Nació en San Francisco de Macorís el 8 de diciembre de 1913. Hija de la Sra. Juana María Castillo y del Dr. Darío Contreras, primer cirujano dominicano especializado en ortopedia y precursor de esa especialidad en el país, por lo cual el principal hospital de traumatología lleva su nombre. Son sus hermanos: César, Darío, Rosa Julia y Moisés.
Residió en París, junto a su padre mientras se especializaba en cirugía, entre 1914 y 1920. A su regreso al país, en 1920, ingresa al colegio de señoritas Ercilia Pepín en Santiago de los Caballeros a cursar la educación primaria, pero en 1925 sus padres se trasladan nuevamente a Francia donde completa la educación secundaria y se matricula en La Sorbona, diplomándose en Estudios de Francés Avanzado. En 1932, se inscribe en el Instituto Arqueológico de París, el cual abandona en 1933 para retornar a San Francisco de Macorís. Desde su retorno en 1933 hasta 1942, vive y desarrolla sus actividades intelectuales y laborales entre San Francisco de Macorís, Santiago de los Caballeros y Santo Domingo, ciudad esta última donde estableció su residencia en 1942. En 1949 se gradúa de licenciada en filosofía en la Universidad de Santo Domingo. Fue Secretaria de Primera Clase y Traductora de la Misión Francesa en República Dominicana (1946-1962). En 1963, a raíz de la muerte de su padre, permanece tres años en Francia, pero en 1966 se reintegra a sus labores diplomáticas en la Embajada de Francia hasta 1975.
Fue la primera mujer en ganar el Premio Nacional de Literatura en el 2002, hasta ese momento otorgado sólo a escritores varones. Nunca se casó ni tuvo hijos. Su redescubrimiento literario se atribuye a Manuel Mora Serrano. Fue la primera mujer en hacer literatura con un marcado acento de género, en el cual destacaba las condiciones de sometimiento social, legal y afectivo de las mujeres. Alfabetizada en París, cursó allí estudios de las lenguas francesa e inglesa, de literatura y arqueología.
En 1937 y alentada por Juan Bosch, comenzó a escribir cuentos que fueron publicados en diferentes diarios, especialmente en la Información, de Santiago. Publicó dos volúmenes de cuentos: 4 Cuentos (1953) No. 3 de la Colección La Isla Necesaria y El Ojo de Dios, Cuentos de la Clandestinidad (1962) Colección Baluarte, Ediciones Brigadas Dominicanas, y uno de ensayo: Doña Endrina de Calatayud (1952). Además, La Tierra está Bramando (1986), novela corta. Tiene inéditas: “Pueblo Chiquito” (Ficción y realidad), “La Carnada” (cuentos de relatos de ayer) y “De aquí y de Allá”, apuntes. Entre dos Silencios (1987), y Facetas de la Vida (1993) hecha por la autora del material que atesora sin ser recogida en libros, salvo, La Ventana, que apareció en 4 Cuentos. En 1993 se publicó el libro “Hilma Contreras: Una Vida en Imágenes», bajo la coordinación editorial de Ylonka Nacidit-Perdomo. Estos textos no se parecen a nada de lo producido hasta ahora en nuestra literatura.
Hilma Contreras es, realmente, una maestra del relato breve y una artífice del cuento psicológico. Imposible de encasillar en “ismos” o tendencias, su escritura es clara, tersa, su lenguaje moderno y sin embargo, sus cuentos hacen pensar y cautivan, no solo por la plasticidad lírica sin excesos, sino por su dominio de la técnica narrativa que va, desde la tensión dramática y el detalle trágico, hasta la sorpresa final que desconcierta o remansa lo narrado. Por su conocimiento del suspenso y su experiencia humana de la soledad, – en el libro Entre dos silencios – se pone de manifiesto la auténtica revelación de nuestra premier cuentista.
Jamás hay más de dos o tres personajes en conflicto, como manda la buena tradición del género, y a pesar de sus vividuras y vivencias en Europa (reflejadas en costumbres como la del portero), la mayoría están ambientados aquí y en algunos casos (Ahora Seremos Felices) en la aldea, con sabrosos criollismos. Es, ante todo, una escritura urbana, no-solo por la limpieza de su léxico y el gran pudor con que trata escabrosos temas sexuales y describe intimidades, sino por la altura de su bien decir y por la economía de medios expresivos y, como dije, por la gran modernidad conseguida a través de su maestría narrativa.
Sueños que son auténticos delirios oníricos, frustraciones humanas, locuras, humillaciones, hermosos perdones, poemas de la soledad, pecados absurdos, de esos materiales están hechos estos cuentos de fuego y muerte, de abandono y tristeza, que, sin embargo, descansan en una simpatía por el ser humano y una visión del porqué somos tan frágiles y de cómo la vida está llena de pequeños olvidos y recuerdos.
Hilma Contreras, al encantarnos y cautivarnos en el libro Entre Dos Silencios, que yo hubiera titulado “Entre los Sueños”, nos deja, al final de su lectura, como quedamos muchas veces luego de una pesadilla: maravillados y consternados al saber que tanto lo onírico como lo real pertenecen al mismo territorio de nieblas: la existencia humana.