El Senado de la República en dos lecturas consecutivas el pasado año había impuesto un gravamen de un 25% al Sirop de Maíz importado por Estados Unidos de Norteamérica, por lo que creí que mantendría inalterable su decisión en defensa del sector azucarero nacional.
Esa posición aparente de la Cámara Alta me llevó a pensar, como también pensarían muchos dominicanos, que este órgano legislativo se erigiría en proteccionista de los intereses, de este segmento productivo de nuestra economía, como lo hacen las autoridades norteamericanas con sus productores nacionales.
Me olvidé de que somos dependientes, política, económica y culturalmente, de los Estados Unidos, como otros países de América, y que estamos subordinados implícitamente a sus turbios caprichos y mandatos, e impulsado por un pensamiento utópico, como si estuviera desconectado del medio, cual pasajero de extraña galaxia, recibí la sorpresa de la burda realidad.
Después de agotar teatrales poses nacionalistas y proteccionistas, se abrió el telón y las palabras se convirtieron en farsa, la estrategia imperialista, los aviesos recursos de intimidación y chantaje del gobernador de una de las provincias latinoamericanas que irónicamente lleva el nombre de República Dominicana, y autoridades de Washington, mediante presiones externas, lograron sus propósitos, el Congreso Nacional eliminó el gravamen al Sirop de Maíz.
Todo fue evidente, los intereses norteamericanos se impusieron brutalmente a los intereses nacionales, se cumplió la sabia y popular frase de que “el pez grande se come al más chiquito”, ya esa ha sido tradicionalmente la política de los Estados Unidos hacia los países más pequeños por la doblegues de sus autoridades al poder extranjero.
Cedimos, finalmente claudicamos, nos entregamos tan fácilmente en brazos del imperio, y esa entrega constituye el hará kiri a la dignidad y economía nacional, aquel dominicano que crea en las bondades y privilegios del ingreso al Tratado de Libre Comercio, será la típica expresión de un quijote soñando con los molinos de viento, porque seremos un mercado de los Estados Unidos, una colonia de consumo en el Caribe, pues no hay leyes de equidad, por tanto, capacidad, para competir con el mercado norteamericano ni de ninguna otra potencia económica.