Vivo en un barrio de clase media baja donde todo los que habitan son modestos trabajadores con un comportamiento en general muy adecuado y bastante solidario con la comunidad. Mi vecino más próximo, el de mi derecha, es don Orny un ornitorrinco que se dedica a la reparación de cisternas y que lo hace muy bien pues resiste un buen tiempo bajo el agua y acaba a la perfección sus encargos. En su casa tiene instalada una enorme bañera. Nació en Australia y se mudó aquí hace ya un tiempo y se encuentra perfectamente adaptado. Los rumores dicen -en los barrios siempre los hay- que tuvo que salir huyendo de la justicia de su país porque un pleito con un canguro rojo macho al que hirió gravemente al clavarle el espolón que posee esta especie en la parte posterior y que lo usan para defenderse.
La reyerta fue por la disputa de una kiwi en celo. Cosas pasionales como esta en Australia son frecuentes por el calor, la escasez de hembras y las grandes extensiones del territorio. Don Orny pudo subirse al tanque de agua de un barco y escapar a los duros castigos de ese país. Aquí lleva un comportamiento muy correcto y es apreciado por todos pues ayuda a mantener limpio el acueducto.
Los vecinos de mi izquierda son Jirifo, y Jirifa, una simpática pareja de jirafas kenianas, llegadas hace un par de años huyendo de los leones y otros depredadores que siempre los estaban acechando. El marido, don Jirifo, se ocupa en la reparación de tejados dañados, después de las lluvias siempre está muy ocupado tapando goteras aquí y allá. La esposa se dedica a sus labores de ama de casa, es muy hacendosa y tienen dos vástagos, Jirifin y Jirifita, muy simpáticos y juguetones, le encanta sacar a todas horas sus cuellos por las ventanas. Por cierto les costó bastante encontrar una vivienda con la altura adecuada, e incluso tuvieron que levantar el techo del segundo piso un par de metros más.
En frente de mi casa vive doña Pitona, una serpiente pitón reticulada de Malasia que mide seis metros y es posee un grosor muy considerable, al quedarse sin marido que lo mató un cazador furtivo decidió emigrar de su país y establecerse en uno lejano que no le trajera estranguladores y devoradores recuerdos, algunos le llaman cariñosamente ¨la viuda gorda¨. En estos momentos está totalmente ocupada en digerir una pierna de buey que compró en el matadero y pudo tragársela entera sin demasiada dificultad y pasará en estos jugosos menesteres unos tres meses.
Doña Pitona no trabaja, vive de las remesas que le envían sus familiares de Kuala Lumpur, unos comerciantes exportadores de pieles de cabra que gozan de buena posición. A pesar de su imponente aspecto, Doña Pitona es inofensiva, sale poca la calle y disfruta estar en su hogar, aunque algunos sospechan que la desaparición misteriosa de don Can, el perro vecino que trabajaba de guachimán en un almacén de gomas tuvo algo que ver con ella, pero ya se sabe que en los barrios, por buenos que sean, siempre hay alguna lengua maledicente.
Un poco más adelante vive Don Lobín, un lobo estepario siberiano de grisáceo pelaje que se dedica a pastorear ganado en las fincas cercanas, tema este del que según afirma conoce bastante. Está en el barrio desde hace tres años, y salió de Novosibirsk huyéndole a las bajas temperaturas de esa vasta región y a las terribles heladas que congelan todo lo que vive, además de la caza constante de los lugareños que amenaza con exterminar a los pocos ejemplares que ya quedan. La verdad es que lo han despedido de los trabajos varias veces, todas después del recuento de ovejas, pero según afirma don Lobín la causa se debe a que los ganaderos son unos ignorantes y no dominan la aritmética y por eso las cuentas al final de mes nunca les cuadran, siempre encuentran menos ejemplares de los que le encomendaron.
Don Lobín está perdidamente enamorado de una nívea cordera de mucha lana que no corresponde a sus requerimientos porque según proclama no se fía de sus intenciones, dice que el morro y las patas blancas maquilladas con harina cuando la visita no le dan buena impresión, y eso no obstante que don Lobín le ha prometido abrigos y vestidos de costosas pieles exóticas.
Un poco más adelante vive don Osón, un ejemplar grizzly mexicano que comercia con mieles, jalea real y otros dulces, es de un gran tamaño, pone rancheras a todo volumen día y noche, por lo general es tranquilo pero si le molestan se vuelve poco menos que una fiera y destroza todo lo que esté a su alcance. Los cobradores han dejado de visitarle. Los rumores ¡siempre los rumores! son que se escapó cuando trabajaba en un circo de Chihuahua después de dejar malherido al domador porque lo hacía pasar a punta de látigo por un aro en llamas de esos que usan para tigres y leones y como él era lento de movimientos se quemaba la piel. Lo persiguieron por todo el estado pero al llegar al de Sonora un cártel mafioso lo capturó y estuvo enjaulado en una casa de lujo de un famoso narcotraficante. Allí lo drogaban para diversión de sus captores y visitantes hasta que un día fingió estar con una sobredosis y pudo burlar la vigilancia del capo y se estableció en el barrio. Varios de sus vigilantes acabaron en el hospital por varios meses.
Bueno, hay más vecinos pero no puedo describírselos todos, es hora acicalar mis alas, extenderlas varias veces para estar en forma y comenzar mi vuelo diario, trabajo en una compañía francesa sustituyendo drones dañados pues tengo muy buena vista, alcanzo alturas espectaculares y dispongo de mucha autonomía de vuelo, debo que alimentar a mis tres polluelos y a mi compañera, ella se queda cuidándolos con mucha ternura. Como dije al principio mi vecindario es modesto, un tanto peculiar, pero lleno de trabajadores, y estoy muy orgulloso de ello…
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