El Agua estuvo y continúa estando presente en todos los momentos de la vida del hombre, su presencia o ausencia es un factor determinante del progreso, desarrollo y calidad de vida.
De todos sus aspectos, el que mejor representa lo esencial que es el agua para la vida, es su relación directa con la salud.
A mayor disponibilidad de agua tratada, menos enfermedades de origen hídrico; además, disminuyen los índices de mortalidad infantil y aumenta la expectativa de vida de la población, de esa forma, cuando se habla del agua, se habla de la propia vida, de la calidad de vida que sólo puede ser vivida plenamente con agua segura.
De todos los recursos naturales, el que se relaciona más directamente con la convivencia diaria del ser humano es el agua. El agua simboliza algunas de las aspiraciones más profundas del hombre, claridad, transparencia, pureza, fluidez y salud.
Debido a que no tiene un valor energético, ya que no sufre cambios químicos durante su utilización biológica, el agua en muchas ocasiones no se considera como nutrimento; sin embargo sin ella no podrían llevarse a cabo las reacciones bioquímicas; tanto es así que existen muchas teorías que consideran que la vida en nuestro planeta se originó precisamente gracias a la presencia de este compuesto.
El organismo pierde agua contínuamente por diferentes vías, tales como el sudor, la orina, la respiración y las heces y requiere aproximadamente 1500 ml., diario para efectuar todas sus funciones.
Aunque el agua en cantidades apenas indispensables para asegurar la supervivencia no es realmente suficiente para mantenernos verdaderamente saludables, por lo menos retarda el proceso de envejecimiento. La falta de humedad por períodos prolongados se traduce en una más lenta eliminación de las toxinas, lo que produce envejecimiento prematuro y es causa de pérdida de la vitalidad y de salud.
También se sabe que causa fatiga cardíaca que puede acortar la vida. En efecto, este deterioro está alcanzando poco a poco a la mayoría de las personas, pues es un hecho que muy poca gente bebe tanta agua como debiera. A pesar de que todo el mundo sabe de los peligros de la deshidratación, es sorprendente la frecuencia con que vemos aparecer en la piel de las personas pliegues y arrugas relativamente pronto.
Sin embargo, esto es sólo el comienzo. Internamente también ocurren cambios, puesto que las células se van secando o degenerando cada vez más y, a medida que se van deshidratando, se van volviendo menos eficientes. El calcio, el colesterol y otras sustancias que normalmente se eliminarían, permanecen en las células; éste es uno de los factores, entre muchos otros, que conducen al envejecimiento prematuro. Claro está que la deshidratación celular no es la única causa del envejecimiento, pero los factores externos del estrés, del hábito de fumar, del consumo excesivo de bebidas alcohólicas, del sol, del daño de los radicales libres y de otros factores ambientales, podrían reducirse si las células estuvieran bien hidratadas.
Como resultado de la civilización y de la cultura occidental, las llamadas naturales del organismo para comer, beber, dormir, etc., han sido reprimidas y reprogramadas a favor de unos hábitos forjados por esa misma cultura. Comemos, bebemos y dormimos en momentos señalados, más bien que cuando sentimos hambre, sed o cansancio. Cuando sentimos sed, el organismo está pidiendo de medio litro a un litro de agua, pero la respuesta es beber una taza de té o de café, cerveza o coca-cola y/o cualquier otra bebida popular de las que contienen diuréticos que provocan la excreción de líquidos del cuerpo. Como consecuencia, la piel, en vez de reaprovisionarse, se vuelve más seca a medida que pasa el tiempo.
El clima también es otro factor. Sin embargo, la dosis generalmente recomendada para personas que vivan en climas templados, es de seis a ocho vasos de agua al día. Cambiar de hábitos en cuanto a las bebidas es difícil al comienzo, pero se va haciendo más agradable a medida que nos vamos acostumbrando. Si lo que tomamos sobrepasa los dos litros diarios recomendados, tanto mejor, pues la necesidad de agua crece con la edad.
El agua que bebamos, después de una vida entera sin ella, no va a producir un retroceso en el envejecimiento ya sufrido, pero puede detener o retardar el proceso de ahí en adelante.