Hay dos tipos de mujeres: la que lucha sin importar ser desterrada de la sociedad, apartada de la familia o morir en el intento, solo por alcanzar su libertad; y por el otro lado se encuentra aquella que decide ser a imagen y semejanza de la sociedad, aquella que permite a su verdugo que socave y sepulte su sueño.
La historia selló el destino de la mujer: vivir tras la sombra del hombre.
Vista como un instrumento, la cual debe servir a su esposo, saciar el deseo sexual del género opuesto o la continuidad de la estirpe, considerada un ser inferior y dependiente del hombre.
El género femenino es visto por Platón como una desgracia, sostenía que daba gracias a los Dioses por haber nacido hombre y no mujer o esclavo. Por su parte, Aristóteles no aceptaba que la mujer tuviese libertad o iguales derechos, pero además que la mujer solo representaba la tierra para germinar la semilla que solo el hombre podía crear.
Ideas como estas fueron tomando forma y fuerza en el subconsciente del hombre, donde las mismas tienen vigencia hasta nuestros días.
Siempre ha sido así! O han existido culturas que permitieron el desarrollo de la mujer? Pues sí.
La sociedad Espartana era abierta y próspera en cuanto al comercio, pero en sus costumbres era cerrada para cualquier forastero que pudiera influir en su estilo de vida; algo muy parecido ocurre con las costumbres de los países de medio oriente y orientales.
Las mujeres espartanas eran integradas al igual que los hombres a las prácticas deportivas. Estas prácticas físicas en la mujer, se sustentaban en la idea de que se engendrarían niños fuertes, frondosos y habilidosos, garantizando así ciudadanos vigorosos para la vida y la defensa de la ciudad.
La mujer espartana era vigorosa, correcta y disciplinada, además de ser fuerte física, también lo era espiritualmente. Su estado emocional era inquebrantable, pues recibía todo el apoyo que necesitaba por el Estado, cosa que no ha ocurrido en nuestra sociedad y en otras culturas.
No podemos dejar de resaltar, en este contexto, la sociedad que fundó Pitágoras, donde la mujer gozaba de pertenecer a este grupo cerrado y de participar en los avances científicos de su época.
Como matemático, Pitágoras le otorgó a la mujer los números pares, está simbolizaba el dos; mientras que al hombre le asignó los impares. ¡Qué curioso!
Por su parte, el cristianismo promulgó que la mujer fuera consorte del hombre, pese a ese mandato declarado a favor de la mujer; el hombre cristiano prefiero mirar hacia el otro lado y seguir viendo a la mujer como un ser inferior e incapaz de salir a flote por su propios medios, requiriendo siempre de su amado o la de su verdugo.
La historia y las sociedades tienen una deuda pendiente con las mujeres como dedo inquisidor, para que muchas de ellas hayan sido juzgadas, maltratadas, ultrajadas, violadas, utilizadas, manipuladas, marginadas, desterradas, humilladas, aisladas, calumniadas, abandonas y asesinadas; solo por el hecho de querer ser, por pensar, hablar, sentir, amar y mirar a su albedrío.
Ese mismo dedo inquisidor aniquiló toda posibilidad de que esas grandes ideas de la mujer fueran reconocidas y valoradas en su momento, en el florecimiento de la humanidad.
Muchas lucharon y sus ideas quedaron vivas en el tiempo, sin importar esos tiempos convulsos. Otras siguen dando la batalla con nuevas propuestas que son necesarias en estos tiempos.
El hombre desde siempre ha conocido todo el potencial que la mujer poseía y posee, por eso ejerció la fuerza y su poder social para VETAR EL PENSAMIENTO FEMENINO para el desarrollo humano en todas sus dimensiones, es decir, en el entendido de que desarrollo significa Bienestar con Dignidad.
Fue entonces cuando la mujer le demostró al mundo que a la hora de pensar, ella cuenta con las mismas capacidades, porque el saber no se limita a un género específico; siempre que contemos como dijo Kamala Yousafzai, sólo basta que “tomemos los libros y los bolígrafos, son nuestras armas más poderosa”. La única vía que conduce a la mujer a superar el pasado histórico, mirando hacia su futuro.