Por Lic. Sugel de la Cruz (Psicólogo)
Ponte en los zapatos del otro, frase muy escuchada en la sociedad, frase que muchas veces la proponemos, pero en pocas ocasiones la hemos puesto en práctica. «La empatía es la capacidad no sólo para detectar lo que otros sienten, sino también para experimentar uno mismo esa emoción». Es parte fundamental para el cuidado de la salud mental.
La necesidad de recurrir a la empatía es un paso necesario, simplemente, porque la batalla contra el estigma social de las enfermedades mentales no se ha ganado todavía, y es posible que parte de la responsabilidad sea no haber realizado el suficiente hincapié en este valor fundamental que promueve la solidaridad y el crecimiento individual. «Porque, sin ella, hablar de inteligencia emocional es una utopía. Sin ella, hablar de acabar con el estigma es una irrealidad. Y, precisamente, porque hablar de empatía respecto a las personas que sufren una enfermedad mental es ‘eliminar’ de golpe la barrera que nos separa del ‘Ponte en mi lugar. Conecta conmigo’».
La estigmatización y el maltrato hacia las personas con algún problema de salud mental es tan corriente que la sociedad lo ve como algo normal, incluso los afectados acaban acostumbrándose a ellos de una manera insana y terminan por no defender sus derechos. Acaban exiliándose en una habitación sin querer salir de la cama o, en el peor de los casos, tratan de suicidarse y acabar con un problema, que es más de una sociedad intolerante e intransigente que de ellos mismos.
Ahora bien, veamos el trasfondo de la empatía. La empatía permite reconocer lo que otra persona siente, lo que nos hace más sensibles, compresivos, humanos. «Porque, también, abre las puertas a interpretar, detectar y conocer las emociones y pensamientos ajenos. Es más, esta habilidad facilita poder influir en los demás, porque la emoción es el gran movilizador de la sociedad. Por eso, la persona empática tiene una mayor capacidad para movilizar a otras personas y ejercer influencia sobre ellas. Las personas empáticas tienen mejores relaciones con los demás, son más altruistas, sienten el impulso de ayudar a otros y, todo ello, les facilita una mejor posición de cara a los demás. Es decir, caen mejor, son más líderes». Es importante alejarnos de los prejuicios para poder tener una apertura a la experimentación de lo que desconocemos de esa persona.
El ver al otro como raro debe llevarnos a reflexionar sobre ¿quién es realmente raro? Que las diferencias individuales nos animen a conectar con ese ser que tiene defectos y virtudes, quizás más virtudes que defectos y que nos pueden hacer crecer como no lo imaginamos. Aunque te queden pequeños o grandes, ponte en los zapatos del otro.
El autor Sugel de la Cruz es Licenciado en Psicología, mención Escolar, maestrante en Psicología Escolar en la UASD-SFM, especialista en Orientación Vocacional Sistémica, experto en Habilidades para la Vida, labora en su área de estudios en la unidad de acompañamiento psicológico para la prevención del uso problemático de sustancias en Casa Abierta, miembro del staff del Instituto Regional Psicoeducativo (RESIL), formador en teatro de títeres.
Patrocinado por CODOPSI, Regional Nordeste, como parte de su programa de psicoeducación a la población en general y Divulgación científica. Las informaciones de este artículo son propiedad exclusiva de sus autores.
Discussion about this post