En una noche mágica que quedará grabada en la memoria de 50 mil personas, Juan Luis Guerra protagonizó un concierto histórico, marcando su regreso a los escenarios locales tras un largo paréntesis.
El concierto parte de su gira «Entre Mar y Palmeras», congregó a la multitud en el estadio Olímpico de Santo Domingo, ansiosas por revivir en vivo las melodías que han definido cuatro décadas de una carrera musical sin igual.
El espectáculo fue aclamado tanto por expertos en cultura y entretenimiento local como por el público asistente, quienes no escatimaron en elogios, catalogándolo de «grandioso» y «el mejor» en la trayectoria del más internacional de los cantautores dominicanos. La espera de años por este momento se vio recompensada con una actuación que, sin duda, fue calificada de «excepcional».
Durante las dos horas de concierto, Juan Luis Guerra y su banda 4.40, precedidos por la actuación de la rapera dominicana Melymel y una colaboración especial de Mozart La Para, deleitaron a los presentes con un repertorio que abarcó lo mejor de su amplia discografía. Desde los temas clásicos hasta las más recientes composiciones, cada canción resonó con la pasión y el talento característico de Guerra.
El evento arrancó con «Rosalía», con Guerra apareciendo en escena entre fuegos artificiales, ataviado con una chaqueta marrón/granate adornada con flores, una camisa blanca con corbatín, y su inconfundible gorra, evidenciando el entusiasmo de actuar en su tierra natal. A lo largo de la noche, el ritmo fluctuó desde el merengue hasta la bachata, la salsa y las baladas románticas, incluyendo éxitos como «Como tú no hay ninguna», «La llave de mi corazón», «El Niágara en bicicleta», entre muchos otros, sin olvidar dedicatorias especiales a su esposa y su fe cristiana.
Además de su repertorio, el concierto se destacó por la presencia de artistas invitados de renombre, tanto locales como internacionales, incluyendo a Fonseca, Melybel, Alex Ferreira, Vicente García, y los hermanos Rosario, quienes se unieron a Guerra en el escenario para interpretaciones memorables. Este reencuentro con viejos amigos y colegas sirvió como un emotivo recordatorio de los humildes comienzos de Guerra y 4.40, consolidándose como una celebración de su evolución a estatus de ícono musical global.
A pesar de un breve momento de tensión con la aparición no deseada de propaganda electoral, el concierto se mantuvo como una celebración de la música, culminando con «La bilirrubina» y dejando a todos los asistentes con una sensación de alegría y satisfacción indescriptibles. En definitiva, Juan Luis Guerra demostró una vez más por qué su música ha trascendido generaciones, uniendo a miles en una noche de arte, cultura y comunión musical.