Cuero, prostituta, meretriz y mujer de vida alegre, son palabras con las que siempre la población llama a quienes venden sexo o su cuerpo por dinero.
Aunque para una parte del pueblo aquellos términos significan lo mismo que decir ahora trabajadoras sexuales, la organización religiosa Las Adoratrices valora que ese segmento social lo integran personas humildes pero educables dignas de mejores condiciones vida como seres humanos.
Por eso, desde su fundación en 1845, Las Adoratrices trabajan con y para ellas en España, Brasil, Colombia, Cuba y República Dominicana adonde llegaron en 1986 y tienen casas de acogida y formación en Santo Domingo, Santiago, La Romana y en ciudad de San Francisco de Macorís donde ya cumplieron 20 años realizando su apostolado de amor y desarrollo humano.
La congregación nació en Madrid, España por inspiración y aliento de María Micaela del Santísimo Sacramento, el 21 de abril de 1845 cuando de visita al hospital San Juan de Dios se enteró de las necesidades y desamparo en que se hallaban las jóvenes que habían caído en la prostitución. Por su obra social y humanitaria fue canonizada por la Iglesia Católica como Santa.
Sin embargo Las Adoratrices, fuente de amor y bondad, han abierto las puertas del plantel educativo para también ofrecer la oportunidad de aprender oficios a las madres y muchachas residentes en sectores cercanos quienes acuden en la tanda de la tarde para recibir las enseñanzas.
Para conocer la filosofía con que se orienta esta institución, cómo se sostiene, los criterios y métodos que usa para seleccionar a las mujeres para las que trabajan, esta reportera conversó con una de las fundadoras del centro, la colombiana Sor Ofelia Duque Vargas, quien definió su trabajo como «una misión que busca posibilitar alternativas de inserción laboral a las mujeres vulnerables y socialmente excluídas, a través de la adquisición de aprendizajes operacionales de acuerdo a sus habilidades y desarrollo de destrezas.
«Sabemos que no todas van a salir de ese tipo de trabajo o se van poner buenas, pero el señor es quien cambia los corazones, pero una que deje la calle gracias a lo que aprendieron aquí nosotras nos sentimos servidas como decía nuestra fundadora Santa María Micaela», expresó.
La religiosa explicó que comisiones de la institución visitan negocios como carwash y cabareses donde las mujeres ejercen la prostitución y muchas veces son victimas de maltrato entre otras situaciones propias del oficio, con el objetivo de hablar con ellas sobre las oportunidades que el centro les ofrece.
«Les decimos que nosotras no buscamos sacarlas del negocio, que lo que deseamos es enseñarles un oficio, que aprendan hacer algo para la vida con sus manos y no tengan que vender sus cuerpos para poder vivir».
Dijo que una de las cosas que más le llaman la atención cuando van a los negocios es que ningún propietario se resiste a que ellas conversen con las muchachas. Tanto es así que les bajan el volumen de la música, las reúnen a todas para escuchar las palabras y la invitación que le hacemos, actitud que les facilita la misión.
Explicó que cuando las muchachas llegan a la casa de acogida y formación, reciben ayuda sicológica, espiritual y capacitación técnica. Aquí pasan dos años y al salir se les entrega un aporte económico para que emprendan un negocio en base a lo aprendido para que no tengan que volver al lugar donde ejercían la prostitución.
Se les imparten cursos de repostería, belleza y costura. Para las que no saben leer ni escribir funciona una programa de alfabetización y se les ofrece enseñanza hasta el octavo grado. Diez profesores pagadas por el Ministerio de Educación laboran en el centro. Esta misión no sólo beneficia a las mujeres trabajadoras sexuales, sino también a las de escasos recursos económicos ya que tienen cursos en las tandas matutina y vespertina, esta última para el público en general con servicio de guardería para cuidar los niños mientras aprenden un curso técnico o se alfabetizan. El centro está ubicado en la urbanización Caonabo, frente al politécnico y recibe algunas ayudas de Organizaciones No Gubernamentales (ONG) extranjeras y de padrinos españoles.
También de la Oficina Senatorial reciben 10 mil pesos que les entrega el senador Amilcar Romero, que se destinan al pago de la electricidad que oscila en entre 10 y 11 mil pesos.
Su experiencia
«Trabajar con estas mujeres es nuestra vocación, la queremos mucho aunque a veces se portan pesadas, pero eso no importa si les escuchamos decir que dejarán la prostitución, que sueñan con ir a la universidad, que pondrán su negocito, esa es nuestra mayor satisfacción», sostuvo.
El centro cuenta con una sicologa que asiste dos días a la semana para hablar con las muchachas ya sea en grupo o individual para fomentar la seguridad y autoestima en ellas.
Sor Ofelia pidió a las personas pudientes y sensibles, a los empresarios, comerciantes e instituciones a que visiten el centro, conozcan lo que aquí se realiza para que si estiman que pueden ayudarnos con algo sepan que en esta casa trabajamos con personas que necesitan ayuda.
En el pequeño taller del centro las mujeres confeccionan ropa para recién nacidos y las venden en nueve tiendas de la ciudad con lo que producen algún dinero para ellas y sus hijos.
Las adoratrices las dirige en esta ciudad la madre superiora María Luisa Gisbert de nacionalidad española quien junto a Sor María del Carmen y Sor Ofelia asisten y coordinan las tareas de la casa que este año tiene una matrícula de 85 mujeres en edades de 15 años en adelante.
El curso de repostería tiene 22 mujeres sólo en la tanda vespertina. Reciben riguroso entrenamiento en la producción de pan, bizcocho, postres y arte de cocina en general, entre otros que imparte con gran entusiasmo y amor la instructora Juana Tavares Bonilla.
En el área de belleza que está a cargo de Rosa Emilia Hidalgo con 18 años en la congregación, además de las técnicas en corte de pelo, tratamiento de las manos y los pies, a las mujeres se les enseña sobre la responsabilidad y ética de la profesional en cosmetología.
Otra misión que desarrolla el centro es la de alfabetización. A partir del momento que aprendió a leer y a escribir, las muchachas pueden seguir aquí hasta el octavo curso. La profesora María Inocencia Jiménez Vargas con 16 años en la institución tiene a su cargo el programa educativo.
«Me siento feliz de realizar esta labor compartiendo esta maravillosa experiencia, de enseñar a las mujeres y acompañar a las Adoratrices en tan encomiable labor social de crecimiento humano a través de la educación», afirmó la educadora Jiménez Vargas.