Se trata de la tan llevada, traída y manoseada Feria del Libro, por cuya realización tan peculiar, ha tenido, tiene, y tendrá, severas críticas en las que le han dado hasta con el cubo del agua.
Aquí, y lo sabemos bien, se lee poco, muy poco, demasiado poco, y ahora con el asunto de entrar en una nueva era visual donde casi todo se mira y casi nada se lee, eso de abrir páginas hacia la izquierda, está en franca decadencia.
Una muestra de ello, es la reciente y triste desaparición de importantes librerías en la capital, y con cada cierre de estos negocios se da un un golpe que cercena la poca cultura que poseemos. Ya se ha hablado respecto a la Feria, que hay casi – o sin casi – más puestos de comida, paletas, gafas y demás fruslerías, que de libros. El Gobierno sabe bien que para atraer las masas hay que hacer un evento lúdico, como sucede en la emblemática y anual Feria Ganadera y otras similares, donde se venden pulseritas, aretes, camisetas, maíz sancochado, y mil cosas más.
Las masas ven las Ferias no como lo que son, eventos específicos para promover determinados productos o servicios, sino como un día de fiesta donde se va con la familia a pasear, a comer una hamburguesa, una pizza o una fritanga, según estén los bolsillos, y divertirse o pasarlo bien de la manera más económica posible. Así pues, la Feria del Libro no se libra de ello. Para los verdaderos lectores, esta celebración aporta muy poco porque son los ratones de bibiloteca que conocen las novedades, de quiénes son y dónde están, pues el país tiene muy poca oferta editorial, fuera de los consabidos libros de textos que cambian casi todos lo años.
Después, salvo honrosas excepciones, hay muchas ofertas de librerías de poca monta con obras sobre las curaciones de ajo y el limón, los poderes de la cebolla sobre la mente humana, las profecías del caracol, y un sinfín de títulos tan extraños como insulsos, que no han salido de los estantes durante años, y ven en la Feria del Libro una buena oportunidad para deshacerse de ellos.
La feriadel Libro, debería reconvertirse de manera radical, pero dificímente podría hacerlo, porque además de nuestra escasez de novedades editoriales significativas, están por otra parte los intereses políticos, que se disfrazan ta a menudo de culturales, y de lo que se trata a al postre es de poder exhibir cuantos millares de estudiantes venidos de todo el país y de «particulares» han visitado la feria, y anotarse un éxito más de la gestión de ministros y presidentes.
Pero nos hemos desviado del título de ste escrito, tenemos para ofrecerles a los señores organizadores de la Feria del Libro una idea muy interesante. Los 18 millones de pesos invetidos en la reproducción del Ministerio de Cultura y Bellas Artes, que durante y después de la Feria no aportan nada, se utilizarían de una manera más provechosa. Con esa sustanciosa cantidad, podrían comprarse unos 50.000 ó 60.000 libros, de interés, de buenos escritores, a un promedio de RD$ 300 cada uno, y en unas mesas de simple y barata madera, ponerlos a la venta, como oferta del Ministerio de Cultura, a RD$ 100, RD$50, ó RD$ 25, para no regalarlos, pues sabemos que de lo que nada nos cuesta, hacemos fiesta.
Así, muchos miles de visitantes podrían salir con uno o varios libros debajo del brazo, en lugar de hacerlo con una paleta roja o una mazorca de maíz en la boca. Qué es una idea demagógica? seguro, pero no tanto como gastarse esos millones en un decorado que en unos días será desmontado y guardado por los siglos de los siglos amén. Ah, la idea es gratis, aprovéchenla.