Es bueno recordar que el placer sexual autoerótico ha estado ligado a la vida del niño desde su nacimiento.
Según Freud, Kinsey y otros investigadores ésta actividad en los niños es natural y muy sana.
En algunos niños la masturbación aparece en el primer año de vida. Esta práctica no es más que palpamientos, caricias y frotamientos. Ellos aprenden a manipular sus genitales, pasando a ser éstas su objeto de preferente atención y exploración durante la infancia.
Luego ésta surge como acto conciente y voluntario en busca de placer.
Esta actividad, por lo general es reprimida por el adulto, quien por carecer de la debida información o muchas veces por creencias religiosas pegan en la mano del niño, creando con esta actividad un complejo de culpa en el infante.
Por este mal manejo de la situación, más tarde el Puber se encuentra inmerso en un mundo de conflictos entre lo que debe hacer y el placer que le produce manipular sus genitales.
A su entender por las normas impuestas todo placer sexual está prohibido y será sancionado, pero sus deseos sexuales le conducen una y otra vez a masturbarse y por si fuera poco asocia todo lo que sea sexual en sentimientos de culpabilidad.
Las advertencias de corte moral y religioso no son más que terror psicológico, práctica que fomenta rechazo y represión de la sana actividad sexual.
De otro lado las actitudes ansiosas y sobreprotectoras de los adultos son perturbadoras para los niños y adolescentes, sobre todo cuando se utilizan argumentos amenazantes y castradores para hablar de sexualidad.
La información sexual debe ser desapasionada y sobre todo desmitificada.
Cada problema debe resolverse con claridad y sencillez en el preciso momento en que el niño lo plantee.
La autora es Licenciada en Orientación con Maestría en Sexualidad Humana, Instituto de Sexualidad Humana de la UASD.