No tuve la dicha de ser alumno del Dr. José Amado Camilo Fernández, cuando llegué al Curne, ya “El Príncipe” estaba desempeñando su curul en el Senado y solo impartía docencia de sábados, pero no por eso me siento menos feliz y orgulloso de los profesores que tuve: brillantes, extraordinarios…fuera de serie.
Al final de ese verano de 1978 ingresé al Centro Universitario Regional del Nordeste (Curne) cargado de sueños e ilusiones, con un cigarrillo en mi diestra, una mascota bajo el brazo y ese aire intelectualoide que daban largas jornadas de lectura lo que me parecía que “estaba comiendo con mi dama”.
Entre mis maestros, Jesús Tellerías gozaba de mi franca admiración y cariño. Doctor en sociología egresado de la Patricio Lumumba de Moscú, marxista-leninista a carta cabal, un intelectual acabado al que teníamos dificultad para entender, su formación y visión de la sociología rebasaba los límites de la sociedad aldeana en que nos encontrábamos y debíamos lidiar con alguien, que traía la visión europea de la sociedad de entonces.
Su texto y libro de cabecera era el de la chilena Martha Harnecker “Los Conceptos Elementales del Materialismo Dialéctico e Histórico”, un libro que se consideraba por los intelectuales latinoamericanos la biblia en materia de sociología marxista y la única posibilidad en que pudiéramos entender el desarrollo de las clases sociales en el contexto de las sociedades del sur de las américas.
Estudiada en Francia, Martha Harnecker fue alumna de Louis Althusser, filósofo francés considerado, junto con Lévi-Strauss y Lacan, uno de los representantes más destacados del estructuralismo en lo que se refiere al análisis de las ciencias humanas, Marxista convencido, se propuso hacer una lectura fiel de Karl Marx a partir de la sistemática estructural, y delimitar una clara distinción entre el «primer» Marx y el «último» Marx.
Althusser fue un marxista contestatario que intentaba descifrar el marxismo a través del mecanismo del estructuralismo francés como corriente filosófica. En ese tiempo no era bien visto que estudiara la corriente marxista buscando errores o negando la unilinealidad del pensamiento de Marx en término de dotar a la sociedad de un instrumento de desarrollo social, político y económico, es decir el “revisionismo” se pagaba hasta con la muerte.
Roque Dalton el intelectual y poeta Salvadoreño, fue asesinado por una facción ultraizquierdista de su propio partido comunista, por haber criticado la forma de gobierno que impuso en Rusia Joseph Stalin, por supuesto el Partido Comunista Francés no llegaba a esos términos, pero criticaba la obra de Althusser así fuera en una mesa de cafetín con una copa de vino en la Rue du Montholon en Paris.
Desde el comienzo del libro se nota el pensamiento estructuralista en los planteamientos de Harnecker, como fiel representante del discipulado de Althusser, no fue comprendida a cabalidad por los líderes del momento que preconizaban las ideas del marxismo-leninismo que, en su mayoría, no entendieron la disyuntiva: o seguimos la vida contemplativa del compañerito y teórico que discute sobre lo que dijo Marx, Lenin o Engels o, por el contrario, nos pasamos a aplicar sus postura en el plano de la realidad concreta en el mundo Latinoamericano. Ese “compañerito” fue personalizado en la televisión humorística dominicana por ese gran comediante Felipe Polanco en la caracterización de Johanes Burgos.
Latinoamérica distaba mucho, para la época, de un nivel de desarrollo social y político que permitiera arraigar las ideas en el pensamiento ciudadano. Muchos factores se interponian: el analfabetismo, la religiosidad, la sumisión a gobierno autoritarios unos y otros ligados al convencimiento del paternalismo de Estado. En medio de todo esto, muchas ideas política que salvaban en cierto modo el tema de la idiosincrasia latinoamericana, no dejaban desarrollar el socialismo, caso como el del Aprismo en Perú, la Ortodoxia Colombiana—que tuvo en Cuba uno de sus más connotados representantes: Eduardo -Eddy- Chibás, el Peronismo Argentino, por solo mencionar algunos.
Pero bien, me he desviado de mi objetivo que era rememorar mi tiempo en el Curne y me he lanzado en picada al análisis del pensamiento político de aquella época, el entronque de una idea y otra viene a más, porque escribo esto precisamente motivado a la portada del libro de Harnecker que encontré caminando por ahí en internet. Precisamente el Curne era el “punto “ de ebullición de estas ideas; allí bajo la generosa sombra que proyectaban los frondosos laureles que adornaban el patio del centro, un grupo de “cabeza caliente” que no lograban enfriarla ni con todo el frescor de la vegetación, discutían acaloradamente sobre socialismo, comunismo, imperialismo, etc.
Allí se hacía crítica y autocrítica, se visualizaba la llegada de la revolución a nuestro país “que está a la vuelta de la esquina”, era el lugar donde se alcanzaba a ver la decadencia del imperialismo que pasaría a la otra fase del desarrollo social y político: El comunismo. Lo más interesante de esa época fue que prohijó una inclinación a la lectura, al conocimiento, a la investigación, nos dejó amargas lecciones y dulces recuerdos, pero sobre todo echó las bases teóricas del conocimiento y la experiencia que se ha logrado al paso del tiempo.
Hay quienes piensan que “quien no fue comunista a los dieciocho, no tenía corazón, pero quien sigue siéndolo a los cincuenta no tiene cerebro”. Quizás no debería ser tan drástica la sentencia, puesto que el desarrollo teórico de aquellas épocas dejó una base de conocimiento en todos nosotros. Gloria del Curne haber prohijado aquellos dirigentes que a pesar de las teorías, eran sinceros, entregados y convencidos que su acción tenía por objetivo una mejor patria para todos.