En la mañana del domingo dos de mayo, Monseñor Alfredo de la Cruz Baldera, obispo de la Diócesis de San Francisco de Macorís encabezó la Eucaristía en la que administró el sacramento del orden en el grado de Diácono permanente a Eradio Molina Muñoz, Tomas Pereyra Camacho y José Apolinar Abreu Nolasco de su parroquia San Martín de Porres.
La ordenación tuvo lugar en la parroquia San Martín de Porres acompañados de sus esposas, hijos, parientes, relacionados e invitados, luego que los tres nuevos diáconos permanentes agotaran dos y medios años de formación.
En la celebración, monseñor expresó que “este es un momento de profunda alegría y celebración para toda nuestra comunidad parroquial, sus familias, la diócesis y la Iglesia a nivel universal”.
También agradeció a las esposas y familiares de los tres candidatos haber dado su apoyo para lograr esta meta.
En la promesa de los elegidos, los candidatos expresaron su compromiso ante el obispo y todo el pueblo fiel de ejercer el oficio de diácono. Los candidatos se postraron en el suelo en señal de humildad mientras se cantaban las letanías de los santos.
El momento central de la ordenación fue la imposición de las manos a los tres escogidos y con la oración de ordenación. Con estos dos gestos se les confirió el don del Espíritu Santo para el oficio de diácono.
Ya ordenados, Eradio, Tomas y Manuel fueron revestidos con la estola en forma diaconal y la dalmática, y recibieron el libro del Evangelio para proclamarlo en las celebraciones litúrgicas.

La Santa Misa fue vivida por todos los presentes con gran alegría y acción de gracias a Dios por tener el privilegio de vivir una ordenación en la parroquia.
Durante la homilía, monseñor resaltó la trilogía de la familia, el descanso y la oración hizo un recorrido histórico sobre el ministerio de los diáconos y animó a tener a Cristo como icono de la Iglesia que sirve, puesto que la tarea principal del diácono permanente es el servicio a los demás.
–Diakonos, en griego, significa «servidor». Forma parte del sacramento del orden, que tiene tres grados: diaconado, presbiteriado y episcopado.
La primera vocación del diácono es al matrimonio, su familia y trabajo. A partir de ahí, hace un voto de obediencia al obispo y se le asignan una parroquia. Un diácono permanente puede celebrar los sacramentos del matrimonio, bautizar y presidir la celebración de la palabra, las exequias fúnebres, bendecir la liturgia del altar y la pastoral entre otros servicios. Un diácono, en definitiva, se ordena para servir: en la palabra, la liturgia y la caridad.