Diversas modificaciones en los hábitos y el estilo de vida ponen en riesgo la integridad del estado de nutrición. Se define como un estado patológico ocasionado por la falta de ingestión o absorción de nutrientes.
Cada vez más estudios demuestran la elevada prevalencia de malnutrición- desnutrición en las personas mayores.
Independientemente de si viven solos, están institucionalizados o se encuentran hospitalizados, la desnutrición merma su calidad de vida y los hace más proclives a enfermedades infecciosas e incluso una mayor estancia hospitalaria.
De acuerdo con datos epidemiológicos, la prevalencia de desnutrición para personas que viven en su domicilio (medida a través de valores antropométricos), alcanza hasta 28 por ciento en hombres y 26 por ciento en mujeres mayores de 60 años, mientras que en los ancianos institucionalizados puede alcanzar cifras superiores al 60%.
En los ancianos ocurren cambios en el aparato digestivo los cuales condicionan la aparición de desnutrición: pérdida de la dentadura, que interfieren en el consumo de alimentos duros y fibrosos, ricos en fibra y vitamina C, trastornos en la deglución, lentitud del tránsito intestinal, tendencia al estreñimiento, disminución de las secreciones gástricas, biliares, pancreáticas e intestinales y gastritis medicamentosas muy frecuentes en esta edad, todo esto limita una adecuada digestión y compromete la asimilación de algunos nutrimentos, así como las vitaminas liposolubles, el ácido fólico, la vitamina B12 y el calcio.
La influencia de males somáticos como el dolor y los psicosomáticos producen anorexia como la depresión y las demencias. Los cambios en el olfato y gusto merman la capacidad para apreciar los distintos sabores y en consecuencia provocan una disminución del apetito. Algunas personas ancianas sufren cansancio pereza, temores o simplemente carecen de los medios suficientes para consumir una dieta completa.
Otros factores como la soledad en que muchos viven con limitaciones físicas para disponer de alimentos frescos, que cubran el gusto o la apetencia del día a día, el desconocimiento de la necesidad de recibir una dieta correcta, fenómeno que ocurre con particular frecuencia entre los viudos.
La desnutrición en esta edad generalmente no se presenta de manera brusca; es más bien un deterioro lento que va ocurriendo por etapas. El anciano pierde peso al ser sometido a una circunstancia determinada y difícilmente puede recuperar ese peso perdido, pues una vez que ha sanado sufre otros problemas o enfermedades que no le permiten recobrar el peso inicial. Por lo tanto, la desnutrición no es fácil de detectar, ya que muchas veces se encuentra enmascarada por el padecimiento de enfermedades crónicas y sólo se percibe un adelgazamiento lento y cotidiano.
Los ancianos están sujetos a numerosos riesgos nutricios. Es necesario recordar esto para establecer con oportunidad medidas de prevención y soluciones variables. Se debe poner especial énfasis en la detección de la desnutrición energéticoproteínica, sobre todo en los octogenarios, y en particular cuando requieren hospitalización.
La autora es Geriatra, con su consultorio. Instituto rehabilitación Dra Josefina Rodríguez. 809-588-3580. Cel 809-775-2473 Ofrecemos los servicios de visita domiciliaria.