En este mes de la Patria, de la nuestra, la ultrajada; en el mes festivo del carnaval, del nuestro, del colorido; apuesto a la razón y a la buena toma de decisiones sobre algunos aspectos físicos de la Isla, de nuestra media Isla, República Dominicana, a la solución prudente y de menos perjuicios para el país y su medio ambiente.
Está claro que el ser humano se instala en una porción delimitada, pero estar conscientes de esa porción y de sus múltiples riquezas, es “otra cosa”, la explotación de zonas ricas, donde se crean riachuelos, ríos, bosques y todo un ambiente y clima, la desaparición de esos grandes bloques de montañas para la extracción de sus posibles utilidades, merma constantemente la existencia de nuestra isla y del planeta.
No es una casualidad que estén allí esos grandes témpanos de tierra, se deben realizar estudios sobre posibles riesgos, no es solo el dinero, el monto que deje al país este intercambio, de adquirir a cualquier costo nuestras riquezas naturales, nuestro hábitat natural. Nos están comiendo la madre, la tierra y el agua, “ahorita”, no tendremos cómo sobrevivir, ya que el agua es la mayor riqueza y muchísimo más que el afamado oro, es tan importante en usos y beneficios, pero no la percibimos. Esto puede crear una escasez preocupante, y por tales motivos, puede ser muy probable que los próximos conflictos en el futuro sean producto de estas prácticas inhumanas; las llamadas fábricas de dinero y de podredumbre, que solo están anquilosando la vida futura de miles de seres humanos.
Los intereses que están presentes en estas negociaciones, en la mayoría de los casos son ambivalentes; por un lado, un aparente aporte económico al Estado, y por otro lado, un desequilibrio ambiental que supera los supuestos beneficios, además de un daño tangible a las presentes y futuras generaciones que comprometerían su calidad de vida, y esto agregaría otro punto al cambio climático mundial y sus desastres.
Panfleto para sobrevivir
Mi óptica frenética, visiones del pasado y del futuro, el presente presagio,
las últimas dádivas de mi lengua.
¿Y el paisaje de la montaña, borrado; la imagen del agua contaminada, escaseada, el bosque húmedo de Quita Espuela y Miranda desaparecidos?
Por otro lado sigue aún el eco que de alto en alto a la Naturaleza arropa,
conecto mis siete sentidos a esa fuente reflejo de lo creado, de lo transformable,
de lo transitorio, de lo fugaz de esa línea entre vida y muerte, delgadísimo hilo
parecido al de Ariadna.
Yo prefiero el estado natural de las cosas, la cierta continuidad de la obra, el trinar de los pájaros en las mañanas: Isla olvidada en maltratos, tan hermosa aún eres…
Cristalina el agua, coloridos los frutos, el sol yema de Dios, ríe risueño retozando con el río y yo miro de reojo ese irresistible fuego.
Si no veo la tierra en sembradíos repletos entristezco de madrugada junto al rocío,
me desprendo, languidezco de tanto pensarlo, si me falta el verde árbol me falta la roja sangre…