A mí las frutas me fascinan, por su olor, color, sabor, textura y la nobleza de sus carnes. En su sazón son sanas, nutritivas, beneficiosas para la salud y, si pudiera, sería un frugívoro como el lucan, el murciélago o el tapir amazónico. Me fascinan los mangos, uno de los mejores inventos de la creación, también los melocotones, las ciruelas, las cerezas, los nísperos, los caimitos, las mandarinas… y me enloquecen los zapotes de los que en una semana llegué a comerme ¡Cuarenta de ellos! y de buen tamaño, eran para exportación, en unas pocas sentadas.
Pero también me gustan los filetes, las morcillas, las pastas, los pescados, el marisco, el santo arroz y las santas habichuelas de casi cada día, y mucho los dulces, los pasteles. bizcochos y galletas. Podríamos decir que soy prácticamente una persona omnívora, como de todo menos las berenjenas que me producen una alergia con una especie de fiebre y escalofríos, y siempre que los alimentos estén debidamente cocinados.
Pero hay una fruta a la que le tengo un cariño especial: el coco o ¨cocus nucifera¨ como le llaman los botánicos, y ese cariño viene desde muy chiquito, de cuando mi madre y yo nos montábamos en unas barcazas turísticas para cruzar de lado a lado el puerto de Barcelona, las llamadas ¨golondrinas¨ que aún muchas décadas después siguen ofreciendo ese servicio, y antes de subir comprábamos por una o dos pesetas de entonces unas tiras largas de coco seco en unos puestos donde siempre estaban a la venta.
Me encantaba y me encanta su sabor dulce tan peculiar, el coco sabe coco, no como los de la naranja, toronja o la mandarina que se asemejan, o el mango y el melocotón que se acercan bastante, me fascinaba y me fascina su hipnotizador color blanco tan intenso y natural, de hecho creo que muchas pinturas que presumen de claras deberían denominarse ¨blanco coco¨, si es que llegan a alcanzar ese grado de luminosidad. Me gustaba y me gusta su textura algo o bastante dura, morderla, masticarla, triturarla, y sacarle todo su jugo.
Comer coco seco me entretiene y me divierte, antes me liquidaba uno entero seguido y ahora por cuestiones de edad solo medio hoy y el otro medio al día siguiente y lo hago dos o tres de veces al mes. Mirando sus propiedades de esta fruta para la salud según se puede leer en el internet es todo un portento, vean sus muchos milagros: es un antioxidante, reduce los triglicéridos, regula la presión sanguínea, es rico en fibras y minerales como el potasio, magnesio, fósforo, hierro, y rico en vitaminas E, C, y B, además ayuda a combatir las enfermedades cardiovasculares, el cáncer y el VIH ¿Se puede pedir algo más al coco, este humilde servidor nuestro que resulta ser un completo laboratorio farmacéutico natural encerrado en una cáscara dura forma redondeada y a veces casi esférica?
Desde hace dos o tres años el aceite de coco se ha convertido en la panacea y moringa de turno, lo cura todo y a todos, da vigor, pone la piel suave, el pelo liso y de paso le saca brillo a los zapatos sin tener que lustrarlos.
Además, el coco se ha introducido en nuestra vida de varias formas, antes a los pequeñitos nos acunaban cantándonos ¨ duérmete niño, duérmete ya, o viene el coco y te llevará¨, el coco, el cuco de aquí, era algo o alguien malo ¿A quién se le habría ocurrido semejante disparate siendo una fruta tan buena? ya de mayores el coco se vuelve sinónimo de cabeza humana, hay que exprimirse el coco para aprobar los exámenes, para entender los contadores de la luz, o los conflictos actuales de Ucrania, Israel, Palestina o el Líbano, o se rompió el coco al darse contra la pared o caer de la motocicleta.
El coco además es variado, está el de ¨agua¨ y el ¨seco¨, los habitantes de la Polinesia que lo utilizan mucho en su dieta alimenticia tienen más de veinte formas de llamar al coco según su estado de crecimiento y madurez. El agua de coco es una bendición, sabrosa, nutritiva, refrescante que debería salir de la llave de la cocina de las casas, y como el café de Juan Luís Guerra también debería llover agua de coco en el campo ¿Y la ¨babita¨ sacada con la ¨cucharita¨ de la corteza Placer de dioses.
Antes el coco dominicano era dulce, muy dulce, pero desde hace bastante tiempo todos los que como son más bien sosos, insípidos, de sabores neutros y con demasiada frecuencia los de supermercados casi fermentados. Hace mucho que ando tras el coco del Arca Perdida y no logro conseguirlo, los últimos dulces que probé eran unos hermosos ejemplares medio salvajes traídos de Los Almácigos, de forma muy ovalada ¿Las palmas se han ido degenerando o es mi gusto ya anciano, aunque no lo creo?
Cosas curiosas ¿Sabían que el coco utilizado en el proceso de alimentos en nuestro país vienen de Guyana o Surinam, y antes lo hacían, congelada su masa, desde Filipinas? Pues bien, la producción local no es suficiente y cada vez disminuye más por causa de huracanes, tormentas y descuido oficial a la vez que su demanda comercial aumenta, y también porque ¡Ironías de este patio! salen más económicos que los traídos de Samaná y el resto del país. Como dice el Cantar de los Cantares del Cid ¨cosas veyeres que no las creyeres¨. Pero la demanda de agua de coco embotellada está creciendo, no tiene como es natural el mismo sabor, pero gusta. Y eso es bueno para los consumidores y la gente del campo.
¿Se han fijado en los cocos enanos que hay un poco más allá de Villa Altagracia? Todo un espectáculo, los vendedores de batatas de esa zona por qué no aprovechan y ofrecen también cocos fríos, de seguro aumentarían sus ingresos. Es una idea. Si me ven con un estante-nevera descabezándolos con un machete no se extrañen.
Por cierto en una pequeña finca que tengo por allí me vendieron hace unos años unas matas de cocos enanos filipinos para plantarlas. Pues bien, hoy son tan altas que debo recurrir a unos hábiles sube árboles para tumbarlos. Menos mal que eran enanos, de lo contrario hoy serían un peligro para los aviones. Bueno, acabo ya con el coco, y de exprimirme el mío. Pero que el coco me gusta tanto…