Saludo a los directivos, empleados, seguidores y lectores del diario “El Jaya” y a todo el pueblo de República Dominicana
Mis padres me enseñaron desde mi más temprana infancia que es de buena educación presentarse siempre que llegamos a un lugar. Y más cuando hemos llegado a ese espacio como invitados con toda la hospitalidad de los anfitriones. Y así me siento, llegando a un magnífico lugar invitado por sus dueños con todo el cariño latinoamericano que me pueden brindar, el cariño de un pueblo que es conocido mundialmente por abrir sus puertas y corazón a los visitantes extranjeros como si fueran nativos, el pueblo maravilloso y cálido de República Dominicana. Y no puedo menos que corresponder tanta generosidad con mis pensamientos expresados en letras, palabras, párrafos y textos que espero sean de su agrado e inviten a la sana reflexión.
Bueno, sin más preámbulo les cuento a mis amables lectores que mi nombre es Andrés Felipe Giraldo López, soy colombiano, nací hace 43 años en la Capital del país Bogotá como el menor de una familia de ocho hijos. Mi madre es una mujer hermosa de gran corazón que es joven a pesar de sus años y mi padre fue un hombre sabio y brillante quien falleció hace poco más de tres años pasando las ocho décadas de edad, después de una carrera pública magnífica y de una vida privada ejemplar.
Para definirme nunca uso mi profesión o mi oficio como la mayoría de mortales que han logrado un título universitario o que ejercen un arte u oficio. Si le preguntas a un abogado que quién es, te dirá que es abogado. Igual pasa con la mayoría de ingenieros, odontólogos, arquitectos, médicos, actores, modelos, pintores o lo que quieran que sea que hagan. La mayoría de personas se definen por lo que hacen, no por lo que realmente son. Y muchas veces no somos lo que hacemos. Ese es mi caso. Estudié ciencia política y si me definiera como tal, les diría que soy politólogo. Pero no, en realidad esa es mi profesión. Si tuviera que definirme les diría que soy un ser humano, padre de dos hijos, esposo, hijo y amigo, en ese orden. Además, antes que politólogo, soy escritor, es mi oficio y lo que me encanta hacer. Por eso estoy acá, escribiendo para ustedes. Mi obra no es prolífica, de hecho, solo he publicado un solo libro que fue un fracaso comercial, pero todo un éxito espiritual. Mi padre fue quien lideró el proyecto del libro recopilando los escritos que más le gustaron de mi blog “calma, quietud y tribulación”. Dos años después de que mi libro viera la luz, mi padre descansó para siempre. Y descansó aún más sabiendo que yo era un escritor con al menos una obra publicada.
Además, creo que como humano soy sensible ante el dolor humano, me he preocupado por tratar de ayudar en un país azotado históricamente por la violencia, la corrupción y la inequidad social como lo es Colombia. A la vez debo decir que el nacionalismo no es una de mis cualidades. O uno de mis defectos.
De hecho, no tengo arraigo en Patria alguna, ni siquiera en la mía, y siempre que he podido vivir en otro lugar, no he perdido la oportunidad. Siendo muy joven, aún sin llegar a mi mayoría de edad, hice parte de un contingente militar colombiano que hace parte de una fuerza multinacional que vigila los acuerdos de paz entre Israel y Egipto en la península del Sinaí. Esa fue mi primera experiencia en el extranjero por un período de ocho meses y desde allí supe que no tengo más Patria que mis zapatos ni más límites que mi piel. No creo en las fronteras y pienso, como Saramago, que son líneas solo visibles en los mapas.
Por eso me parece tan importante para mi carrera como escritor encontrar esta oportunidad para expresarme en un diario tan reconocido del hermano pueblo de dominicano. Debo reconocer con vergüenza, pero también como un reto, que conozco muy poco de su país más allá de verlos compartiendo isla en el mapa con Haití. Además, no puedo ser ajeno a la historia de las mariposas encarnada en las hermanas Mirabal como una alegoría a la resistencia y a la libertad. Pero más allá de eso, son escasos mis conocimientos sobre la realidad política, social y económica de tan encantador país. Mi hijo mayor, quién ya tiene 21 años, recuerda con especial devoción sus días en Punta Cana que disfrutó gracias a la generosidad de una tía que lo llevó allí a conocer el mar. Desde ese día para él el mar es el escenario más majestuoso de la naturaleza. No dudo que quedó flechado por la belleza del mar caribe en esas playas majestuosas de República Dominicana.
Entonces, reconociendo mis evidentes limitaciones para poder manifestarme sobre la realidad dominicana, teniendo en cuenta que no conozco al detalle su problemática ni situación actual, mis escritos irán dirigidos a temas más espirituales, humanos, cotidianos, internacionales y amplios que me permitan entrar en sintonía con los lectores desde una perspectiva universal, siendo consecuente con mi filosofía de omitir las patrias como referente de identificación entre las personas. De hecho, hoy escribo desde la ciudad de Stuttgart en Alemania en donde acompaño a mi esposa que está haciendo un doctorado en desarrollo rural y cuido a nuestro bebé de 22 meses quién emprende su propia aventura de aprendizaje en un suelo que le será familiar al cabo de un par de meses. Además, escribo para varios medios de comunicación en Colombia, elaboro mi tesis de maestría en ciencia política y sociología de la facultad latinoamericana de ciencias sociales (FLACSO) que hice en Buenos Aires, Argentina, y trato de darle forma a una novela para por fin algún día decir que soy el escritor de una novela, reto que aún no cumplo.
Así pues, concluyo mi presentación atendiendo a esa recomendación y enseñanza que me hicieran mis padres hace más de cuatro décadas. También aprovecho para manifestarles la alegría inmensa que siento al contar con este espacio y esta oportunidad gracias a esas casualidades hermosas de la vida que ponen personas maravillosas como herramientas para alcanzar nuestros sueños. A esas personas toda mi gratitud. Sé que cuando lean estas palabras sabrán identificarse con mi agradecimiento.
Entonces, queridos hermanos dominicanos, acá nos veremos semanalmente en este espacio que generosamente las directivas de “El Jaya” me han concedido para unirme a su equipo de columnistas. Me harán muy feliz sus comentarios y reflexiones, incluso aquellas que no estén de acuerdo conmigo, porque de la sana contradicción y el debate argumentado es de donde surgen las buenas ideas para transformar el mundo en un mejor lugar para vivir.
De antemano, gracias por su lectura semanal. Gracias por los minutos que se tomen para leer, controvertir y reflexionar sobre mis columnas, pensamientos y opiniones. Es un placer conocerles así suene un poco impersonal desde mi tribuna. Pero saber que tengo esta plataforma para dirigirme al querido pueblo dominicano me hace parte de ustedes y espero que así me reciban. Un abrazo fraterno que los abarque desde el Río Grande en México hasta la Tierra del Fuego chilena pasando por cada archipiélago y cada isla del Caribe. Un abrazo fraterno desde las entrañas de Latinoamérica, ese pueblo unido por la historia y separado por esas líneas imaginarias llamadas fronteras que yo me brinco para sentirme parte de su pueblo. Una vez más y, por último, gracias. Espero no ser inferior a las expectativas de quienes confiaron en mí para estar aquí.
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