Señor Pobre,
Casi siempre comienzo mis cartas con la palabra «querido», pero el origen de tu historia es tan confuso que en la Biblia, dice en San Juan 12:8 «Los pobres siempre existirán», aún más cuando no le damos al Señor lo que le pertenece. Proverbios 3:5-10, este último en verdad no lo entendí, pero tampoco entendí el proverbio 10:4-5. «El negligente o el perezoso empobrece», y más duro es cuando dice San Pablo: «El que no trabaje, que tampoco se le dé comida». Dios mío, ¡pero cuántas cosas feas contra los pobres dice la Biblia!
Por suerte, Baruch Espinosa (1634) dice que Jesucristo era tan bueno, tan bueno, que nunca le crearía a los pobres una utopía que ayudaría a la permanencia del Imperio romano. Cuando dijo: «Bienaventurados los pobres, porque de ellos será el reino de los cielos», estoy seguro que algún periodista lambón dijo que fue Jesucristo quien dijo tan falsa ilusión para que los pobres sigan esperando 2023 años más la llegada del Nuevo Reino.
Señor Pobre, lo peor de tu condición no es ser pobre, sino tu cultura, tu educación, tus ideas. Por ser pobre crees que tienes un derecho, que la sociedad tiene el deber de tenerte pena, de cargar con tus pobrezas. Hasta eres un sortilegio de la buena suerte; el que te ayuda puede curarse de una enfermedad grave, hasta se puede sacar el Loto, con el Loto Más.
Y según Víctor Hugo, en la novela Los Miserables, hasta se justifica que el pobre robe por hambre. Tus hermanas pueden ser cueros sin llegar a ser como María Magdalena, sino solamente cueros.
Señor Pobre, déjame contarte la experiencia de Inglaterra, donde hay un señor sin oficio, sin trabajo fijo a quien llaman el rey Juan Carlos III. En este país, hace varios años, se luchó contra la cultura del ser pobre, pero no sin eliminar la pobreza extrema.
En Inglaterra, todo aquel pobre que recibía una ayuda era marcado: su ropa, su casa o su bolsa de comida con un letrero público que decía: «Regalado por el Estado».
Con el tiempo nadie quería ser marcado. Por eso, ese país es grande, a pesar de ser una isla, fue capaz de producir a Winston Churchill y a Shakespeare, el hombre de la novela Romeo y Julieta.
Señor Pobre, aquí en República Dominicana tú eres un mal necesario. Eres la nada, o algo más que un preservativo para los políticos corruptos. Para el gobierno, eres una tarjeta plástica, eres una nómina llamada padrón electoral. Eres un bono gas, un bono luz, un bono salud para hacer fila en los hospitales sin equipos médicos sofisticados de los que hacen estudios profundos para no llegar pronto a la morgue, donde todos los cadáveres son iguales por segunda vez.
Porque como dijo Abraham Lincoln: «Todos los hombres son iguales una vez, al nacer».
Señor pobre, para la iglesia, tú sigues siendo el patito feo, para la Biblia, sobre ti hay más de 30 proverbios. Eres un buen motivo para la fe, el sacrificio para servir a Dios, el horizonte de los marineros en rutas tras la estrella del Alba. Sin ti, muchas religiones perderían su existencia.
Para los sociólogos, tú eres la masa sin estructura, contigo no se puede contar para el desarrollo de la historia, tus movimientos son un caminar en círculos repetitivos, no en espiral, como las clases sociales. La clase feudal le dio paso a la clase esclavista, y esta al capitalismo. El capitalismo a la burguesía, y esta al post-capitalismo, a la inteligencia artificial, al poder de los gays, la legalidad de los corruptos, la repartición de los poderes religiosos, la desaparición del viejo Testamento, la nueva forma del Apocalipsis… nada será de golpe, sino negociado.
Los bancos comerciales no tendrán gerentes ni secretarias con el pelo suelto, ni jóvenes secretarios afeminados, ni mensajeros, sino cajeros inteligentes, como la Robot SOFÍA, sino Bancos Digitales y harán préstamos después de responderle al robot varias preguntas.
Primera pregunta: «¿Cree usted en Dios?» Segunda pregunta: «¿Se compromete ante Dios a pagar el préstamo?» Tercera pregunta: «¿Está dispuesto a ir al infierno si no paga el préstamo?»
Si su respuesta es sí en las primeras tres preguntas, SOFÍA el Robot le dirá: «Lamentamos no poderle prestar por sus respuestas, porque los bancos no usamos la fe en Dios, sino la seguridad de sus intereses», y cualquier mala palabra que quiera decir quedará grabada por seguridad a la institución.
Atentamente,
Manolo Bonilla,
un pobre en círculo.