Es verdad, soy idiota desde que nací por asuntos de la compleja genética y del orden o desorden de los cromosomas esos, y por ello yo no tengo ninguna culpa, y además esta condición propia del determinismo humano, se me ha incrementado en gran medida debido a los ambientes donde he me desarrollado como persona.
No me da vergüenza admitirlo, y no como otros muchos que lo son, y aún en mayor grado, pero lo niegan a toda costa, porque consideran que ser idiota, es decir, de poca inteligencia o que es torpe de entendimiento, es algo ofensivo en nuestras sociedades, y no debería ser así porque los idiotas por simples probabilidades de nacimiento, de acuerdo a la distribución de los sigma estadísticos, somos muchos, muchísimos más que los superdotados o los genios, que por el contrario, se dan con mucha escasez.
Por lo tanto, ser idiota debería ser algo tan normal aquí, como la lluvia de mayo, las subidas de precios. o las habichuelas del medio día. Verán porque lo digo con tanta franqueza.
El que tenga que deslomarme para pagar a un enorme sobreprecio el kilovatio de energía eléctrica cada final de mes, porque unos cuantos señores saquen pingues beneficios a mi costa pudiendo vendérmela mucho más barata, sin qué yo los apedree o les queme sus instalaciones, eso sin duda alguna es ser un puro idiota y por demás de grandes ligas.
El que yo, que soy un prototipo de la eufemísticamente llamada clase media, pague mucha mayor proporción de impuestos que los muy ricos que lo son a mi costa y de otros idiotas iguales, y no ponga o pongamos una bomba en las dependencias correspondientes de los impuestos, es otra muestra de un grado superior de idiocia adquirida por contagio en el medio donde vivimos.
Que en un mercado popular, o en un camioneta ambulante por los barrios un plátano valga cinco pesos, y en los supermercados a quince o veinte, y que yo siga comprando en estos establecimientos es otro indicativo de mi alto grado de idiotez, y por ello debería estar dándome yo mismo unas buenas cachetadas frente al espejo del baño.
Qué yo pague la mitad del costo de un pasaje al exterior en concepto de impuestos, como si fuera un lujo igual que importar un carro Maserati, mientras que en otros países con mucho mayor nivel de vida no paguen, nada o lo hagan en cantidades mínimas, y en compensación no me robe el motor o el tren de aterrizaje de un avión, o el avión entero como han hecho otros, es otro claro síntoma señal del idiotismo que padezco.
Qué vea a un político por la calle del que sé con certeza que está robando a dos manos bien llenas para tener mansiones, helicópteros, fincas, queridas, y un fracatán de millones de dólares en bancos locales y extranjeros, en detrimento de mi pensión de vejez o de la educación de mis hijos, o de las atenciones de salud de mi familia, y que yo no coja a ese tipejo por las solapas y le de una paliza que lo deje tontuñeco, es un indicio de que sin duda alguna, soy un idiota a perpetuidad y sin remedio.
Qué tenga que contribuir a mantener con mis precarios ingresos a una comisiones del Gobierno, que en teoría hacen lo que otras dependencias o ministerios tendrían que ejecutar y que sus presidentes y principales directores ganes suelos botelleros de cientos de miles, y hasta de medio millón de pesos mensuales, y no los tire al mar con un block atado al cuello, es otro indicador de los niveles superlativos de mi idiotez que padezco desde mi nacimiento y padeceré hasta que me vaya de este mundo de injusticias sociales.
Y así sucesivamente una y otra vez, podríamos estar citando casos similares de mi idiotez hasta la próxima Navidad. Y ya lo hemos dicho, no hay que preocuparse por ser idiotas, o cada vez más idiotas, para ese trabajo alienante de entorpecer nuestro ya corto entendimiento, tenemos gobiernos perfectamente estructurados y políticos y funcionarios totalmente capacitados que lo llevan a cabo con todo el entusiasmo posible, y a cada momento del día.
Además, ser idiota por si fuera poco, es una bendición que está reconocida hasta en la sabia Biblia, pues dice que el número de tontos, que para el caso es lo mismo, son infinitos Y volviendo a las probabilidades. a mí, como hemos podido ver con tantos ejemplos, me ha tocado ser uno de ellos ¡Qué le voy a hacer, sino resignarme! ¿Y a usted querido lector, cómo le ha ido en este sentido? Por favor, sea sincero con usted mismo.