Emiliano ya cumplió la condena de 25 años a que fue sentenciado por un crimen que él no cometió pero con otros seis muchachos participó en un suceso en el que resultó herido de muerte un joven de 22 años cuando intervino para impedir que atracaran a sus padres. Por el hecho el tribunal dictó 25 años de prisión para cada uno. Es decir, tuvieron que cumplir la pena colectiva de 25 años lo que constituye una experiencia que deben conocer otras personas para que eviten repetirla. EL JAYA a través de su esposa Nydia Portilla, de ascendencia ecuatoriana, consiguió que Emiliano relatara su historia de puño y letra lo cual aceptó de buen grado. Portilla conoció a Emiliano en la cárcel donde luego se casaron y tienen un hijo. Fue deportado a su país donde espera a Nydia con su hijo desde New York.
Mi nombre es Emiliano Fernández, de nacionalidad argentina, y recientemente he salido de la prisión después de haber cumplido 25 años por homicidio y robo.
Este crimen fue uno de los casos más notorios por la difusión que le dieron los medios como noticia internacional.
Sucedió en 1990 cuando la ciudad de Nueva York llevaba unas estadísticas de 2,000 homicidios anuales.
Los ciudadanos estaban hartos de la violencia que aterrorizaba la comunidad; especialmente los actos cometidos por la juventud.
Mis compañeros y yo representábamos todo lo que había malo en la juventud, e hicieron un ejemplo con nosotros -siete muchachos de 18 años destinados a cumplir más tiempo en la prisión que lo que habíamos vivido.
Por favor presten atención a este mensaje el cual les puede salvar de mucho dolor y sufrimiento, a ustedes que están leyendo este relato y a otros.
El Crimen
Todo aconteció una noche. Íbamos en búsqueda de diversión, con un grupo de muchachos y muchachas en camino a una discoteca. Yo y algunos de los muchachos estábamos cortos de dinero y decidimos quitarle la billetera a un extraño y correr. Una cosa que creeíamos que sería algo simple, acabó en tragedia.
Queriendo levantarle la billetera del bolsillo a un hombre que estaba con su familia, se le atrapó la mano a uno de mis compañeros en su bolsillo. En ese momento comenzó una lucha de sólo segundos, pero en la cual un joven de 22 años, Brian Watkins, por defender a su familia, fue apuñalado con una navaja. Todos salimos corriendo sin darnos cuenta de la gravedad de que ésa sola puñalada, que perforó su arteria pulmonar, hiciera que se desangrara en ruta al hospital. Aunque el compañero que lo hizo dice que no fue su intención de hacerlo, en verdad, eso no cambia lo sucedido. El resultado fue que un joven héroe muriera en los brazos de su propia madre, y varias familias sufriendo por tal tragedia sin sentido. ¡Fue algo horrible!. Todos los años que pasé en la prisión jamás pagaré por las vidas fracasadas (las de las víctimas y las de nuestras familias).
La vida es tan frágil y preciosa. No tenemos el derecho de quitarsela a nadie. Esto fue algo que jamás debío haber pasado. Por ese motivo deseo compartir mi historia para que no se repita, con la esperanza de que logre que alguien piense antes de cometer algo terrible. Porque, en verdad, cada vez que uno comete un acto de violencia está la posibilidad de que algo así suceda.
Entrar a la Prisión
Adentro de la prisión me sentí atrapado y me encontré en el estado más bajo de mi vida. Pero fue ahí, en ese estado, cuando pude por primera vez reflexionar y examinar mis hechos y el camino de mi vida. La cárcel lo cambió todo. Las amistades desaparecieron (cuando uno no es parte del estilo de vida de salidas y fiestas, se olvidan los amigos de uno), tal como el refrán: fuera de vista, fuera de mente. Los únicos que se acercaron a mi lado fueron mis familiares –los mismos que yo había rechazado prefiriendo a las amistades.
Aunque el mundo como yo lo conocía se derrumbó, salir de ahí para mí se convirtió en bendición. Es porque fue en la prisión, sobretodo, que conocí a Jesucristo como mi Señor y Salvador, y en Quien encontré esperanza para una vida nueva. En la corte humana no hay misericordia, ni una segunda oportunidad; pero si la hay con Dios. Desde ese entonces mi vida comenzó a cambiar para el bien. Una Escritura cercana a mi corazón, dice: ”El que hurtaba, no hurte más, sino trabaje, haciendo con sus manos lo que es bueno, para que tenga qué compartir con el que padece necesidad.» (Efesios 4:28). Encontré que al ayudar a otros, Dios comenzó a obrar en mi vida cambiando hábitos y mi manera de pensar.
Todo esto me llevó a entender que, en verdad, uno no vive por sí mismo; sino que hay muchos que son afectados. Cada persona es un hijo/a, hermano/a, amigo/a, quizás padre, etc.
Todos estamos conectados con otras personas y sobre todo con Dios. Personalmente he visto a mis seres queridos afectados por lo que yo he hecho; y ellos, sin tener culpa, ni nada que ver con nada. De lo único que ellos son culpables es de darme su apoyo y amor incondicional. Ellos, al estar a mi lado, también sufrieron el precio, y a veces aún mayor (porque son inocentes y no lo merecen) y en varias maneras diferentes (la vergüenza, las críticas o comentarios que acompañan éstas circunstancias) todo esto sólo por quererme.
Descubrimiento en la Prisión
Una de las cosas que me he dado de cuenta, es que las prisiones están llenas de personas que jamás pensaban acabar encarcelados; ante todo suponen: la prisión es algo que les ocurre a otros, aquellos que en verdad viven una vida de crimen, o a la gente «mala.» La verdad es que la prisión es para aquellos que cometen un crimen y son convictos de tal crimen. Es tan fácil engañarse. Al principio yo mismo me decía: «Me encontré en el lugar equivocado, en el tiempo equivocado», sin tomar responsabilidad de mis hechos o tratando de minimizarlos. El engaño ocurre gradualmente. No es algo fácil reconocerlo, pero sí fue necesario si en verdad deseaba cambiar y jamás ser capaz de repetirlo.
También me di cuenta que no fue solamente un hecho, era una serie de actos que me llevaron a cometer el delito más grande de mi vida. Mucho de esto comenzó con los apetitos de diversión que alimentaba: las películas que veía, la música que escuchaba, las amistades negativas, la clase de conversaciones que llevaba, etc. -todo lo que llenaba mi tiempo y mente. Entreteniendo estas cosas que muchas veces causan que uno pierda la sensibilidad y la sensatez con todas sus consecuencias. No lo digo como excusa, pero durante la juventud, mayormente debido a la inmadurez, uno es más vulnerable a las influencias del mundo, a las negativas en especial. Ahora entiendo los riesgos de hacer las cosas sin pensar y reconozco que no se puede vivir por el momento, en búsqueda de pasar un buen rato o sin tomar en cuenta a los demás.
Hablándole a los Jóvenes
Cuando les hablo a los jóvenes les aconsejo que tomen en cuenta adónde los llevan sus caminos. Casi siempre hay señales de que uno va en malos pasos; pero ocurren de forma tan gradual que uno no se da cuenta de ello. Nadie se imagina volverse un drogadicto, ser capaz de vender su cuerpo o cometer barbaridades para conseguir su droga. Sin embargo su fin suele terminar así. Quizás uno comience fumando cigarrillos, después avanza a la marihuana y después a drogas más fuertes que es el camino más frecuente. Es algo que va aumentando ¡es progresivo! Desviarse del camino correcto comienza en lo pequeño. Después vienen las justificaciones y excusas por nuestros hechos -porque todos queremos quedar bien con nuestra propia conciencia, aunque sea una locura.
Estoy seguro que ningún padre le dice a su hijo: «mi hijo/a va a crecer para ser un delincuente, un asesino, un ladrón…etc.», por el contrario, los padres quieren todo lo mejor para sus hijos. Sin embargo hoy en día muchos, jóvenes están siguiendo vidas arruinadas y causando fracaso en la vida de otros. En verdad, uno se puede volver un monstruo lejos del precioso plan que Dios tiene para con nuestras vidas. Es necesario examinar y planificar nuestras vidas si deseamos evitar desastres y seguir una vida que sea agradable para Dios, y a los demás.
Yo tengo una deuda más grande que el tiempo que serví en la prisión…algo que jamás podré pagar, por lo que viviré dedicado a trabajar, con la esperanza de prevenir que mi historia se repita. Hoy en día tengo a mi esposa Nydia y a mi hijo Emmanuel con los que Dios me bendijo.
Quisiera que el mundo fuera un mejor lugar para ellos. Yo llevo una gran responsabilidad: Ya no puedo vivir siendo parte del problema; tengo que ser parte de la solución. Espero que mi historia le sirva a alguien para pensar las cosas dos veces antes de cometer un delito que genera tanta miseria. Un sabio aprende de los errores de los demás y no los comete, evita repetirlos.
Mis últimas palabras de consejo:
Padres, les ruego que atiendan a sus hijos y se involucren en sus vidas diarias.
Hijos, díganle a sus padres cuantos les quieren y demuéstrenles lo agradecidos que están por todo lo que hacen por ustedes. ¡No demoren esto un segundo más! ¡¡Dénles besos y fuertes abrazos hora mismo!! ¡¡¡Que Dios les bendiga, les cuide y guíe sus pasos!!!