29 de agosto, 2005
A veces -nos creemos- que terminaron las posibilidades para una lágrima, que los sentimientos desaparecieron sin avisárnoslo…
A veces -imaginamos- vivir un tiempo de piedras y metales
que la historia nos ha prohibido hasta la mirada gris de la tristeza…
y que vivimos un tiempo diferente donde espera en cada momento el tiro a quemarropa
y las burlas de las dentelladas devorándonos hasta los alientos.
Sin embargo, Luis Enrique, los instantes traen rostros desgarrantes
que intimidades se nos desprende, a tiras las almas se nos van…
Enrique María, ya retornas a las raíces creadoras
para llenarte de la infinita manera de existir
a estar en un nosotros que no acabará nunca y lo saben los vientos donde se forjaron las canciones libres de los punto cardinales
allá donde se encienden las luces de las estrellas solteras.
Otras veces -sonriente- echabas al suelo el pulso de la muerte
desafiando con verbos las pasiones fermentadas del fantasma oficial
en las asambleas fervorosas y clandestinas
construyendo sudorosamente la insurrección de las verdades y los fusiles
en las devotas conspiraciones del amor y sus redenciones en los pródigos convencimientos de los pobres, por la esperanza de que en la caída de los padres
crecen esfuerzos maduros levantando las conciencias de los hijos…
Enrique María, Luis…
A nadie se le ocurre que puedas quedarte en silencio
te escuchamos andar entre los barrios florecidos de banderas sueltas
sobre los mosaicos y las paredes humedecidas por tus sudores de la planta
en las conversaciones antiguas de los proyectos futuros con Enriquito; que si los trabajadores, el camión, la llamada, aquello en los detalles, en ese horno donde ardieron sus sinceridades.
Jacqueline en sus pupilas se han desbordado los océanos
con esa angustia que alcanza para abrazarte sin cansancio alguno
Y de los hijos…? Nadie puede descifrar sus crucigramas dolorosos
Carlos, Felipe, Vladimir, Enrique, Joel y Dayana
jamás serán adultos para entender la ausencia mortificante
de tus pupilas claras donde se veían saltar en tus sentimientos…
Antonio -tu hermano- parece que va cayendo en un abismo junto a los que resisten el final dialéctico de lo nacido..
Y tus demás hermanos: Jesús, Manuel, Milagros, Antonio, Miguel y Mélida Antonia
esa carne de tu carne, se preguntan cómo apartarse de sí…?
Enrique, Luis…
Que esa herida gritando su abertura con voces estremecedoras
que las puertas cerrándose, las escuchamos y pensamos fueron tronadas
Y cómo olvidar esas historias de panfletos como canciones
de persecuciones por anunciar un mundo sin alambradas
ni de palomas caídas con sus vuelos derrotados
ni de infantes disfrazados con máscaras de hambre
y cuando bordábamos con risas las banderas del porvenir.
Enrique -sabemos y lo callas-
en tus poros nunca germinaron arrepentimientos
ni altares venerando los dioses fríos del miedo y el engaño
ni dejaste las calles cuando reclamaron tus responsabilidades y ahora vas a un lugar inexorablemente, impostergablemente…
Allá están Balbino y María, tus padres, en la metamorfosis eterna.
También, Milton, William, Felipe, Víctor, Ignasia, Amín, Otto, Henry
Regresarás a la naturaleza en una manera diferente de estar y te veremos en el primer o último azul del cielo
Y en las inocencias de las luciérnagas y los súbditos relámpagos
en los solazos inaugurando los medio-días y en ruidos sin identidades
en las transparencias de las aguas vírgenes, en las lluvias…
Enrique, qué decir…?
Parece que no quedan sustantivos ni verbos ni adjetivos
entre tantas palabras no se ha dicho nada
porque ni te vas ni es momento para atrapar cosas imposibles
y porque diste tanto que tú mismo jamás fuiste tuyo
y de nosotros? Como antes
las cosas que se quieren ni se dejan ni se prestan ni se olvidan.
Tú eres padre, hijo, hermano, esposo, amigo, camarada, humano…
Convencidos están: Jacqueline, Enrique, Carlos, Vladimir, Joel y Dayana, Antonio, Jesús Manuel, Mélida, Miguel, Milagros y Enriquito hermano y medio.
Los empleados, los parientes, los del barrio, los de aquí, de allá.
Enrique porque te quedarás, y estaremos de nuevo juntos
como semillas perpetuas fundiéndose en la metamorfosis interminable…
Por los siglos de los siglos, Enrique, por todos los siglos…
In memorian, paz eterna…