La Cuaresma es una invitación a la conversión. Pero la conversión no puede reducirse a simples actos de piedad. Tampoco puede ser solamente un acto privado y aislado.
La conversión exige una toma de conciencia de la realidad personal familiar, grupal, comunitaria, social, mundial. Pues formamos parte de una realidad integral y universal.
Es verdad que la conversión parte del cambio del corazón pero debe manifestarse en la transformación de las estructuras.
La cuaresma es un tiempo de revisión de vida; consecuentes de la raíz de todo mal está en el corazón del ser humano, el tiempo de cuaresma nos invita a vivirla como un tiempo de profunda revisión personal y colectiva. Descubrir nuestro propio pecado y el de la sociedad.
La cuaresma es un tiempo de reparación: no basta con darnos cuenta de las falencias y males que hay en nosotros y en nuestro alrededor. Hay que buscar la manera de reparar el daño ocasionado. Es necesario buscar y planear alternativas de vida más acordes con el Evangelio del Reino.
Es tiempo de solidaridad: si el egoísmo y la ambición son la raíz de todos los males, entonces la solidaridad y compartir será la forma de erradicarlos de base.
La cuaresma es tiempo de reconciliación: es decir, es volver a reconstruir las relaciones interpersonales, intergrupales, intrafamiliares, comunitarias, averiadas por el pecado.
La cuaresma es innovación, purificación y liberación: todo fruto para que llegue a la madurez necesita pasar po un proceso de crecimiento. Crecer significa superar etapas para incrementar el compromiso bautismal y llegar a la madurez de la fe.
Es, de alguna manera, morir al ser avejentado o deteriorado que hay dentro de cada uno de nosotros para nacer nuevamente a la vida renovada en Cristo Jesús.
Este tiempo nos prepara para vivir la Pascua en plenitud. No es posible entender la muerte y resurrección del Señor y disfrutar en profundidad el gran misterio pascual, si no vivimos intensamente el tiempo cuaresmal. Si no se pasa por el desierto no es posible llegar a gozar los bienes de la tierra prometida.
La autora es maestra de la UCNE, asesora técnica regional en Formación Integral, Humana y Religiosa.