Este año, realmente se hace difícil, pues se nos escapan las palabras de nuestra mente para expresar nuestro sentir.
Como es de todos conocido, fuimos vilmente atacados y arruinados con la gran tragedia del 11 de septiembre del 2001, donde no podemos señalar países hermanos; ha sido éste horroroso y despiadado acto de violencia, para el mundo entero, ya que en esas dos gigantes torres Las Gemelas, hoy desaparecidas, trabajaban miles de personas de diferentes países que conforman el universo, nuestro mundo; los cuales fueron afectados unos con la muerte, otros han quedado lesionados, quizás para el resto de sus vidas, otros quizás han perdido la razón.
Ojalá que Dios les toque con su santo espíritu y le sane de cuerpo y de espíritu para que puedan nuevamente rehacer su diario vivir. Todavía al escribir éstas líneas estamos recibiendo amigos entrañables, que perdieron sus vidas en ese acto terrorista.
A seguidas nos acecha la otra prueba del 12 de noviembre, los del vuelo 587 que sumados todos la mayoría creemos eran dominicanos. Nuestro país está cubierto de luto, fueron amigos, familiares o quizás no conocidos nuestros, otros de otras naciones hermanas, pilotos y azafatas unidos todos, nos atrevemos a decir que estamos de duelo universalmente.
Estamos divididos en tres partes: los que quedaron atrás, los que venían y perecieron en el trayecto de su viaje y, ¿qué se les deja a los que estamos aquí en República Dominicana, como los de otros países?
No hay palabras para describirse; corazones rotos, tristes y agobiados por la pérdida de sus seres queridos, que eran nuestros hermanos. Es duro y difícil soportar la pena, mucho más doloroso cuando fueron varias víctimas de un solo hogar.
Sepan todos nuestros familiares, amigos entrañables, que nos sentimos aturdidos, acongojados, lloramos todos juntos la misma pena, aún no fueran conocidos nuestros. Pero debemos decirles que dentro de su gran pena y tristeza no desmayen, arrecien su fe en Dios nuestro Padre, que él es el único consolador, el amigo fiel, el que nunca nos falla. En él encontramos la paz y serenidad que solo él sabe dar.
Quien les escribe también lleva en su corazón y su alma una gran pena y tristeza por una hija que se me fue al cielo hace dos años. Herida ésta, que aunque aparentemente se cierra por fuera pero nunca cicatriza por dentro. La muerte de un ser querido como padres, hermanos e hijos, eso lo podemos apreciar quienes hemos vivido esa gran prueba. Pero Dios es tan bueno, que nos busca el medio de la resignación para poder seguir unidos a las demás familias y amigos que nos aprecian y nos quieren.
Ánimo amigo y hermano nuestro, ámense y únanse hoy más que nunca, en estos tiempos de tantas pruebas, no sólo ustedes surgen, sino todos nosotros aquí en nuestra Patria. Aquí estamos juntos con los suyos y con ustedes allá; seguimos en oración contínua orando por la paz de los que hoy están en el cielo, y por nosotros que seguimos nuestro peregrinar hasta que Dios disponga de nuestras vidas.
Los queremos y estamos unidos todos por la misma causa de un mismo dolor. Que Dios perdone a todos aquellos que han llenado al mundo de tanto sufrimiento. Abranle su corazón a nuestro Padre Celestial para que él entre a ustedes y los llene de amor y consuelo. El es amor y comprensión, no desmayen, ánimo hermanos nuestros. Que Dios les bendiga ahora y siempre.
Que lleguen hasta ustedes, los afectados de ambas tragedias, abrazos fraternales y nuestras sinceras condolencias. Que el año 2002 traiga la luz al mundo que tanto necesitamos. Dios está con nosotros contínuamente.
Pensamiento: Saber escuchar lo que Dios quiere decirnos, cuando pasamos por la prueba del dolor, es revestirnos de fortaleza espiritual.