Desde la edición anterior a esta nueva entrega, el patito feo de la historia creció y a pesar de los pronósticos, se convirtió en un grácil cisne admirado por las demás aves del estanque. Este cuento de la literatura clásica infantil fue escrito por el autor danés Hans Christian Andersen y publicado por primera vez en Dinamarca, en el año 1843.
Para esos años la República Dominicana se encontraba ocupada militarmente por Haití, desde el 1822 para ser más precisos. Mientras los niños daneses se recreaban con la tierna historia del patito feo, los niños dominicanos padecían las restricciones impuestas por el gobierno haitiano en el uso del idioma español y en las creencias religiosas, costumbres y tradiciones de la población. Finalmente, la proclamación de la independencia dominicana, el 27 de febrero de 1844, inició un nuevo capítulo en la historia democrática de nuestro país… pero esa es otra historia.
¿Por qué el régimen haitiano quiso imponer su idioma y modificar nuestras creencias y tradiciones? Estos elementos de una colectividad forman parte de la espina dorsal de la misma; su intervención repercute de forma directa en el quehacer de las personas, cambia los vínculos y favorece mecanismos de control.
En la actualidad la realidad continúa siendo similar. Las decisiones sobre preservación, valoración y las estrategias de mercado relativas a la difusión de nuestro patrimonio natural, social y cultural continúan en manos de las instituciones del estado. Sin embargo, hay que destacar los méritos del sector privado en sus aportes al crecimiento del turismo, especialmente el de tipo hotelero. En el área cultural, la creación de centros privados dedicados a la promoción de eventos en las artes ha alcanzado un importante espacio en la oferta cultural de nuestro país.
En este aspecto, un evento a destacar es la recién celebrada Feria Internacional de Arte, Fiarte 2015, en su segunda edición. Esta importante actividad es una excelente propuesta de colaboración entre entidades estatales y privadas en cuanto a la presentación conjunta de exposiciones de artistas visuales nacionales, de Latinoamérica y Europa; conciertos populares variados; presentaciones de obras de teatro y de bailes; conferencias y otros eventos dirigidos al público que acudió de forma masiva durante 3 días a la zona colonial, en el marco de las actividades del Santo Domingo Colonial Fest. Fiarte 2015 es un vivo ejemplo de turismo cultural que bien puede ser evaluado por quienes, como expresara el poeta romano Juvenal (circa 100 A.C.), entienden de manera peyorativa que al pueblo «pan y circo».
El pueblo, en sentido de masas, no demanda «pan y circo». Está más que comprobado que la población aprecia el arte y la cultura, recibe y percibe los mismos con interés y se inclinará hacia ellos conforme le sean suministrados.
Aquí regresamos a los mecanismos de control mencionados anteriormente. Es más fácil «entretener» con lo banal e instintivo (escaso o nulo uso del pensamiento) que promover acciones que generen un razonamiento con sentido crítico.
Esta miopía cultural nos lleva a ensalzar «artistas» como los nombres de moda que vemos y escuchamos en los medios, nos hace retroceder en nuestra forma de pensar y lo que es peor, aniquila los valores de nuestra forma de ser como dominicanos, los valores de nuestra cultura que, si bien evoluciona conforme la sociedad, necesita ser orientada hacia propuestas con contenido que aporte al crecimiento individual y turístico en todas las áreas.
El patito feo del cuento resultó ser un hermoso cisne. Las entidades estatales de turismo y cultura, así como las del sector privado necesitan ampliar sus esfuerzos y asumir que, además del turismo de sol y playa y del ecoturismo, el turismo cultural es una propuesta viable en términos de beneficios sociales, económicos y políticos al incentivar el crecimiento integral de todos nosotros.
Y es así como finalmente saldremos del cascarón…