El humanista ¿nace? o ¿se hace?
Distintas corrientes sostienen diferentes posiciones acerca de que este importante tópico y el solo hecho de tratarse de algo de una dimensión tan importante precisa del interés de todos.
Desde el punto de vista epistémico esta ambivalencia es una necesidad dialéctica que tiende a mantener vigente este imprescindible concepto del crecimiento social, El Humanismo.
Parece recomendable que mientras tratadistas, semióticos e investigadores siguen discutiendo esta importante cuestión, las escuelas, las universidades y los docentes de los niveles básico, medio y universitario nos preocupemos por orientar nuestros esfuerzos hacia la necesidad de combatir el acelerado proceso de “robótica profesional”, en el que nos estamos ocupando mas de responder a las necesidades de la demanda de un mercado laboral, que al logro de un carácter esencial en lo formativo como son su función social y su uso humanístico.
Quizás unos motivantes y competitivos recursos tecnológicos estén generando unas “seudo verdaderas necesidades materiales” que están empujando a nuestros jóvenes hacia un modelo obligado de una producción acelerada que deja muy poco espacio al humanismo como parte de nuestra vida.
Talvez una vida tan rápida como corta, este generando en nuestros jóvenes una absorción de antivalores que combaten la concepción y asimilación del humanismo como una necesaria introyeccion de las estilos de vida de esta sociedad.
Posiblemente en nuestro proceso de socialización se reciban más estímulos mercuriales y de individualismo que otros que fomenten el estudio y la imitación de obras, autores cuyo fin único fue el crecimiento de su vocación del servicio por la humanidad.
Probablemte los educadores y las instituciones no hemos aceptado la amarga realidad de no haber podido crear en nuestros jóvenes iconos humanistas con suficiente fortalezas como para servir de escudo frente a las miles de embestidas morales a la que están expuestas los niños y jóvenes de la sociedad actual.
Sin lugar a dudas, es este el mejor momento para la construcción de un decálogo humanístico, que fundamentado en los principios de hombre como Pedro Henríquez Ureña, Eugenio Maria de Hostos, José Martí y otros grandes pensadores sirva de orientación en las aulas y fuera de ella para la juventud que quizás en nada sea culpable de su percepción y comportamiento, siendo si una autentica necesidad de nosotros como educadores, el reconocer que esos jóvenes son de nuestras responsabilidad y que los resultados sociales y humanistas que consigamos con ellos son los que pueden proyectar una sociedad mas digna, justa y conciente de sus verdaderos valores.
Los que hemos tenido la suerte y el privilegio de tener hijos y de compartir las aulas de distintos niveles con niños y jóvenes debemos entender que es precisamente este el mejor momento para la formación de hombres cuyos intereses sean tan o más “críticos” que “productivos”, que a través del conocimiento de nuestros pro-hombres, de sus obras, de sus acciones, de su trayectoria y de sus dimensiones, intentemos generar hombres de pensamientos similares a ellos.
Debemos de enseñar a esta población emergente que la trascendencia es mucho mas que un concepto lineal de simples “posicionamientos” o “teneres”, debemos crear la conciencia necesaria de la importancia del valor de lo humano como tal y que este valor humano es la verdadera y única base de la pirámide de real crecimiento de cualquier sociedad , debemos desintoxicar a esta gente tierna de toda posible irresponsabilidad fácil y arribista, es responsabilidad de padres y maestros ser arquitectos de obras humanas destinadas a apagar la canción de la cigarra; de imponer lo fundamental y desterrado lo superfluo, hacer del proceso formativo la creación de los hombres que demandan estos los tiempos.
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