Ante el fenómeno literario, tanto el escritor como el lector constituyen figuras imprescindibles. El primero configura un mundo ficticio a través de la palabra e impregna un sistema de ideas, sentimientos y valores que hacen reflexionar sobre la humanidad. El segundo, por su parte, encara el texto, lo enfrenta, critica, cuestiona y aprecia sus elementos estéticos. Además, como ha sido señalado por la estética de la recepción, el lector desempeña un rol importante en el proceso de la construcción literaria, ya que pone en juego sus vivencias, sus lecturas anteriores y puede identificarse con lo leído (Gómez, 2008). Esto significa que la literatura es capaz de incidir en los aspectos internos de los lectores.
Desde el punto de vista de la didáctica, existe una variedad de autores que se han dedicado a reflexionar sobre las implicaciones pedagógicas de la literatura (Teresa Colomer, Ezequiel Britz, Carlos Castro Alonso, entre otros). Sin embargo, Louise Rosenblatt, en La literatura como exploración (2002) ha sido capaz de realizar observaciones curiosas sobre el papel de la literatura en la personalidad y los aspectos emocionales del estudiante lector. Por este motivo, en las siguientes líneas se pretende realizar una panorámica del libro y comentar la incidencia de la literatura en estos dos elementos. También, busca mostrar cómo estos pueden influir en la selección adecuada de textos por parte de los docentes de literatura.
La literatura como exploración (2002) es un libro que, en cuatro partes, ofrece una serie de aspectos que invitan a repensar sobre la práctica pedagógica del arte de la palabra. En la primera de ellas, se tratan los retos y desafíos de los profesores de literatura y la experiencia literaria como producto de un proceso de transacción. En el primer capítulo, Rosenblatt (2002) analiza la figura del docente para sacar a relucir la responsabilidad que este tiene en la construcción de seres humanos. En el segundo, la autora se refiere a la dinámica transaccional a la que se somete el estudiante cuando lee y saca a relucir las primeras ideas en relación a la personalidad y las emociones del lector.
Por otro lado, en la segunda parte del libro, se resalta el aporte que realiza el estudiante a la literatura a partir de sus vivencias personales y su marco referencial. Los planteamientos vuelven a instaurar al discente como una pieza clave en la transacción literaria y al profesor como un guía que contribuye al desarrollo del proceso de forma efectiva. Aquí se deja claro, además, que tanto el texto, el estudiante, el docente y los compañeros de la clase juegan su papel en las valoraciones y la construcción de sentidos.
En la tercera parte, Rosenblatt (2002) muestra a las ciencias sociales y a la psicología como aliadas del profesor de literatura. Reflexiona sobre cómo la primera le evita caer en la dogmatización y cómo la segunda puede utilizarse en el análisis del comportamiento y la personalidad de los personajes, a fin de que los estudiantes puedan tener una visión más crítica del texto literario. En adición, en esta parte se presentan los capítulos motivadores los capítulos focos de interés para este trabajo: La personalidad y Emoción y razón.
Por último, en la cuarta parte, la autora destaca los elementos que incidieron en la conformación del libro y resalta las bases de su teoría transaccional. Además, les recuerda a los docentes de literatura el compromiso que deben de cumplir como ciudadanos.
En otro orden, como ya se indicó al principio, la autora dedica unas páginas para establecer la incidencia de la literatura en la personalidad. Señala que los textos literarios contienen una serie de ideas, actitudes y valores que permiten a los lectores vivir experiencias que los ponen en contacto con las personalidades de los actantes (Rosenblatt, 2002). Esto provoca que el estudiante confronte las actitudes y comportamientos de los personajes con los suyos. Por eso, Ronsenblatt (2002) señala que: “Cualquier percepción o aclaración que el joven deduzca de la obra literaria surgirá de la relevancia que tenga ésta para ciertas facetas de su naturaleza emocional o intelectual. La personalidad total tiende a involucrarse en la experiencia literaria (p.206)”.
Lo dicho en el párrafo anterior implica que en el proceso de lectura una persona evoca pensamientos, recuerdos, experiencias y sentimientos, los cuales pueden condicionar la dinámica con el texto y generar actitudes de aceptación o de rechazo hacia el mismo. Además, como señala Rosenblatt (2002): “Muchas veces el lector, sin estar necesariamente consciente de ello, proyecta sus propias preocupaciones emocionales actuales sobre situaciones y personajes ficticios que a primera vista parecen muy remotos (p.227)”.
Otro de los aspectos por los cuales la literatura influye en la personalidad, es por la asimilación de las configuraciones que ha realizado el escritor sobre los personajes. La autora señala que en las manifestaciones literarias los personajes revelan emociones, temperamentos, satisfacciones, miedos, sentimientos de ira, amor, etc. y que dependiendo de las personas el tipo de experiencia será distinta (Rosenblatt, 2002).
En cuanto al papel del docente en este aspecto, la escritora de La literatura como exploración (2002) recalca que este no puede soslayar los elementos mencionados porque: “Aun los libros que parecen tener poco que ver con los elementos externos de la vida de un estudiante pueden proporcionar experiencias vicarias y discusiones ocasionales que lleven al alumno a una mayor comprensión de sí mismo (p.228)”. Y esta es una de las cosas que se persiguen con la literatura: que el estudiante pueda encontrarse para poder aceptarse.
. En otra tesitura, la autora resalta el papel del fenómeno literario en las emociones. A la par de la personalidad, cuando una persona encara un texto literario es susceptible a la función emotiva de la literatura. Consciente de esto, Rosenblatt (2002) establece que:
La experiencia literaria puede brindar la tensión emocional y las actitudes en conflicto de las que surge el tipo de pensamiento que puede asimilarse después de la conducta real. El carácter emocional de la respuesta del estudiante a la literatura ofrece la oportunidad de desarrollar la capacidad de pensar racionalmente dentro de un contexto teñido de emocionalidad (Rosenblatt, p. 250).
Dicho de otra manera: cuando un estudiante es expuesto a una serie de situaciones y acontecimientos por medio de la literatura, puede provocarse una respuesta del mismo sobre lo leído. Este puede manifestar: agrado, desagrado, felicidad, tristeza, pena, miedo, vergüenza, etc. Además, que esta, al igual que la personalidad, va a ser de carácter individual.
En ese mismo orden, la autora señala que la literatura es importante para el desarrollo de las emociones porque esta tiene el poder de: “(…) desarrollar la capacidad de sentir, de responder imaginativamente a los pensamientos y a las conductas de otros (…) (p.260)”. Además, “(…) a través de la discusión y reflexión de su respuesta a la literatura, el estudiante puede aprender a ordenar sus emociones y a enfrentar de manera racional personas y situaciones con las que se está involucrando emocionalmente (p.260)”.
Partiendo de lo establecido en el párrafo anterior, puede decirse que la literatura juega un papel significativo en las emociones de los lectores. Por su parte, el profesor de literatura por igual, ya que es responsable de la selección de los textos que las provocan.
Otro elemento que llama la atención es la pertinencia a la hora de seleccionar las producciones literarias y las precauciones que debe tomar el maestro en su uso. Si la literatura juega un rol en la personalidad y en las emociones, es importante que el docente sepa elegir los textos, tomando en cuenta la edad de los alumnos, sus intereses y su intención. Con respecto a esto último, Rosenblatt (2002) indica que, en ocasiones, profesores de literatura con formación en psicología han utilizado los textos literarios con una finalidad “terapéutica”, pero la referida autora enfatiza en que este no es psicólogo, ni psiquiatra, ni terapeuta. Apunta: “El maestro prudente no trata de ser psiquiatra. Sabe que lo esencial es ser una persona íntegra en su relación con sus estudiantes, aplicar, en su trabajo con ellos, toda la sensibilidad que aplicaría en sus relaciones con la gente fuera de clase (p.230)”. Además, señala que el profesor: “(…) debe evitar cualquier uso demasiado literal de las que podrían denominarse posibilidades psiquiátricas de la literatura (p.231)”.
Lo expresado en el párrafo anterior quiere decir que los profesores de literatura deben ser cuidadosos tanto en la selección de las obras literarias como en no caer en el intrusismo profesional de la psicología, ya que las repercusiones en los alumnos pueden ser desastrosas.
En otra tesitura, Rosenblatt (2002) realiza planteamientos sobre los deberes del docente y del estudiante, con los cuales el redactor de este trabajo está medianamente de acuerdo. La autora de La literatura como exploración expresa lo siguiente:
Las tareas que asignamos, las formas en las que examinamos, las preguntas que hacemos sobre la obra, las técnicas de análisis que empleamos, deberían atraer la atención sobre la obra como experiencia estética, no alejarla de ella. Al aplicar los tratamientos aceptados a la obra, debemos recordar que de lo único que tiene que ocuparse el lector es de lo que viva a través de su intercambio con el texto (Rosenblatt, 2002, p.306).
Partiendo de esto puede inferirse que el profesor debe procurar que las asignaciones que realice persigan el goce estético y eso está muy bien. Sin embargo, no se percibe justo que al docente de literatura se le atribuya toda la responsabilidad de la experiencia estética cuando no es el único que participa de ella. El redactor de este trabajo piensa que así como se da una transacción entre texto y el lector, deben equilibrarse las responsabilidades, ya que el maestro puede tener las mejores intenciones, elaborar sus secuencias de actividades, sus preguntas y motivar constantemente a los estudiantes, pero eso no sirve de nada si los alumnos no ponen de su parte; si estos (lectores) no asumen su rol.
En ese mismo orden, otro de los planteamientos en los que se difiere medianamente de Rosenblatt (2002), es al señalar que: “El conocimiento de los aspectos formales de la literatura no garantizará, por sí misma, la sensibilidad estética” (p.78). Es cierto, la valoración literaria no puede resumirse a la obediencia de elementos formales de la obra, sin embargo, el elaborador de este escrito piensa que este también es muy importante para la sensibilidad estética ya que la literatura utiliza un discurso literario por el cual llegan a ser percibidas las imágenes y los sentimientos transmitidos por los escritores.
En definitiva, Louise Rosenblatt en La literatura como exploración (2002) invita a repensar la enseñanza de la literatura, haciendo que los profesionales del área enfoquen el proceso desde una perspectiva humanística, una que se proponga formar ciudadanos que comprendan y valoren al mundo y así mismos, por medio de sus emociones.
Este texto contribuye a los estudios literarios porque se centra en el lector, en sus experiencias por medio de la interacción con el texto, cosa que puede despertar la motivación por la realizar investigaciones relacionadas a la estética de la recepción, la pragmática literaria, la psicología del lector, entre otros. Además, puede llevar a plantearse estudios indexados sobre la incidencia de la literatura en el desarrollo de la personalidad de estudiantes y las reacciones emocionales de los alumnos ante textos literarios específicos. En adición, abre la posibilidad de que se propongan líneas de investigación en narrativa y en teatro.
Referencias
- Gómez, F. (2008). Manual de Crítica Literaria Contemporánea. Madrid, España: Editorial Castalia.
- Rosenblatt, L. (2002). La literatura como exploración (1ra edición en español). D.F, México: Fondo de Cultura Económica.