Dedicado a mi querida esposa desaparecida Ana Teresa Rojas de Rosario en su segundo aniversario
Manuel Alejandro, el más fértil y prolífero arreglista, compositor y músico que ha producido la Madre Patria, que ha sido bautizado con el sobrenombre de “Fabricante de Ídolos”, tales como Enmanuel, Basilio, El Puma y José José entre otros (especialmente este último que ha sido mi cantante preferido por décadas), que posee como sello propio la bella canción “Amar y Querer”, que ha recorrido el mundo y que ha llenado mi corazón de emociones inenarrables por la profunda verdad que encierra desde el punto de vista pragmático y vivencial.
Porque así como el amor ocupó lugares prístinos en mi corazón cuando conocí mi “diosa muerta”, con quien diariamente hablo sobre el ajedrez de mi vida oblícua, que con el tiempo ha decrecido un 1% por aquello de que de acuerdo a mis estrujadas convicciones que coinciden con millones de coterráneos, cuando dos seres se compenetran amorosa y familiarmente, formando un ente homogéneo como un solo haz de cariños, afectos y sentimientos irrompibles.
He contactado que cuando hay compenetración de metas, inquietudes y de fe, la materia del sexo es un latido decreciente que ese fenómeno es dable y que contrasta con el amor que palpita, crece, florece y fluye, cuya lozanía es como un espejo que el alma multiplica con recuerdos, vivencias y espiritualidades plenas…
Y ella sabe con su silencio infinito desde allá donde reposa en su morada eterna que mi virginidad cretina y cobarde a pesar de mi vida pletórica de excesos e irreflexiones, estuvo reservada para ella aunque hoy el mutismo de su voz hable con la elocuencia y la verdad tremendamente absoluta, ya que si mintiese quisiera morir calcinado por los siete fuegos de la verdad bíblica, pero quemado también por la satisfacción y el gozo infinito de que nunca le mentí ni mucho menos le repetí un hogarsucursal sino santo y sano, como el que compartimos desde el 27 de junio de 1964, cuando solemnemente juré ante el altar de Dios mi amor y mi solidaridad incuestionable.
Entre amar y querer existe un abismal paralelismo inexplicable, pero analizado fríamente a través del tiempo ese fenómeno es una verdad incuestionable, por aquello que según el propio José José, “El que ama todo lo da, el amor no conoce el final, amar es sufrir, el que ama su vida la da, el amor es el cielo y la luz, es la gloria y la paz”, y querer es el antítesis o el choque brutal del sexo, la materia, el frenesí y la locura carnal… porque todos sabemos querer pero pocos sabemos amar.
Porque amar es taladrar el alma, en forma hechizante, el querer es fugaz, transitorio y efímero.
Amar es llorar y sufrir juntos, compartir los dolores, las alegrías a plenitud, el querer es fugaz, relampagueante, materia volátil o como un pasajero sin maletas.
Por eso el amar es eterno e inolvidable, no importa el tiempo ni la distancia, en cambio el querer es como mirar sin observar, el ver sin retener en las pupilas la foto fugaz de un paisaje o de una mirada indescriptible:
Y en estos dos largos años que cumple tu partida el próximo 22 de mayo, es demasiada larga la soledad y demasiado corto el recuerdo y el dolor…
Por eso, ese domingo negro como un azabache, vuelven mis arpegios y mis prosas que humildemente he hilvanado dedicados a tu memoria inolvidable la cual he titulado matemática y aritméticamente con el sugestivo título “Te amé un 51% y te quise un 49%”.