El 6 de enero se celebra el día de Reyes y es común que algunos padres le compren a sus hijos juguetes como armas y que les permiten salir a las calles con un pasamontañas.
Para nadie es un secreto que, con esta acción que parece inocente, sería bueno cuestionarse si los juguetes que regalamos a nuestros hijos realmente contribuyen a su desarrollo o, por el contrario, refuerzan patrones de comportamiento que podrían ser perjudiciales.
Quizás te preguntes, “¿Qué tiene de malo un arma de juguete?” La respuesta no es sencilla, pero basta con mirar los cambios en las dinámicas sociales.
Los juegos infantiles ya no son reflejo de la inocencia de antaño; hoy, muchas de las actividades predilectas de los niños están influenciadas por la tecnología y, en algunos casos, por escenarios virtuales que exaltan la agresión como algo entretenido o necesario para “ganar”.
Recientemente, en San Francisco de Macorís, un niño de apenas seis años sufrió una lesión grave en un ojo tras ser impactado por una bolita disparada con una pistola de juguete manipulada por adolescentes de 15 y 16 años.
Carolina Concepción, madre del menor, relató que el incidente ocurrió mientras su hijo jugaba con sus primos. Tras horas de intenso dolor, el niño fue llevado al hospital, donde los médicos confirmaron la pérdida de visión en el ojo afectado.
La madre hizo un llamado a otros padres para evitar este tipo de juguetes peligrosos y solicitó a las autoridades retirar estos productos del mercado.
También criticó la falta de regulación en su venta, destacando que cada año ocurren incidentes similares en la región.
Evitemos este escenario eliminando los juegos que promueven la violencia, como Call of Duty o Mortal Kombat, entre otros y evitemos comprarles armas de juguete.
Es hora de reflexionar sobre los valores que transmitimos con nuestros regalos. ¿Queremos que nuestros hijos crezcan viendo la violencia como algo cotidiano o preferimos construir una generación que valore la paz y la convivencia? La respuesta está en nuestras decisiones como padres, porque cada juguete que elegimos es también un mensaje sobre cómo interpretamos el mundo.
Te lo dice una espectadora más.