No sé que hora es, está muy oscuro aquí adentro. Luego que volví del hospital todo parece distinto, mis hijos parecen caricaturas y a mi esposo le dan unos síntomas de embarazo que me recuerdan a mí misma. Pero, ¿de dónde salen esos sonidos? Aún no es carnaval, aún no celebra la ciudad otro aniversario; es molestoso no poder dormir, siento que estoy atrapada en un bullicio desenfrenado y que quien está a mi lado está muerto. No amanece, no hay claridad alguna, el meneo de abajo se incorpora por todo el edificio.
Si mañana fuera otra y no tuviera que aguantar a esta vida clasista o mejor dicho a estos mediocres que me rodean; me ha estado parpadeando el ojo izquierdo hace meses, soñé que estaba hundida en un hoyo rectangular y que un hombre me sacaba, dándome la mano, pero que no me apretaba ni hacía el menor gesto de esfuerzo.
A veces cuando veo a Juan, mi esposo, medio sobrio, creo que no es él, cada vez que conversamos de la real situación económica y de todas las falacias de los burócratas de pacotilla que emanan en el país, solo murmura que esa es la realidad y hay que aceptarla. Me siento cada día más aislada, todas las noches lloro, este pesimismo de entregar la razón, no quise entregar la razón, fue por eso lo del hospital, lo de los ataques de histeria, la razón verde o roja, nunca amarilla de infiltrarme como otra.
He dudado de que estoy viva o de que hablo con alguien, los recuerdos son confusos: niñas, viajantes, comida barata… estoy cansada, creo que lo dije ya, ¿o no? Mi gran apetito ya no es un gran apetito, mi hombre o mejor dicho, este hombre, bueno él, que suele decirme cómo es mi país: así, asá, esé, osó, usú, usú, usó; yo no lo entiendo, a veces pienso que debe estar más loco que yo, tantos desfalcos, tanta inmunda política, tanta hipocresía, ¿dónde están los justos? Lo que quiere hacerme creer es que hay muchas máscaras, la compras y te la pones, cualquiera, la que quieras, pero debes comprarla, ¿a quién? No, eso no se pregunta, solo se compra.
Pareciera que han pasado tres madrugadas juntas, el aire está caliente y sin embargo hay tres ventanas; por eso uso mi propia sábana, no me gusta la humedad, ni la humedad de otro cuerpo transpirando, además no sé si Juan es mi enemigo y quiera matarme. Siempre estoy alerta, no es que duerma con un ojo abierto y otro cerrado sino que he aprendido a que mi sueño sea liviano; creo que fueron las inyecciones, no sé qué cosa le ponían pero me daban una tranquilidad tan grave que no me permitían dormir profundamente.
La sociedad me ha vestido como un signo fúnebre, “ahí va la Doña, la esposa del famoso político Juan de Los Palotes, desde que enloqueció nadie sabe de qué lado está, si en el de derecha o en el de izquierda, ni mucho menos cuál es el color de su partido, ni ella misma lo sabe”… Claro, y a Juan le da con esmerarse y comprar cajas de vinos reserva y beberlos con esos cerdos, egoístas de mierda, con sus delitos tras las máscaras!
Esta es la noche de los lados, “un lado de este, no duermo, un lado de otro, no duermo”. No aguanto más, me levanto enmarañada, voy hacia la nevera, abro con cuidado e introduzco deprisa mi mano derecha en busca de leche, la obtengo y zasss, se cae al piso y se hace un desperdicio, me salpica. Escojo así toallas del gabinete derecho, despacio limpio, miro la leche y mis senos, suena el teléfono; ¡suena el teléfono! ¿qué hora es? Las tres de la tarde, dónde estuve, dónde estoy, y los niños, el desayuno, y Juan, el almuerzo, ¿esto no es un edificio? Y todo es tan blanco, la leche, el teléfono: Alo, alo, aloooo, húrgate donde mejor sabes!
Entonces este es mi nuevo hogar, una habitación totalmente blanca de acolchonadas paredes con botones suaves y también blancos; me gusta, me encanta, me enloquece, ups! Pero falta algo aquí, algo que lata junto conmigo: un espejo, sí, un ovalado espejo. ¿Hola? ¿Hay alguien por ahí? ¿Dónde está el conejo? ¿Alicia? ¿Señor Presidente? ¿Congreso Nacional?
Hoy si que es un gran día, estoy conmigo y no encuentro un espejo, le he dicho a Juan que cuando me traiga de vacaciones conmigo misma no olvide traer un espejo donde me mire, un espejo ovalado y tierno que llore por mí y mi país, ohhh, ohhh, ohhh… ¡Tun, tun, tun! Tocan a la puerta, si es Juan le voy a decir que me saque de aquí. Ah, el espejo, gracias señorita de blanco, que me lo mandó Juan, sí, lo estaba esperando, justo a tiempo.
Juan me aburría hablando de política, que su partido ganaría, en la primera vuelta eso era seguro; yo también quisiera ganar, pero cordura, es hermosa esa palabra, no como moldura o gordura, ay quisiera comerme las palabras; eso me recuerda que los políticos les dan muy buen uso en sus discursos para embelesar a la gente y construir dizque valores y sueños que ni ellos se creen. ¿De dónde soy? La pregunta de los mil millones de dólares, (sí, porque todo o casi todo lo compramos y no los pagan en dólares), pero cuáles mil millones de dólares; si hay una deuda externa, interna, eterna, enferma, esperma, sí, esperma, esa es la adecuada palabra, por la reproducción, de aquí y de los vecinos…
Hablando de reproducción, cómo estarán Romeo y Julieta; ellos son mis hijos, Julieta es muy enérgica y hasta un poco agresiva, creo que le gustará el derecho, salió a su padre, en cambio, Romeo es muy atlético, disfruta sus ejercicios deportivos, y no le gusta para nada su nombre, niño mal agradecido, y es por eso su vigorosidad. Desde muy joven me gustaba el color negro, pero cuando conocí a Juan, el padre de mis hijos y mi esposo, él me hizo cambiar de opinión, me dijo que habían otros colores bellos, agradables y atractivos a la vista, yo imaginaba que era algo muy sensible de su parte, pero cuando descubrí su propósito: ¡La política compai’! ¡La política compai’!
¡Oh qué grande es el mundo y qué pequeños somos! Yo me imagino desde arriba, en este lugar, como un alfiler de cabeza perfectamente redonda y con un cuerpo firme y delgado… Dizque las elecciones ya pasaron; es mentira, yo tengo que votar, tengo derecho a votar, soy una ciudadana, no soy una sombra en un bosque blanco, soy una verdadera dama de la sociedad, no soy la inerte mujer de seda, es mentira. Toda verdad es una hermosa mentira, creo que por eso me gusta tanto este cuarto, a Juan no le agradaría, ni siquiera soportaría un minuto este espacio: deshabitado, impecable, silencioso, apacible, casi somnoliento, acolchado pero muy discreto…
(Cuartor o habitación #006, Clínica de Enfermos Mentales Ángeles de Dios)… Fin.
La autora es poeta, actriz, monitora de letras en la UASD y coordina el Circulo Literario Ricardo Rojas Espejo. E-mail: reinalissetteramirez @gmail.com