Hace unos mil trescientos años, los árabes fueron a darse unas vacaciones por la Península Ibérica y les gusto tanto ese «resort» que estuvieron disfrutándolo ocho siglos De ahí viene que el castellano tenga cuatro millares de palabras con ese origen. Muchas de ellas comienzan con la sílaba «al».
Como no todo es hablar de crisis, ni de chismes, ni de política, veamos el significado de unas cuantas. Algunas se encuentran casi desaparecidas o en franca decadencia, pero son interesantes de conocer, y otras están vivitas y coleando en el vocabulario de cada día.
Por ejemplo, Algarabía era como se llamaba en un principio a la propia lengua árabe, por eso a uno le hablaban «en algarabía», de ahí se pasó a designar al lenguaje ininteligible, y después, al alboroto y griterío que nada se entiende, como sucede a veces entre nuestros congresistas.
Otra: Albañal, conducto o canal por donde van las aguas sucias, lo más parecido a las cañadas de nuestros barrios pobres y olvidadas por unos señores que cada cuatro años las visitan y prometen sanearlas. Albañil, se escribe y suena casi como la anterior pero no tiene nada que ver, es el trabajador que durante muchas horas al día suda encaramado en los peligrosos andamios pegando ladrillos hasta construirnos el dulce y confortable hogar donde habitamos.
Alcachofa, más familiar, se encuentra en los campos y sobre todo en los supermercados, en latas o al natural, esta palabra frita o rebozada es riquísima. Más vocablos, Alfeñique, persona de complexión débil y delicada, aquí en buen dominicano diríamos que está falta de cuchara, o que es un mal comido de los que no piensan cuando votan, según algunos. Alcanfor, es la pastilla que compraban antes nuestras madres y abuelas para preservar los vestidos de las nocivas polillas, ahora, con las marcas de ropas famosas, va desapareciendo.
Una muy rara: Almojarifazgo, esta palabra tan larga y extraña era una tasa que se cobraba por las mercancías que entraban o salían de un reino, esperemos señores de Rentas Internas no se auxilien de ella para inventar en otro impuesto más de los que ya sufrimos. Alacrán, el bicho ese que siempre está como los envidiosos, con el aguijón levantado para clavárselo a uno en cualquier momento, el de la canción ¨ el alacrán, el alacrán, el alacrán te va a picar ¨…, y el que sale de debajo de una yagua cuando menos te lo esperas.
Almohada, el colchoncillo que recibe a nuestra cabeza llena de preocupaciones y con la que consultamos muchas noches. Alcornoque, árbol de cuya corteza se sacan el corcho de los tapones de vino y flotan como esos políticos que gane quien gane, siempre están arriba. Alambique, aparato que sirve para destilar, aparece en las películas americanas en las que un señor con overol, fabrica en el bosque un whisky ilegal bastante malo y el protagonista, que es un duro, se lo bebe a pico botella. Alguacil, el funcionario que nos avisa o procede al temido embargo por mala paga u otras razones, los gringos le llaman sheriff, el mismo que en las películas del oeste perseguía a los malos con caballos y ahora lo hace en largos carros de policía.
Albornoz, esa bata larga que se utiliza para después del baño, en las películas de antes, la chica sexi se lo quitaba cuando el protagonista entraba a la habitación, pero no se veía nada porque cortaban de inmediato y pasaban a otra escena. Almorrana, tumorcillo que causa serias molestias a los que trabajan sentados mucho tiempo. Almirez, pilón de metal, piedra o madera que sirve para machacar el ajo, el maíz, o ese café tan sabroso llamado así: «pilón». Al fin y Al cabo, palabras divertidas e interesantes ¿verdad?