Todos en alguna ocasión nos hemos distraído. Porque es una realidad que ocurre de una manera espontánea y sencilla. En la cotidianidad, nos podemos distraer mirando un vehículo pasar, escuchando una noticia, mirando fotos, leyendo un periódico o simplemente revisando mensajes en las redes sociales. Y puede darse el caso que cuando ocurra la distracción, la veamos como algo insignificante y pasajero, pero si sucede con mucha frecuencia, significa entonces que debemos hacer una parada, un stop para mirar la raíz de todo esto, ya que la distracción puede volverse un hábito, un estilo de vida.
Si vamos al diccionario de la Lengua Española (RAE), encontraremos muchas definiciones del concepto, tales como: desviación de la atención en algo, entretenimiento o diversión, pérdida de la concentración, cosa que desvía la atención, distancia, separación, entre otras. En resumen, la distracción no es más que permitir que otra cosa ocupe el lugar de lo que estamos haciendo al momento. Es decir, es todo aquello que provoca la desviación de nuestra mirada, eso que nos saca de repente de la tarea o de la acción en la que nos encontramos al instante y hace que perdamos la concentración.
Por esta y otras razones más, se dice que una gran cantidad de personas vive distraída en este mundo. Hay quienes dicen que es fruto de las tantas informaciones recibidas por los distintos medios de comunicación, otros sostienen que es por las tensiones emocionales o sentimentales, o por todo el estrés generado a causa del trabajo y el estudio. Pero hay quienes creen que la causa principal es el internet, las redes sociales; y que estar metidos en Facebook, YouTube, Instagram y otros lugares que nos ofrece la tecnología, lleva al ser humano a vivir en una permanente distracción.
Un amigo sacerdote me dijo una vez: “Si no tienes la agenda llena, otros la llenarán por ti”. Y creo que es cierto, porque una persona perezosa, sin hacer nada, con una cantidad de tiempo de ocio, es presa fácil para la distracción, para dejarse llevar por cualquier cosa. Claro está, es necesario precisar que en sí misma la distracción no tiene un juicio de valor, pues no podemos afirmar que sea buena o mala, lo que sí podemos decir es que distraerse constantemente nos desvía de nuestras metas, proyectos y planes. Por eso, quien no maneja una agenda, un conjunto de tareas y compromisos para mantener su mente y corazón ocupados, otras cosas ocuparán ese lugar.
Hay que hacer todo lo posible por no distraerse. Buscar la forma de tener los ojos fijos en lo que somos y queremos. Es oportuno fijar propósitos definidos y no descansar hasta lograrlos. Además, tenemos que hacer todo lo que este a nuestro alcance para no dejarnos llevar del descanso, de la vida suave, y cuidarse del mundo de fantasías que nos brindan las redes y la sociedad en la que vivimos. Porque si no lo hacemos de este modo, la distracción nos robará la felicidad y nos quedaremos en un laberinto sin salida.