacia la venta y dijo…
– Marcos…
Él se detiene a mitad de camino.
– Sube.
Él subió por un árbol que estaba cerca de su ventana y así pudo entrar a su cuarto, su cara se iluminó al ver la de ella, ella solo tenía una sudadera holgada y unas medias; ella solo lo ignoró y se recostó.
– Tu duermes en el suelo, y a primera hora te vas. No quiero que mi padre te vea.
– Está bien… Leia.
Pasó una hora, después de que él subió a su habitación, el cuarto se sentía tan frío y sombrío que él no podía dormir con facilidad.
– Leia, ¿Estás dormida?
Ella está despierta con la mirada fija en el techo; le cuesta mucho dormir…
– ¿Leia?
– ¿Pasa algo?
– ¿Crees que esa sombra que viste tenga que ver algo conmigo?
– No estoy segura…pero fue extraño y algo nostálgico, nunca había visto mi propia sombra y justo en ese momento la pude apreciar por primera vez, me asusté en el instante, pero también me alegré, porqué si tengo una sombra- suelta una carcajada- creo que estoy actuando como una loca, todos tenemos una sombra; pero la mía está perdida.
– ¿Y no crees que esté lo más cerca posible de ti sin tu darte cuenta?
– ¿A qué te refieres, Marcos?
– Digo…-se levanta del piso- ella puede estar a tu lado, pero tú no la puedes ver porque tus ojos están cegados por el dolor y sufrimiento que has pasado… ¿Por qué no solo te da la libertad de sentir algo?
– Porque tengo miedo…
– Miedo…-le toma la mano- ¿miedo a qué?
– A sufrir más de lo que estoy sufriendo por buscar la felicidad… Marcos, solo mírame.
– Eso hago…
Ella se quedó viéndolo en el borde de la cama y no tardó un segundo para que una lágrima corriera por su rostro, tiene miedo a ser feliz, miedo a ser amada…miedo a enamorarse. Él la tomó y tocó su rostro con la intención de limpiarle las lágrimas, pero en un abrir y cerrar de ojos ella estaba aferrada en su pecho; lo abrazaba como si sintiera que iba a morir ese día, y él, solo la abrazó hasta que se quedó dormida.
Pasaron las horas y los dos dormían abrazados, él dormía profundamente y a ella se le iluminó el rostro con una pequeña sonrisa, la luz de la luna entraba por la ventana; el reflejo de los dos se veía en la pared y en el fondo se apreciaba una sombra, la sombra seguía al lado de él y de repente, una de las cadenas de esa sombra se rompió.
El sol subía por las montañas iluminando el oscuro cuarto, ellos seguían dormidos. Leia se veía tan serena como si estuviera en una nube, abre sus ojos despacio y se da cuenta de que amaneció y que ella se encontraba en los brazos de él… se queda observándolo con mucha lujuria, le acaricia el pelo, pensaba que todo era un sueño, de repente cae en la realidad, vio el reloj -caramba- eran las 8:30 de la mañana, se levanta con prisa, él se asusta por un segundo, pero también se da cuenta de lo tarde que es.
– ¡Vete! Mira lo tarde que es, mi padre podría entrar.
– Lo sé, lo siento no me percaté de cuando amaneció.
Él recoge sus cosas con prisa y cuando está a punto de salir por la ventana, ella lo detiene.
– Gracias…
– ¿Por qué?
– Por quedarte, tonto. Alístate y Espérame afuera.
Él le devuelve una sonrisa y sale por la ventana, ella termina de arreglar sus cosas y cuando va a salir del cuarto se encuentra con su padre -carajo- él como siempre, olía a alcohol, estaba en mal estado, parecía un zombi.
– ¿Por qué vas tan tarde a la escuela? Leia.
Ella no le responde, siempre evitaba hablar con su padre porque era violento y abusivo con ella.
– la abofetea- ¡Responde!, te estoy hablando insolente igual que tu madre.
– Le grita- ¿Desde cuándo te importa? Si todo el tiempo me golpeas, te quejas, estás ebrio; hace mucho tiempo dejaste de ser mi padre, ahora solo somos simples extraños que vivimos en la misma casa y ¿Sabes algo? soy una adulta, cumplí 20 años el 15 de junio del año pasado, tengo la suficiente edad para vivir sola.
Ella sale estrellando la puerta, ve a Marcos afuera, va hacia él corriendo, se sentía como si tuviera un peso menos; que podría dar un paso más en la vida, ya ser infeliz no era una opción.
Va hacia Marcos y lo sorprende con un fuerte abrazo que él no esperaba, lo único que pudo hacer fue devolverle el abrazo.
– Marcos, estuve pensando en lo que me dijiste aquella vez, y sì, quiero intentarlo, quiero encontrar mi sombra y ser feliz… dejaré todo lo que me haga daño y lo que no me deje ser. Me mudaré, quiero volver a encontrarme, volver a sentir la libertad, visitar a mi madre y decirle que me iré, pero ¿Sabes que quiero?
– ¿Qué quieres?
– Quiero que vengas conmigo, ayúdame en este camino, dijiste que estarías conmigo en todo momento, que no me dejarías sola ¿Quieres venir conmigo?
Él la aparta. Ella se asusta por un momento, pero él le toma del rostro y la besa con pasión.
– No sabes cuánto he esperado por este momento Leia, no sabes cuánto he esperado por ti, siempre estaré en cada paso que dè, te seguiré hasta el fin del mundo -vuelve y la besa-.
El sol resplandece entre los dos, dos sombras se entrelazan, la sombra de Marcos le extiende la mano dándole paso hacia Leia, cuando sueltan sus manos el resto de las cadenas se rompen y una luz brillante resplandece todo el camino. La sombra de Leia siempre estuvo en sus ojos sin darse cuenta, solo porque sus ojos estaban cegados por la vida que no conocía porque solo era dolor y sufrimiento.
– Leia, observa…
Ella mira hacia el piso y las lágrimas empiezan a brotar; llora de felicidad.
– Solloza- ¡Es mi sombra! ¡Marcos es mi sombra!
– Te lo dije. Solo tienes que darte una segunda oportunidad a ti misma, y sin darte cuenta tendrás todo lo que has querido en el mundo.
– Leia, vámonos de aquí. ¿Qué dices?
– Sin miedo a lo que se avecine me iré y seré feliz a tu lado.
Ella y Marcos fueron al cementerio del pueblo, Leia quería despedirse de su madre y contarle cómo se sentía y decirle todos los planes que tenía, llevaba una rosa roja para su madre; eran sus favoritas. Concluyó de hablar con ella, le dio un beso a su placa, la miró por un segundo… Tomó la mano de Marcos y tomaron el primer autobús que se dirigía fuera del pueblo, dejando todo atrás.
Y así empezó la nueva vida de Leia, pero olvidando que las sombras del pasado tenían sus propias cadenas.
Fin.
Scar.