El otro día 80 años llamaron a puerta de mi casa y no me quedó otra opción que abrirles, en parte porque eran muchos y además estaban todos juntos, no faltó ni una juguetona primavera, ni un caluroso verano, ni un romántico un otoño, ni un triste invierno, y también porque son unos invitados que como los paracaidistas de las fiestas se cuelan sin perderse ni un sola ocasión y menos en este significativo cumpleaños.
Los recibí con una buena dosis de alegría y otra de preocupación. Contento, pues aunque 80 años no son una edad matusalénica, sí son ocho rodajas de una década cada una del salami que nos toca consumir en el festín obligado de la vida, y sin duda es un buen pedazo.
Por otra parte, también los recibí con cierta preocupación porque después de la década septuagenaria o ¨Pásala Si Puedes¨, como yo la denomino, viene la octogenaria que es la ¨Del Adiós¨ puesto que la mayoría de las personas cuelgan sus tenis en el cable de la vida en ese periodo. La década nonagenaria es ¨Qué Suerte Que Llegaste¨ y la centenaria ¨Ya Es Demasiado Vivir, Gandío¨.
El ¨ochentazo¨ lo celebré de manera íntima y comedida con mi mujer, hijos, nueras, y nietos, se prendió la vela-tubo esa inacabable e inapagable que aglutinaba todas las velas chiquitas que deberían ser , y los cantos obligados de Que lo cumplas feliz, el Celebro tu cumpleaños y hasta el gringo Happy birthday to you ¿No podrían inventar algo diferente? ¡Siempre la misma cantinela cansa! Sí, me llegó la ¨Del Adiós¨, y aunque no puedo augurar cuando ni como me despediré de este mundo de facturas e impuestos, intuyo que me quedan pocas vueltas del sol que ver sobre la tierra, primero por la salud que si bien no tengo muchos achaques por fuera y camino todos los días algunos kilómetros, arrastro algunos déficits por dentro que pueden darme un susto en cualquier momento.
Y segundo, por asuntos matemáticos. Hurgando en las páginas de la Dirección Nacional de Estadística encontré que el promedio de vida del dominicano actual es de 72,5 años y que solo el 0.6% de los hombres llegan a los 80. Es decir, cada 140 de ellos hay un viejito como yo si no me fallan los cálculos, ya empiezo a ser una rara avis humana, un carcamal en ciernes, o un aspirante a fósil andante.
Y por ahora tengo que decir que no me da miedo apearme del burro ese en el que llevo montando por esas ocho décadas, lo que tiene que ser será, no hay vuelta atrás.
Sé lo que me espera, ser huesos y polvo y cuando la tierra en cien mil millones de millones de años se extinga y se desintegre, explote cansada de ser maltratada, la reviente el choque de un señor meteorazo de esos que van siempre a exceso de velocidad espacial, o se la engulla un hambriento agujero negro de esos que hay depredando por el infinito alimentándose de planetas, seguiré siendo parte del cosmos como una nano, nano, nano, nano partícula y quién sabe si de ella por otro accidente biológico como sucedió en la Tierra se inicie una nueva vida mejor, más justa y más placentera. Imaginar no cuesta nada ¡Todavía, por favor no les den ideas a la DGI! No les voy a contar mi vida porque en ella no hay mucho que contar y menos que sea de interés para hacer un bravo relato novelístico a lo garciamarquiano, soy una persona corriente, normal, y no he descubierto cosas como la penicilina, o la relatividad.
Ni me han dado ningún Nobel aunque he perseguido tenazmente el de la Literatura Mordaz y Relajada, pero los jurados prefieren otorgárselo siempre a otros escritores de fuera como el recientísimo a la poetisa norteamericana Louise Gluck, o los anteriores a Peter Handke, Kazuo Ishiguro, o incluso a ese cantantillo de tres al cuarto llamado Bob Dylan ¡Ah sí esos suecos hubieran leído las letras de la bachatas Villamelleras que he compuesto ese galardón me lo hubieran dado a mí! Solo me ha faltado suerte y promoción.
Como la mayoría de personas del rango ¨promedio¨ he tomado decisiones buenas y no tan buenas, de las primeras he sacado el mejor partido posible y de las segundas a veces dolor, frustración, y siempre, siempre, experiencia, experiencia para futuro. Pero como decía un anuncio de un whisky ¡Esa publicidad que llevo metida en los entresijos!: la vida no tiene borrador, y por ende hay que seguir escribiendo en la pizarra existencial con las menos faltas y errores posibles.
Si volviera a nacer y me dejaran escoger solo cuatro cosas serían las siguientes: la primera ser catalán, me siento orgulloso de ello, Catalunya es una nación tesonera que merece ser libre e independiente. Segundo volver a casarme con mi mujer, cuarenta y ocho años compartiendo cama y macarrones como dice la canción de Serrat Romance de Curro el Palmo son mucha cama y muchos macarrones, montones de cajas, miles de paquetes de esa pasta, eso significa que la cosa ha ido, va, e irá bien el tiempo que reste.
La tercera es ser de nuevo publicista, gracias a que la azotea por suerte aún la tengo bastante bien amueblada sigo trabajando en las áreas de creatividad y estrategia si no como el primer guandul sí como el primer molondrón, o sea que me salen campañas bien guisadas, y hasta creo que mejor condimentadas que antes, la experiencia es un buen sazonador.
En la publicidad he conocido gente loca, cuerda, rara, rebelde, pero todos interesantes y mantengo aún excelentes compañeros como los de la Peña Meridiana y otros muchos de los que me siento orgulloso de ser y que sean mis amigos.
El cuarto, como sucedió en el periplo aventurero de juventud que un día decidí, mi destino sería volver a caer por otra feliz casualidad en República Dominicana, llevo medio siglo y dos años de ñapa pisando esta parte tan peculiar del Caribe y no la he cambiado ni la cambio por nada.
He vivido en Barcelona ciudad que nací y adoro, en Madrid que me crie y amo tanto, y en Santo Domingo que he procreado mi familia y mi descendencia donde he sido y soy tan feliz y es la cálida frisa de tierra elegida que me cubrirá en mi último sueño.
Una vez dije que soy catalán acérrimo y dominicano hasta la tambora, mezcla peligrosa, explosiva, incendiaria. Lo confirmo y reafirmo una y mil veces. A los 80 tener esa doble condición es todo un privilegio al que no pienso renunciar ¡Ni muriéndome! No saben lo testarudos y porfiados que llegan a ser ese tipo de mulatos de sentimientos amalgamados.