Hace ya algunas semanas salió uno de esos ranking que en un país normal le pondrían la cara roja a cualquier ciudadano o ciudadana que los hubiera visto, y ni digamos lo que les debería pasar –un patatús, como mínimo- a los funcionarios del Gobierno en general y sobre todo, a los correspondientes del área a que se refería el estudio. Se trata de la competitividad.
Según los datos publicados, la República Dominicana está en el penúltimo lugar de América Latina, sólo por delante de una pequeña y empobrecida Honduras.
Y, como es de costumbre, por estar ya tan acostumbrados a sacar tan malas posiciones en corrupción, transparencia, nivel de sueldos, accidentes de circulación, casos de dengue y tantas otras deficiencias que nos distinguen, aquí, en el país de Nopasanadalandia, la vida sigue su curso normal, sin la menor alteración, pues parece que por el clima tropical y, sobre todo, el clima político, han logrado a través de tantas generaciones, amansar el carácter del rebaño nacional.
Claro, que si uno lo piensa un poco más a fondo, le vienen a la cabeza demasiadas preguntas.
Cómo se puede ser competitivo en país que, respecto a otros, duplica, triplica o cuadruplica el costo de la energía eléctrica necesaria para mover las maquinarias que producen? Cómo se puede ser competitivo cuándo se paga uno o dos dólares más por galón del combustible necesario para llevar los productos? Cómo se puede ser competitivo con un impuesto casi del 50% en los precios de la gasolina y otros derivados del petróleo? Cómo se puede ser competitivo si las empresas medias y pequeñas deben pagar seis impuestos mensuales, y para mayor complicación, en diferentes fechas? Cómo se puede ser competitivo si los préstamos necesarios para compra de suministros o materias primas están en los dos dígitos? Cómo se puede ser competitivo si las materias primas que importamos en su inmensa mayoría se encarecen aún más con los costos de aduana y transporte? Cómo se puede ser competitivo cuando disponemos de una mano de obra, tan poco cualificada y tan mal pagada, que no permite lograr grandes rendimientos? Cómo vamos a ser competitivos si no tenemos los centros académicos necesarios para una adecuada formación en una era de conocimiento y alta tecnología? Cómo se puede competir con márgenes de ganancias tan desproporcionados y exagerados? Cómo se puede ser competitivos si el I+D, la investigación y el desarrollo, apenas existen o se limitan de a renglones como la conserva del jengibre o la Jagua? Cómo se va a ser competitivo entrando con una mano adelante y otra atrás tapando tantas deficiencias en un libre mercado donde nosotros seremos los peces chiquitos y los otros los peces grandotes?
Son demasiadas, las carencias y las necesidades que se juntan para lograr una competitividad que nos permita hablarle de tú a tú a otros países de la región, y ni soñar de pelear en los mercados que tienen ojos rasgados y tez amarilla. No basta para un país con tantas necesidades sociales y económicas como el nuestro, exportar cuotas discretas de banano o cacao orgánico, por mucha propaganda que se haga al respecto. No basta con un turismo en el que los operadores, los transportistas de aire y mar, y los hoteleros se quedan con la mayor parte de los beneficios.
“Hay que ser competitivos, más competitivos “ se proclama siempre y a cuatro voces desde los sectores oficiales. Pero, qué se hace para lograrlo? qué se facilita en realidad a las industrias, empresas y negocios medios o pequeños que son la mayoría empleadora? Ser competitivos es un asunto estructural sistémico, de modelos bien elaborados y eficaces, también lo es de ofrecer una gran cultura, primero básica y después especializada, que permita ajustar el hombre a la máquina y la máquina al hombre y ambos a las necesidades cambiantes del consumidor.
También lo es de una fuerte voluntad política para impulsar las naciones hacia un mejor futuro. China, Corea, Malasia y Brasil, son buenos ejemplos de ello.
Para superar nuestros niveles actuales de competitividad, con los primeros que debemos competir es contra nosotros mismos y contra nuestras carencias. Una tarea nada, nada fácil. A ver si empezamos en serio a acometerla.