Ayer por la tarde decidí tomar el autobús para hacer una diligencia pues el tránsito es caótico e insufrible, y mientras esperaba y esperaba, ya se sabe que con este tipo de transporte capitalino uno se acuerda de la película aquella tan famosa de Burt Lancaster ¨de aquí va la eternidad¨, una canguro adulta se puso al lado mío también aguardando con santa paciencia la llegada del vehículo. Como también en la película Forrest Gump de Tom Hanks mientras estábamos sentados en el banco comenzamos a charlar.
Casi de inmediato me contó que venía del supermercado y que la mercancía comprada la llevaba en la bolsa tan propia de ellos y que le era muy útil pues además de llevar a sus crías al colegio o de paseo, le servía para meter los productos sin tener que envolverlos en las fundas plásticas que tan generosamente regalan esos establecimientos y contribuía así a contaminar menos el planeta. ¿Sabe? me dijo los micro plásticos están en todo, en los pescados, las lechugas, en el mar, en el aire… si seguimos así pronto seremos unos plastic-seres, con el hígado, los riñones, el corazón y todos los órganos de ese material, claro que de esa manera podríamos vivir cientos de años sin descomponernos…talvez sea hasta una ventaja, ahora todo lo bueno es malo y lo malo bueno.
Al notar que observaba que llevaba zapatos me siguió diciendo que para caminar por la ciudad tenía que protegerse con calzado grueso por las vidrios, alambres, clavos y basuras tan abundantes en las aceras que podrían dañarle los pies, los tenis blancos con rayas rojas eran sus preferidos. Me contó también que no era natural de Australia y que nunca habías visitado ese país aunque algún día le gustaría conocerlo pero estaba tan lejos y los pasajes tan caros… Que nació en la ciudad de Tenares hacía treinta años donde hay una colonia abundante de individuos de esa especie bien adaptados a las peculiaridades del país y que ya no comían hierba, el sancocho y las arepitas de maíz eran sus platos preferidos.
Uno de ellos llamado Kangur-O estaba aspirando al puesto de regidor y que de lograrlo para su comunidad sería un gran salto hacia adelante. Como el autobús, fiel a su profesión, aún no llegaba siguió contándome infinidad cosas, que no le gustaba tener perros y en especial de los llamados Dingo, que sus hijos ya iban al kangurgarten donde se estaban alfabetizando rápidamente, que sus bisabuelos habían llegado a la República Dominicana formando parte de un circo francés haciendo un número de boxeo que tanto agradaba al público local, donde decidieron establecerse por las bondades del clima y la amabilidad de su gente.
Era ama de casa con cuatro hijos, ciudadana de pleno derecho, con cédula y pasaporte, votaba cada cuatro años. Cuando por fin llegó el bendito autobús me invitó a conocer su familia, su esposo, muy amable, era topógrafo graduado medidor de parcelas por pies cuadrados, y vivían en la calle Marsupiales 22. Le agradecí mucho su invitación y que si algún día pasaba por la simpática Tenares de seguro les haría una visita de cortesía.
Oigan, no saben lo que cuesta inspirarse para escribir un lunes por la mañana cuando las musas aún están perezosas y resacadas y confunden personas con canguros y cosas así.