Vivir del cuento es vivir a costa de engañar y aprovecharse de los demás, es decir ser un ventajero, oportunista, arribista, abusón, interesado, felón, jeta, timado, vago, parásito, sableador, o sinvergüenza, escoja la que más le acomode para definir a esa clase de personas que tienen la habilidad de vivir sin trabajar o haciéndolo lo menos posible, y buscando siempre cualquier argumento con tal de ir pasando bien la vida sin bajar el lomo o fichar de ocho a una y de dos a cinco porque siempre hay un pendejo-a quien embaucar.
Hay varios tipos de vividores, uno de ellos vividor romántico, es decir el recostado de su mujer que sí trabaja duro haciendo horas extras para mantenerlo a cuerpo de rey porque él le lleva acabada la tarde una flor cortada del jardín del vecino o del parque del Ayuntamiento, o le susurra al oído que está más rica que un bombón belga marca Godiva relleno de exquisito licor, y claro ante estos detalles del romanticismo marital, hoy en día tan escasos, que la derriten por los cuatro costados y sobre todo por el monedero con los cuartos recién cobrados, unido además a que el pobre marido no encuentra nunca un trabajo fijo en el que se le reconozca su gran valía…
Otro vividor del cuento es el que lo hace enganchándose del Gobierno, una botellita en una dependencia de sanidad aunque la única medicina que conozca es la aspirina tan efectiva para las resacas de ginebra que agarra todos los fines de semana, una segunda en deportes pues juega baste bien el billar con un trago en la mano y sus amigotes admirándole su destreza con las bolas, el taco y la tiza, y una tercera botella en las Fuerzas Armadas como asimilado gracias a un tío lejano, coronel, que para mantenerlo lo más lejos posible lo enganchó de teniente parasitario. Hay que reconocerle no obstante el esforzado trabajo de ir a cobrar los cheques los días veinticinco de cada mes.
Otro vividor más es el de la amistad, ese que llega donde un amigo y le pide por cuarta vez en lo que va de año una cantidad considerable de dinero con la excusa Número 234-AX, la del desahucio por impago de alquiler del apartamento ¡Pero Juancito, si hace dos meses viniste con el mismo cuento y además no me has devuelto ni un triste peso de las otras muchas veces que te presté!
Pero la amistad es la amistad por encima de todo y si va almibarada de labia y mucha muela al final se lleva una buena cantidad, no todo lo que había llorado, pero suficiente para unas cuantas buenas parrandas con la promesa que no cumplirá de que si se le da un buen negocio -el de las partidas de cartas- devolverá hasta el último centavo. Y se despide con cierta prisa para ver a Pedro, otro amigo del alma, para aplicarle la excusa Número 456-EW, la del queridísimo tío Nino que se le murió por sexta o séptima vez y debe de asistir sin falta a su entierro en un pueblo lejano.
Otro más es el vividor político, el que sin ser bueno para nada en esta existencia terrenal se engancha al partido en el poder de turno y por muchos allantes de activista del partido, muchas consignas vitoreadas de Viva Nuestro Querido Presidente Fulano de Tal, algún que otro pésimo escrito sobre las bondades del divino y amado Presidente publicado en un complaciente periódico de provincias, artículo que se encarga de hacerlo llegar a titirimundachi del partido y del gobierno, y sobre todo y muchas argucias de regalitos y canchanchanerías con los compañeritos logra ir escalando puestos y entrar en la nómina oficial con algún carguito de esos que sin dar un palo al agua se cobran buenos sueldos sin apenas asistir a sus lugares de trabajo, además de las prebendas y privilegios correspondientes al carguito, claro está.
Hay muchas más clases de vividores del cuento, demasiadas para un corto escrito, pero caben destacar los de Verdad-Verdad, los cuentistas, los meritorios que viven o tratan de vivir de escribir cuentos. Los y las que se estrujan el cerebro y exprimen la imaginación para escribir en páginas muy cortas todo lo que caben en vidas e historias muy largas. Inteligencia literaria que sintetiza. Inteligencia narrativa que enamora. Inteligencia de cabezas que ponen a pensar.
Esos que tratan de publicar en diarios sin remuneración alguna con tal de que conozcan sus talentos, o con préstamos de mecenas cercanos de familia, o con la Bolsillo Propio Records, y que envían a toda editorial viviente sus producciones esperando que alguna de ellas pueda interesarse por sus obras y llegar a publicarlas casi siempre a cambio de remuneraciones que ni de lejos dan para vivir.
Pero de sueños, de éxitos, pequeños, medianos o grandes logrados con la pluma también se puede vivir a duras penas aunque retuerzan los estómagos, o deban complementarse con otros trabajos sentados-as en los escritorios de los bancos o cargando cajas en los almacenes de los supermercados. A falta del carpe diem de las letras, el pane lucrando como sea de cada día.