Hace ya unas semanas que el nuevo gobierno a través del Ministerio Público se atrevió, se enfrentó -esas son las palabras correctas pues nadie antes lo había hecho de esa manera- con la Cámara de Cuentas, señalándola presuntamente de corrupta.
Envió allí un paquete de fiscales y policías como si fuera una operación de gran envergadura, se pasaron muchas horas del día llevándose papeles y documentos al parecer incriminadores, y se hizo un amplio despliegue mediático que acabó en un dimes y diretes de quien lo hacía de manera correcta o no entre ambas partes, y que nos ilusionó de paso a muchos ciudadanos pues creíamos que la Poli Pulpería, esa entidad pescadora de los Pulpos, Pulpitos y Pulpones, los que le cayeron a dos manos a los que operaban de manera dolosa con contratos de miles de millones a una pulgada de las narices del pasado presidente Medina quien no se enteraba de nada, dice él de la manera más inocente que chuparse un dedo después de haber saboreado un pote de miel criolla, también lo harían con la Cámara de Cuentas con el mismo ardor y determinación.
La Cámara, la de la operación Caracola, ha estado haciendo de las suyas, o mejor dicho no ha estado haciendo lo suyo para lo que fue creada y costeada con mucho dinero ¿Cuántos cientos o miles de millones de pesos nos ha costado a los pendejocontribuyentes escrito todo junto? protegidos ambos grupos bajo el paraguas de la impunidad, ese duende balsámico que podríamos llamarlo Permisión y que campea por nuestro país desde tiempos inmemoriales. Aquí podemos hacer un parangón y decir aquello -falto de total verdad literaria quijotesca y convertido ya en tópico literario- de ¿Con la Cámara de Cuentas hemos topado, Abinader? Después de la alharaca ha venido un silencio que cada día es más preocupante.
O se está trabajando a fondo porque debe ser un tinglado con muchas complicaciones legales y eso coge su tiempo, no hay más que ver por dónde van todavía las calendas de Odebrech todo y habiendo declaraciones de los mismos directores y altos ejecutivos de esa constructora internacional reconociendo los sobornos y señalando las personas que los recibieron, o se está dejando enfriar para un olvido posterior por cualquier causa, dificultad por los múltiples vericuetos judiciales, o el siempre activo interés político.
Si este es caso, esperemos que no, no, y no, el presidente Abinader no puede darse el lujo de echar otro paso para atrás, pues ya son muchos los que ha dado hacia adelante en solo unos meses y se ha tenido que retractar por el «diunavé» del lenguaje popular una media docena de veces. Olvidar este, el de la Cámara de Cuentas, por su importancia, por su magnitud, por su temporalidad de «momentum», por su capacidad de ejemplo de lucha contra la corrupción, sería un golpe demoledor para la proyección de la imagen de su gobierno y su partido difícil de recuperar. Lo que se dice o se promete se debe cumplir a como dé lugar, cueste lo que cueste y caiga quién caiga, y más después de pasada la campaña y ya masticando los dulces caramelos del poder, y haberse terciado la ñoña desde el hombro a la cintura.
Los ciudadanos tenemos que saber lo que está sucediendo al respecto, si se está cocinando en la olla legal aunque sea a fuego lento, si está en punto muerto como los cambios de los carros, o si se está como dice la letra de aquella canción de la nave del olvido.
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