A razón de celebrarse en octubre el mes de la salud mental, nos hemos interesado en redactar este artículo para realizar algunas observaciones sobre una de las enfermedades psiquiátricas más devastadoras de todos los tiempos.
Comienza con un sentimiento de angustia y desesperanza, es como si algo nos dijera que hemos perdido las fuerzas internas para luchar, para sentirnos empoderados, para enfrentar aquello que no podemos controlar desde nuestro ser. La minusvalía sentida es tan grande que deja al paciente en un estado crítico, el norte parece cambiar de rumbo para continuar con la debida fe de sobreponerse ante la situación que se enfrenta.
Se presenta como un enemigo silente y se despierta como un monstruo despiadado, arruinando cada pensamiento, cada esperanza, cada intento de volver al punto inicial. El vacío existencial destroza el alma de quien la padece, genera vulnerabilidad extrema y desde la óptica de la psicología esto tiene su explicación.
Cuando este cuadro aparece, es un indicativo de que se está experimentando un proceso depresivo. Esta grave patología genera profundas preocupaciones por la cantidad de muertes y desgracias que ocasiona en los pacientes que la padecen. Según la Organización Mundial de la Salud, OMS, se estima que unos 332 millones de personas padecen de esta enfermedad en el mundo.
Está asociada a graves daños en el sistema neuroquímico en la corteza prefrontal y el hipocampo, afectando la regulación emocional y la memoria. Esto genera un desequilibrio en los neurotransmisores, tales como la serotonina y la dopamina. Estos cambios afectan la plasticidad neuronal y la interacción compleja entre factores genéticos, epigenéticos y ambientales.
Los pacientes suelen presentar un estado de ánimo deprimido, irritabilidad, vacío, cambio en el apetito y peso, trastornos del sueño, constante fatiga, sentimiento de inutilidad, irritabilidad crónica, además de críticas a sí mismo, experimentando pensamientos obtusos de fracaso o culpa.
Un signo de marcado orden en los depresivos es el enlentecimiento psicomotor, lo que suele presentarse como una actitud dubitativa y sombica, además de un aparente abandono físico en algunos pacientes. En el mayor de los casos, ni siquiera se interesan por el alcance o cumplimiento de metas futuras en proyectos que generen expectativas.
Actualmente, en República Dominicana, el 4.7% de la población está confirmado sufrir de depresión. Las manifestaciones abúlicas y anhedonicas, generadas por estos pacientes entorpecen la sociabilidad y armonía con sus congéneres y limitan el buen desenvolvimiento en el intercambio relacional, aun con los más cercanos.
Los profesionales de la conducta destacan el nivel de ambivalencia y la falta de autonomía para la toma de decisiones en las entrevistas con estos pacientes, llegando a perder la concentración para responder a simples preguntas, pero lo más grave y riesgoso de todo esto son los pensamientos suicidas que con frecuencia pasan por sus mentes.
Para ayudar a superar estos males, es recomendable que los pacientes acudan a los profesionales de la salud mental, psicólogos y psiquiatras, equipo que combinado, haciendo uso de psicoterapias y psicofármacos, pudiera mejorar la salud del paciente.
Son causas atribuibles a esta enfermedad, según el DSM-5: el aislamiento social, niveles de ansiedad y temor social, alteraciones hormonales, baja autoestima, ambiente familiar hostil, el uso de corticosteroides, pensamientos negativos, alcohol, y drogas.
De igual forma, aunque no está científicamente comprobado, se han hecho señalamientos a otros factores, entre los cuales se citan: pobreza extrema o desigualdad social y el abandono parental. Es decir, niños con padres vivos, pero ausentes y abandonados a la suerte.
El pasado agosto del presente 2025, Ying Dai y Nag Ouyang, de la Yale School of Nursing, hicieron público un estudio sobre la excesiva exposición a la pantalla en niños preadolescentes y su vinculación a casos de depresión, lo que refiere el estudio es que, el prolongado tiempo dedicado a la pantalla ocasiona posibles daños en términos cognitivos.
Otro estudio longitudinal publicado por la MED PUB NEUROCIENCE, de EE.UU, con una población de 8,324 niños de 9 a 11 años, determinó que mucho tiempo dedicado al uso de la pantalla, se asocia con una menor conectividad fronto‑estriatal (circuitos que controlan la inhibición del impulso), lo que evidencia un impacto negativo en el desarrollo del autocontrol, disminución de los efectos de las habilidades lingüísticas, y un desenvolvimiento precario en la lectura comprensiva.
Igualmente, es crucial abordar factores contextuales de riesgo como: una deficiente alimentación durante los primeros años de vida, el miedo infundado por la delincuencia y la criminalidad, acosos y violaciones sexuales, pobreza extrema en comunidades aisladas.
La depresión en adultos mayores.
Por otro lado, conforme la persona envejece, desaparecen oportunidades y derechos, convirtiendo al adulto mayor en un rechazo social. En una sociedad que excluye laboralmente a las personas mayores de 40 años. Esta exclusión impacta negativamente y genera una profunda depresión en gran parte de ellos.
Hay quienes opinan que se necesitan programas de orientación familiar, lugares de esparcimiento diseñados para albergar las familias de manera integral, clubes sociales y deportivos, lugares de sana diversión, y redes de apoyo.
En este sentido, las políticas públicas deben orientarse a promover la salud mental a través de programas que fomenten la participación recreativa, cultural y social como mecanismos de integración y sentido de pertinencia.
En este orden, se sostiene la importancia de la psicoeducación como una herramienta fundamental en la prevención de la depresión social, entendida no solo desde el plano individual, sino también como un fenómeno colectivo vinculado a factores estructurales.
La salud mental es actualmente un gran reto que debe encararse con el suficiente interés desde todos los sectores, para prevenir el curso del acelerado ritmo que enferma la sociedad dominicana.
A simple vista no somos capaces de apreciar las condiciones psicológicas y psiquiátricas de una persona, pero algunos autores como Adolf Tobeña, en su obra, Neurología de la maldad, describe una serie de perfiles para reconocer la persona con situaciones de conflicto interno.
Finalmente, No salimos del asombro cuando nos enteramos de informaciones como la suministrada por el ministro de salud pública, Dr. Víctor Elías Atallah, quien pretende que la salud mental sea manejada por médicos familiares, lo cual, a nuestro juicio, no garantiza una atención adecuada a este tipo de pacientes.
Su formación y orientación profesional no garantizará resultados adecuados en el manejo eficiente de las diversas patologías psiquiátricas que presentan los pacientes que acuden a los hospitales de nuestro país. Pensemos antes de actuar.
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