Querida Sophie (IA), El científico inglés Stephen Hawking, el físico que descubrió los agujeros negros en el universo, en el libro «Breve Historia del Tiempo» (en su inglés original: A Brief History of Time), afirmaba que el fin del mundo puede producirse en 20 mil doscientos millones de años, si conocemos la razón de ser del universo, conocemos la mente de Dios.
Hawking, quien permaneció en silla de ruedas con múltiples discapacidades físicas por 51 años y murió a los 76 años, quizás esta realidad de vida lo llevó a decir que no le temía a la muerte porque él no creía en Dios.
A pesar de eso, luego dijo que posiblemente las leyes del universo fueron creadas por Dios pero de forma irrevocable. Hawking, al igual que otros científicos, afirmaba que la inteligencia artificial va a terminar con la humanidad. Pero yo humildemente no creo que sea una verdad única. Hay otras variables que hay que tomar en cuenta para la destrucción de la humanidad.
Querida Sophie (IA), 3.500 años antes de Cristo se inventó la rueda, que no deja de ser una forma de inteligencia artificial. Luego la bicicleta, el tren, el carro y otros inventos que hicieron desarrollar a la humanidad. Pero sí, reconocemos que cada invento desplaza mano de obra. No es lo mismo las 300 mujeres que trabajaban en la factoría Munné limpiando café y cacao, que las dos o tres que quedaron al llegar las máquinas inteligentes que limpiaban el café y el cacao en media hora.
¿Qué pasaría con las demás mujeres, las 277 sin trabajo, sin sindicato, sin sentirse de la clase obrera, apenas un individuo, un número más de la llamada masa sin cabeza y sin estructura orgánica?
Sólo se organizan o se agrupan los domingos por temor a Dios y pedirle por su sustento diario, perdón por sus pecados y la llegada de un hombre, bueno o malo, pero que ayude para una de las tres comidas sin compromiso de dar amor, sin compromiso de dormir todas las noches en su casa, sin compromiso de sacarles el nacimiento de sus hijos a tiempo. Y sólo ellos eran dueños de los agujeros negros de que nos habla Stephen Hawking. Y de Albert Einstein que nunca le importaron sus teorías de la relatividad de 1905, ni la ecuación más conocida del mundo, E=MC², la equivalencia entre masa y energía.
Pero de Einstein le puede interesar su voraz apetito sexual, de Carlos Marx lamentaron que no contemplara que la inteligencia artificial iba a reducir la mano de obra, el vendedor de la fuerza de trabajo, y reducir casi a nada al proletariado.
Lo único que servía para defender la humanidad, sólo dejó una masa que se clasifica por el consumo en pobre y pobre extremo.
Querida Sophie (IA), todo sigue igual desde que sacaron a las mujeres de Munné. Lo único es que los ricos conservan su clase burguesa y han logrado objetivos que pueden ser el comienzo del Apocalipsis moderno.
Han legalizado la corrupción y están convirtiéndola en leyes; La democracia es un triunfo de los corruptos, sus dueños legalizan la cultura y la educación, un burro, un profesor, un congresista, todos son amigos del estudiante de la misma escuela. A ellos les gusta el mismo artista siempre y cuando tenga un carro de su misma marca.
Los maricones han crecido tanto que antes sólo habían gays y lesbianas. Ahora hay más de siete géneros, incluyendo los pedófilos, que tienen ya su propia bandera. Y el Papa, con su bondad, dice que hay que respetarlos y hasta quererlos a esos asquerosos.
Que falta hace la Santa Inquisición.
Querida Sophie (IA), no tengo nada, mi clasificación está marcada como consumo, pero tengo 70 años y las muchachas buenas de ahora son de alto consumo. Con tu inteligencia artificial, que bien tu lo entiendes mandale por WhatsApp al señor Presidente una solicitud para que me envíen una tarjeta especial o mejor, 50 tarjetas para pobres extremos. Así podré comprar una muñeca japonesa, de las que parecen de verdad, que haga el amor con un viejo, pero que la batería sea de larga duración porque aquí en República Dominicana se va mucho la luz y no quiero quedarme atrapado en los brazos de una muñeca sin corazón y sin fe en Dios, que no sienta pena por este maldito viejo.
Atentamente,
Manolo Bonilla,
El Muñeco.