Desde pequeño debo reconocer que siempre fui bastante incrédulo, no me embuchaba cualquier cuento que me largaba los mayores para explicarme cosas que según ellos por mi corta edad no debía conocer tales como embarazos, nacimientos y otras muchas cosas que se dicen en la vida, y por eso los argumentos tan peregrinos que esgrimen siempre me causaban mucha extrañeza y por ende desconfianza.
Cuando me decían que los niños venían de París y los traían las cigüeñas nunca llegué a creérmelo, aún siendo chiquito me preguntaba a mí mismo que si venían de la capital francesa por qué al llegar no decían por ejemplo Oh,lá,lá, Bonjour, Bon soir, con ese acento tan característico de los parisinos, o por qué dejaban la bien llamada Ciudad de la Luz para nacer en un pueblo de montaña que no tiene ni siquiera agua corriente. Eso no tenía sentido, era un cuento ginecológico pero sin lógica, sería más sensato que los trajeran de la maternidad de una ciudad cercana bien envueltos en andullos de tela.
Y eso de las cigüeñas es otro cuento aviar, en mi pueblo había muchos nidos de esas aves tan simpáticas y anunciadoras de primaveras y nunca vi ni una sola trayendo un bebé en un pañal. Si en el pico llevaban algo eran sapos, lagartijas, culebrillas y otras presas para dárselas a comer a sus crías, pero niños, repito, jamás.
También me decían lo de la semillita que el papá ponía en el vientre de mamá y que ahí se hinchaba y formaba un niño o niña, otro cuento más, este ginecológico, las semillas siempre las vi poner a los agricultores en los surcos arados de los campos o a los jardineros en tiestos o parterres, pero nunca en los úteros femeninos, y no sé por qué extraña coincidencia cuando me lo explicaban era después de oír durante semanas gritos agitados que venían de la habitación de mis padres.
Tampoco me creí lo de los Reyes Magos que viajaban desde el Oriente para traer regalos a los niños, no obstante ser pequeñito ya sabía la tabla de multiplicar y haciendo unas sencillas operaciones no me cuadraba que tres reyes, por muy reyes que fueran y por muy camellos que los llevaran y cargaran en sus jorobas pudieran traer a cientos de millones de niños muchos más millones de pelotas, trenes eléctricos, muñecos, bicicletas, y toda clase de juguetes y obsequios más. Ese era un cuento navideño más cuento que cualquiera de los cuentos de las Mil y una noches.
Después fui creciendo y sabiendo un poco más pero los cuentos que me endosaban seguían siendo en mayor cantidad y de menor credibilidad. Por ejemplo me dijeron que el hombre era bueno por naturaleza pero que la sociedad lo corrompe siguiendo el mito del buen salvaje de Jean-Jacques Rousseau, pero yo los he visto ser malos desde la cuna, sin ir más lejos mi primo Luisito que no tenía nada de bueno pero sí mucho de salvaje con solo cuatro años y por una disputa de una menta de guardia, me clavó un lapicero cerca del ojo y casi me deja tuerto, hoy Lusito alias ¨el sacamantecas¨ está en la Victoria cumpliendo treinta años por múltiples robos y crímenes atroces.
En la preciosa canción del Himno de la Alegría cantada por Miguel Ríos una parte de la letra dice ¨Ven, canta, sueña cantando, vive soñando el nuevo Sol en que los hombres volverán a ser hermanos¨, pues miren como es la cosa, lo consideré una posible verdad y haciendo un intenso ejercicio de credibilidad me puse a cantar bajo un sol a cuarenta grados, me quedé dormido soñando y al despertarme tenía una insolación de nómada del desierto, tres días en cama y al levantarme los hombres seguían cometiendo robos, secuestros y asesinatos al por mayor y al detalle ¡Menudo cuento musical!
Otro cuento mayúsculo es que el mundo camina hacia una paz verdadera. Eso me dijo un gurú gordo con pinta de místico asiático al que debía depositar cien dólares si quería saber hacia dónde se dirigía la humanidad, pero antes de que se metiera el billete entre el ropaje de su panza se lo arrebaté y salí corriendo ¡Cómo le iba a pagar por una mentira tan grosera! ¿La paz? Viendo las carnicerías de Ucrania, Gaza e Israel y los principales países europeos aumentar el doble o triple sus presupuestos para armamento, de que paz verdadera me estaba hablando ese timador con cara de santón iluminado.
También me dicen con frecuencia que hay un ser Superior que nos ama y nos protege, pero visto todo lo que he visto y lo que me queda por ver, permítanme ser una vez más incrédulo ¡Qué le voy a hacer!