Todos sabemos lo que son los ataúdes, y de seguro alguna vez en nuestra vida nos hemos encontrado frente a una de esas cajas de madera en qué nos envuelven y nos ofrecen como un regalo a la madre tierra cuando firmamos el recibo de finiquito de vida, o últimamente también está de moda que nos llevan al horno crematorio para que nos den candela como pica pollos chinos hasta y reducirnos a puras cenizas.
La palabra ataúd es muy vieja, tiene miles de años, deriva de la lengua egipcia pasando después por el arameo, el hebreo y hasta llegar al árabe hispánico attabut de la que se deriva la de ataúd en castellano actual. Mi primer encuentro de tú a tú con un ataúd en este país fue a los pocos meses de mi llegada y de una forma curiosa.
Un compañero de pensión hijo de terratenientes me invitó a pasar un fin de semana largo a su casa en Santiago donde me acogieron con la proverbial hospitalidad cibaeña, y de allí me llevaron a la vecina localidad de Villa González donde tenían grandes extensiones plantadas de tabaco, fue una grata experiencia, el cultivo me sorprendió pues no lo había visto nunca, me explicaron sobre la calidad, las capas, estuve en los secaderos y allí conocí el simpático término de andullo que tanto me complace utilizar.
Al día siguiente se acercó la esposa de un trabajador de la finca para decirnos que un miembro de su familia se estaba muriendo y si podían comprarle la caja de muertos pues no disponía de recursos para ello. Tampoco había oído ese término tan dominicano de ¨caja de muertos¨, me encantó por lo descriptivo.
Los padres de mi amigo, muy buena gente, la mandaron a comprar de inmediato, sus hijos me montaron en una camioneta y fuimos a buscar la caja en Santiago, una vez comprada y acomodada en el vehículo volvimos a Villa González y la dejamos en la casa garciamarquiana de la muerte anunciada donde el enfermo aún no había expirado, la señora nos lo agradeció mucho.
Era el tiempo que Francis Caamaño había desembarcado por la playa de Caracoles y el país estaba militarizado en alerta máxima. En el breve trayecto recorrido patrullas del ejército bien armadas nos pararon tres veces, registraron de manera minuciosa el vehículo pero curiosamente en ninguna de ellas abrieron el ataúd, tal vez porque podría darles ¨cocorícamo¨ estaría lleno de ¨fukú, o les enviaba una posible mal señal, y como en las películas de gánster podíamos haber llevado en su interior desde metralletas a bombas atómicas. Ese fue para mí una experiencia nueva, nunca me había visto participando en un delivery de ataúdes.
Un caso muy curioso sobre este tema fue el que me contó otro amigo, también de Santiago, me relató que un tío suyo cuya salud no era muy buena pero que le permitía hacer una vida diaria bastante normal fue un día a una funeraria y se compró el ataúd, lo eligió con el tamaño, forma, color y precio, a su gusto y conveniencia. Quería saber dónde lo meterían una vez fallecido, hay gente que no juega con lo que le sucederá en su futuro. El caso es que lo tenía en su casa y se lo enseñaba y explicaba sus características a sus amigos o a la gente que llegaba por primera vez.
Además, era un tipo de lo más práctico ¡Lo usaba para madurar los plátanos, mangos y otras frutas que aún no estaban en sazón! en vez de envolverlas en papel de periódico como se suele hacer, las colocaba con cuidado, cerraba la tapa y una oscuridad de muerte le servía de madurador. También me contó que cuando su tío viajaba metía el ataúd en la parte de atrás de su guagua que era cerrada y cabía sin problemas, así lo llevaba donde fuera como si se tratase de su más fiel acompañante. Si alguna vez montaba a alguien que no conocía, le iba explicando el asunto por el camino. Además de práctico, ese señor era altamente precavido tal como está el tránsito de caótico y peligroso. Si hay amores perros y amores del negrito, también puede haber amores de ataúd.
Yo tengo mi particular opinión sobre este tema y es que desde que el marketing funerario se espabiló y resucitó, los ataúdes están sobrevalorados al igual que toda la restante parafernalia funeraria ¿Por qué un envoltorio de muerto debe valer tanto? 48.000 lágrimas -nunca mejor dicho- el de luxe, 35.000 tululuses, el majestuoso, 22.000 cañas, el pomposo y RDS 15.000 tablas, el digno ¿Se fijan: Luxe, Majestuoso, Pomposo y Digno? palabras vacías y muertas cuando se les echa unas paladas de tierra encima. Nos revelamos hasta el último momento contra la sentencia de que la muerte nos hace iguales a todos.
Creo de verdad que los ataúdes deben ser más ecológicos como marcan las tendencias sostenibles de hoy en día, siempre he pensado que deberían ser de cartón, a ser posible reciclado, unas cajas como las que vienen protegidas las neveras americanas o japonesas, el muerto cabe perfectamente, lo he comprobado de manera personal, son muchísimo más baratas, un centenar o dos de pesos como máximo, pueden pintarse con los colores alegres y los dibujos que más le gustaban al finado, el material es 100% biodegradable, no contamina y además tiene la ventaja de que, como en los yesos que ponen en los brazos y piernas rotas, se pueden dejar mensajes escritos tipo ¨Juan, qué tonto fuiste en vida¨, ¨Antonio, bandido, no me devolviste los 50.000 pesos que te presté¨, ¨Qué te vaya bien allí Pedro, aquí me irá mejor con Luís el colmadero, tu ex Tatica,¨ y otros por el estilo.
Otro material que propongo es el barro cocido, como los tarros de las flores, ahí se podrían hacer figuras como en Ghana y otros países africanos, si es piloto el ataúd en forma de avión, si es músico dentro de una guitarra, saldrá un poco más caro que el cartón pero mucho menos que los Pomposos o Lujosos y demás altisonantes.
Ambos métodos, cartón y barro, tienen la gran ventaja de que no se necesitan madera para su elaboración ¿Saben cuántos muertos hay al año en el país? En el 2121 fueron más de 72.000, y para el 2024 serán unos 80.000, cadáver más, cadáver menos y dependiendo de los Covid, dengue, leptospirosis, malaria y otros virus por acciones. Eso supone decenas de miles de árboles cortados en el país o traídos de fuera y un costo muy considerable ¡Por favor, necesitamos esos árboles!
Seamos más racionales y menos pomposos, después de dejar este mundo ya nada importa ¿Por qué maquillarnos como si fuéramos a salir en un show de televisión? ¿Por qué ponernos un traje, corbata y zapatos como si fuéramos a un entrevista de trabajo o a pedir un préstamo bancario? En este país tan cálido con una simple sábana como sudario más fresquito, basta¡ ¡Con lo incómodo que es dormir vestido!
Esto del negocio de muertos más que una ayuda a los deudos parece que ya es un asunto de vivos ¡Y muy vivos!