Desde que se tiene información de la humanidad, han existido enfermedades que nos matan, unas más agresivas y asesinas que otras, pero todas mortales.
En los tiempos pasados, lo que hoy es una simple gripe, llevaba a la tumba a miles de personas alrededor del mundo.
La sífilis, la malaria, las cinco plagas de Egipto que menciona la Biblia, la tifoidea, la viruela, la tuberculosis, etc, etc, son enfermedades que, en sus inicios, masacraron poblaciones enteras llevando a la tumba a millones de personas en todo el globo terráqueo.
Con el paso del tiempo y el desarrollo de la ciencia, el hombre ha ido encontrando soluciones, algunas definitivas, como el caso de las vacunas que nos ponen desde que nacemos y que nos eliminan las posibilidades de ser afectados por males específicos y, en otros casos, por las innumerables medicinas que nos alivian de cualquier contrariedad que padezcamos en nuestra salud.
Con el coronavirus, pasará lo mismo.
Estoy seguro de que será dominado por el cuerpo humano de manera natural o por el hombre con sus conocimientos y, que más temprano que tarde, se encontrará una salida que, o lo elimine para siempre o, cuando nos de, sencillamente iremos a la farmacia a buscar la medicina que lo cure.
En lo que esa solución, temporal o definitiva llega, lo que tenemos que hacer es respetar el virus y, sobre todo, cuidarnos para que no nos afecte.
En este momento de la pandemia, el respeto a las disposiciones emanadas de nuestras autoridades para evitar el contagio, es la mejor de las medidas que todos debemos tomar.
Evitar las aglomeraciones, solo salir de nuestras casas a lo estrictamente necesario, andar siempre con la mascarilla, lavarnos las manos de manera continua, cuidar al prójimo al toser o estornudar, son las cosas más importantes del momento y que podrían marcar la diferencia entre la vida y la muerte.
Si hacemos cosas tan simples como las anteriormente señaladas, podremos continuar con nuestras vidas y, en cierto modo, llevar una vida normal, dentro de las reglas que nos exige la covidianidad.
Lo que no podemos permitir, bajo ninguna circunstancia, es que el covid-19 nos quite las ganas de vivir, de seguir adelante, de luchar por nuestras metas, de tratar de ser cada vez mejores, de amar y ser amados, de ayudar a los demás, de ser útiles a la sociedad.
Existen muchas personas que, al sentirse controlados por la pandemia, se han dejado matar sus sueños y han permitido que el temor a ser infectados o las contrariedades del nuevo régimen de vida, les haya quitado el deseo de hacer ciertas cosas que tenían planeadas desde hacía tiempo.
Desde mi punto de vista eso es un error.
Si bien es cierto que todos debemos respetar el virus, evitar ser contagiados y contagiar a los demás, no menos cierto es, que podemos seguir adelante con nuestros planes, cualesquiera que sean.
Postergarlos, quizás, solo si las circunstancias de las medidas de restricción no nos permiten desarrollarlos, pero jamás rendirnos y decir no puedo.
Lamentablemente existen muchas personas que, ante cualquier contrariedad se dejan matar sus sueños. Hay quienes solo piensan en lo malo que les podría suceder y no les dan cabida a las cosas buenas que cada situación por la que atravesemos no puede traer.
Hay algunos que son tan negativos, que, al sufrir un desmayo, en lugar de volver en sí, vuelven en no.
El régimen de vida que nos ha impuesto el Covid-19, simplemente ha venido para diferenciar a los más fuertes de los más débiles, a los responsables que se cuidan y cuidan a los demás, de los irresponsables que no les importan ni sus vidas ni la ajenas.
Para distinguir a quienes ponen sus propias vidas en riesgo para salvar a los demás, a los buenos de los malos y para muchas otras cosas que, a la larga, serán beneficiosas para la humanidad.
Por el momento, nuestra principal preocupación deberá ser evitar formar parte de las estadísticas del virus, ya sea como contagiado, con o sin síntomas y sobre todo, de los fallecidos.
Mi recomendación es muy simple: No te dejes dominar por el Covid-19. Cuídate, respétalo y sigue adelante